From: Ismael León Arias <ileonarias@yahoo.com>
Date: 2011/5/15
Subject: Por el Perú o contra el Perú
To: fernando obregon <pospost@hotmail.com>, habiriesgo@ceve.org.ar, herbertmujica@gmail.com, Jorge Díaz Herrera <jorgechaclacayo@yahoo.com>, hvaldizanc@hotmail.com
Con el Perú o contra el Perú Ismael León Arias A modo de introducción expreso mi admiración por el pueblo japonés. El del archipiélago y el enraizado entre nosotros desde 1899, cuando arribó al Callao el vapor Sakura Maru con 790 inmigrantes, todos varones. Dos descendientes de esa nación, José Watanabe y Amelia Morimoto, nos legaron, con fotos de Oscar Chambi, La Memoria del Ojo, documento que narra la épica de esos adelantados, que entonces sembraron herederos hoy peruanos como la papa. Aquí han nacido y dejaron sus huesos entrañables descendientes de esa aventura, que nos han obsequiado su creación. Salta a la vista una comunidad de ciudadanos respetables, entre los que basta citar a la pintora Tilsa Tsuchiya o al mencionado poeta Watanabe. Su obra nos estremece, como en el cine mundial la de Akira Kurosawa, o la literatura de Yasunari Kawata o Haruki Murakami. Japón es pues una nación reconocida, más que por sus automóviles o artilugios electrónicos, por su arte, laboriosidad y honradez. Entre nosotros el mito del samurai ilumina nuestra imaginación, no sólo por su valor, también por su estoicismo y lealtad. Con esas certezas en mente afirmamos que los Fujimori, padre e hija, jamás cultivaron aquellas virtudes y más bien las han traicionado. La promesa de "honradez, tecnología y trabajo", resuena hoy cual broma macabra, como la desfachatez de su hija y cómplice. Pero así como ambos traicionaron su vertiente de raíces peruanas, también devaluaron el código de honor samurai, esos guerreros que jamás admitieron asesinos, ladrones, ni mentirosos. Todo esto tiene que ver con el 5 de junio, cuando los peruanos decidamos más que una elección. El dilema entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori nos impele a revisar nuestra historia y las consecuencias que la consulta tendrá para el futuro del Perú. Por segunda vez el país da muestras de una enorme amplitud y modernidad, al permitir que Keiko Fujimori, co-partícipe y beneficiaria de una década indigna, compita por la presidencia, alegando de paso que el de su padre fue "el mejor gobierno que ha tenido el Perú". Estamos en víspera de elegir entre un peruano y una señora nacida aquí pero que no nos conoce ni respeta. Ella debe estar, casi con seguridad, inscrita en el Koseki, registro que le otorga para todo fin la nacionalidad de su padre, que mientras pudo la mantuvo oculta. ¿Saben que en Japón, por leyes no escritas, a los japoneses de origen peruano (o de otra nacionalidad) les asignan una segunda categoría, que les hace imposible postular al cargo de primer ministro de ese país? ¿Saben que el Estado los considera japoneses de segunda generación y tienen segunda opción en escuelas y empleos públicos, así como en asuntos de seguridad? Los más sorprendidos con lo lejos que han llegado en el Perú los Fujimori son los mismos japoneses. "¿Cómo es posible?, allá no llegarían ni a una municipalidad", nos dijo un joven universitario de Osaka, visitante de un intercambio. La afirmación nos recordó, efectivamente, que cuando Fujimori estaba preso en Chile, durante el trámite de su extradición, en su desesperada búsqueda de impunidad, postuló a una senaduría que no consiguió, porque los ciudadanos de ese país no lo calificaron. Pero Japón siempre está en su mente, es decir en su memoria histórica. Cuando en noviembre de 1992, el general Salinas Sedó intentó un golpe correctivo, el tipo se asiló donde pensó era su embajada. En 1990, una vez elegido primer mandatario, antes de asumir el cargo, el primer país que eligió para visitar fue el de sus antepasados, en un gesto de ofrenda al reino de sus amores. Luego declaró que haber sido recibido por el emperador fue el momento cumbre de su vida. Años después se asilaría allá, cuando fugo del Perú y desde Tokio renunció vía fax. Frente a igual dificultad, ¿Keiko Fujimori actuaría de otro modo? No es problema de ojos ni piel, es la cultura, algo que no se construye de la noche a la mañana, pues es resultado de una maduración histórica que se macera y cuaja a lo largo de luchas, diálogos, encuentros y desencuentros. Tal vez hoy resulte anticuado lo que escribió un historiador local: "Mi patria es la tumba de mis antepasados". Pero si aquello hoy estuviera desactualizado, igual, la memoria se respeta.
Ningún peruano Hoy recuerdo un exabrupto desde el inconciente. Cuando en 1995 un periodista le preguntó a Fujimori a qué peruano vivo o muerto admiraba. "A ninguno", contestó con toda la soberbia de que fue capaz. Y claro, para un hombre en ese momento todopoderoso pero muy ajeno a lo nuestro, los nombres de Garcilaso, Túpac Amaru, Olaya, Grau, Bolognesi, Montero, Basadre, Haya, Mariátegui, Velasco o Arguedas, no significaban nada, porque carecía de memoria histórica peruana, como Keiko, que no la ha cultivado. Posiblemente el hombre pensaba que con él recién comenzaba la historia del Perú, del que se creía un fundador. Y la hija es tan inculta como el padre. Es mucho más probable que esta familia tenga en el centro de sus recuerdos y en su sala principal, las imágenes de Hiroito o del actual emperador japonés. En ese gesto de soberbia despectiva que suele exhibir Fujimori, expresa siempre un enorme desprecio por el Perú, porque se siente un elegido y le debemos pleitesía. Hoy quiere endosarnos a su hija, mañana a Kenyi. Sueña hacer del gobierno una dinastía familiar. Esto es lo que definiremos el 5 de junio. Si nos gobernamos nosotros o entregamos nuestro destino a un clan mafioso, que pretende entronizarse en nuestras tierras. Espero y confío que ese día decidiremos lo mejor, lo que conviene al Perú.
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