Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
16-8-2006
Prensa cómplice con Cipriani
¿Qué importancia tienen las declaraciones, todas políticas, del cardenal Juan Luis Cipriani, capitán del Opus Dei en Perú? ¡Sólo, la que una prensa obsequiosa, demasiado cómplice y patotera, le da al sacerdote sectario odiador de homosexuales y lesbianas y a quien ¡jamás se le pregunta por la manifiesta y vergonzosa vigencia de un Concordato entre el Estado peruano y el Vaticano y por el cual la Iglesia Católica no paga impuestos de ninguna especie!
El Concordato, firmado entre gallos y medianoche, entre Perú y el Estado Vaticano al final de la dictadura militar en 1980, no ha sido discutido por ningún Congreso. Ni en Diputados ni en Senadores cuando funcionaban al alimón; ni cuando hubo Establo unicameral, se ha ventilado un acuerdo internacional que, según la Constitución, requiere para su legalidad impecable, de la rúbrica parlamentaria. Las diferentes camadas de legiferantes, literalmente, se mueren de miedo de chocar con un status quo de privilegio, exclusión discriminante y absurdo como es la situación de que goza la Iglesia Católica.
Recordemos, pocos días atrás, la hechiza simpatía desplegada por el presidente García hacia Cipriani. Del ridículo de besos con un soplón vulgar y, eso sí, creador de una encíclica: los derechos humanos son una cojudez y aquí no se tratan asuntos de derechos humanos, aquel ensotanado tiene eco porque a la prensa solaza tener un agente vivo y como han pasado algunos años, se empuja la amnesia para que nadie recuerde la hermandad convicta y confesa que tuvo Juan Luis Cipriani con la dictadura delincuencial de Kenya Fujimori.
¿Cuánto representa al Estado peruano un Concordato que ha institucionalizado que la Iglesia Católica no pague impuestos ni por el consumo más mínimo de energía eléctrica, agua o municipio? La pregunta urticante es: ¿a cuánto asciende el robo de no pagar ninguna tasa por las múltiples propiedades en bienes inmuebles, joyas, minas, piezas de arte, que posee la Iglesia Católica? ¿Hasta cuándo va a permitirse esta expoliación rupestre en tiempos de globalización salvaje que globaliza todo, hasta la historia, pero no toca ni un pelo a los talibanes cuervos de esta confesión religiosa?
Dijo, monseñor Cabrejos, con deliciosa estupidez muy propia de cura, que a él se le antojaba que los legiferantes que juraron su cargo no invocando a Dios, tenían pavimentado el suelo del infierno porque harían una mala gestión. ¿Además de sacerdote, mago pitoniso? ¿No es acaso la muestra más descarada del totalitarismo católico en Perú? ¿Aguantarán los nuevos inquilinos del Establo tanta torpeza y sinverguencería?
Desde 1930 el Apra, cuando tenía a los capitanes que tuvo, una pléyade brillante de líderes con Haya de la Torre a la cabeza, propugnó la separación del Estado y la Iglesia. La fe religiosa, el engaño colectivo que reconoce la historia y que comienza con el cura Valverde y la biblia que alcanza a Atahualpa, no está en cuestión. Que cada quién crea lo que le venga en gana ¡pero con su dinero y no con los sagrados fondos del pueblo peruano que no tiene porqué mantener a ociosos panzones que venden sebo de culebra!
¡Es hora que el Congreso, para dejar de ser un Establo militante, premunido de las herramientas que da la modernidad globalizante y embebido de un claro sentido del equilibrio, anule el Concordato, cobre todo lo adeudado por la Iglesia Católica al Estado y simplemente, les dé un diploma de reconocimiento, pero antes que les ajuste las tuercas y si no pueden pagar la tremenda deuda con el Perú, que pongan a disposición todas esas propiedades de las que son dueños por arte de birlibirloque, testamentos trucados y trapacerías mil! ¡Es hora de ponerse los pantalones!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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