Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
25-5-2006
¡La derecha es enemiga de la patria!
¿Qué sectores elaboran los psico-sociales que enfrentan a las colectividades políticas en la segunda vuelta? ¿Son entre sí enemigos per se o no representan la voluntad de millones de peruanos que se reconocen como excluidos y ajenos al sistema? En lugar de echarse cardos y dardos, los apristas y humalistas, deberían entender que, por vez primera, en muchísimos años, se plantea la posibilidad cierta de fiscalizar a sus congresistas y al presidente sea éste Ollanta o García. ¡No ver semejante panorama constituye una torpeza monumental que hace muy feliz a la derecha que es enemiga de la patria!
El juego maquiavélico es muy simple y lo alimentan todos los perdedores: desde la derecha reaccionaria y profundamente antiperuana, por racista y despreciadora, hasta todos aquellos que no han recibido el respaldo popular vía las urnas. ¿Con qué derecho hablan de pueblo quienes no tienen cómo probarlo? El que se infiltren, con la nociva carga de sus viejos odios y consignas y maltrechos esquemas ideológicos, en uno de los grupos en liza aún, no hace sino enrarecer lo que debiera ser una natural vocación unionista y organizativa que está por encima de la coyuntura electoral y cualquier resultado.
Si casi todas las instituciones del Estado, son parte de un sistema democrático sumamente deleznable porque está copado por pandilleros y porque lo tiñe un sesgo profundamente oligárquico, en el que grupúsculos juegan para sí y por sí, para mantener el asimétrico reparto de la riqueza, es hora que las masas organicen su defensa y planeen la conquista legal de sus reivindicaciones. La democracia es incompatible con un Estado privatizado, como es el vigente, profundamente inmoral.
Si el Congreso no sirve porque sus integrantes se rinden al embrujo de pelotones de secretarias, batallones de asesores, pagas puntuales y goces privilegiados de celulares, autos, choferes y sensualidades aberrantes ¿no existen acaso las iniciativas legislativas que nacen desde fuera del Establo, desde abajo y desde dentro? Los fiscales del pueblo tienen la posibilidad de juntar firmas y marcar la agenda del Parlamento. ¿Se atreverían los establistas a desafiar a 100, 200 ó 300 mil personas en las calles aledañas a la Plaza Bolívar, demandando el cumplimiento de sus acuerdos democráticos?
Si el presidente, el que sea, osara violar la voluntad popular de cambio, manteniendo a ministros o personajes vinculados a este gobierno acérrimo defensor de TLCs, privatizaciones o concesiones, claudicaciones mil, ¿no estaría el pueblo en su derecho legítimo de subrayar el yerro para su enmienda o de botarlo por traidor a la patria? ¿No pueden acaso las colectividades genuinamente populares plantear y firmar su protesta y reclamo?
La derecha es antipatriota. No juega por el poblador común y corriente, sino pretende el azúcar caro y el cholo barato. No rinde respeto a la bandera ni a la historia, a las que odian porque revelan su larguísima y traidora estirpe miserable de siempre que les retrata como ventajistas y usurpadores. Por eso divide, a como dé lugar, al pueblo y a sus fuerzas populares que han adquirido otros colores y denominaciones. Mientras que la escisión de éstas persista, hay quienes se afilan los dientes y persisten en el gozo ilegítimo del sudor de millones de hombres y mujeres. Los esquiroles, viejos o jóvenes, juegan a la trapisonda divisionista, al rumor malévolo, al odio antaño y a la invención de la realidad porque así conviene a sus intereses. Jamás dan soluciones porque si las hubiera, se acaban los gringos tontos que dan dinero para persistir con talleres, fórums, folletos y libracos ad hoc y parte de un sistema de idiotización masiva que ya agotó su savia. Los extremos se juntan y se da el caso oprobioso de alianzas de grupúsculos de las más dispares tendencias, siempre con el propósito de mantenerse en las riendas aunque el pueblo NO les dé su voto.
Si los dirigentes políticos no avistan que los caminos de unidad son los mejores y revolucionarios, es porque se han vuelto ciegos. O sus cálculos van por otros caminos non sanctos. ¿Será ese gris atardecer el destino del Perú? Como modesto opinante me resisto a ese camino.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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