Señal de
Alerta
por Herbert
Mujica Rojas
21-2-2011
¿Son invencibles ladrones alanistas?
Escucho con
frecuencia que los ladrones alanistas poseen ingentes recursos y que aquellos
estarán a su servicio cuando vuelvan, fuera del gobierno, a mandonear en
Alfonso Ugarte (¿alguna vez se fueron?). Y ese “argumento” atemoriza o inhibe a
no pocos buenos hombres y mujeres en lo que debiera ser la reconquista de su
partido, el movimiento fundado por Haya de la Torre. Sin embargo, la especie
desatiende la estructura lógica (si hay lógica en la exacción y la monra de la
cosa pública) de cómo actúa y piensa la cacocracia alanista: ¡sólo gasta lo
birlado al Estado, el producto de la coima o del óbolo que dan las grandes
empresas o bancos y en ningún caso emplea dinero que ya está anclado en sus
bolsillos!
Por tanto,
luego del período gubernamental 2006-2011 ¿de dónde el flujo que pague
servicios de apaleamiento de adversarios, intimidación judicial a cargo de
magistrados corruptos, “mermelada” a los medios para destruir honras y
reputaciones, comisiones para burócratas responsables de engrasar tal o cual
gestión dolosa, si el caño principal está clausurado? Si las compuertas de
combustible se cierran o empiezan a bloquear su curso, pensar que alanistas de
todo pelaje pagarán de su peculio esta clase de asaltos, es parte de un craso error
de óptica.
¿Cómo actúa
el ladrón?: guarda pan para mayo. O para viajar y sombrearse hasta que “se
calme el ambiente”. Ha supervisado que estudios de abogados vigilen al
milímetro sus estafas y el producto sustancioso de las mismas y las ha
incorporado a cuentas, casi siempre en el exterior. En buen castellano, ha
maquillado sus delitos y del producto honró las facturas cómplices. Además, a
muy alto nivel, la transición, los que se van aleccionan a los que llegan, consiste
en proteger a los pirañas antiguos y explicar bien a los nuevos del porqué de
esta situación claramente perjudicial al pueblo peruano pero feraz a las
faltriqueras.
Otro yerro
estriba en considerar a los alanistas como militantes y creyentes en la
doctrina o ideología de Haya de la Torre. ¡De ninguna manera! En la mente del
ladrón alanista habita una termita o una langosta. Su meta es enriquecerse so
pretexto del cumplimiento de tareas en la cosa pública, pero los escándalos son
mayúsculos y repiten su paso desvergonzado como en el lustro 1985-1990. ¡Hasta
en las leyes del Congreso esconden tapaderas de sucesos de hace veinte años con
nepótico designio! Los discursos ya no alcanzan a disimular la profunda, raigal
y esencial inmoralidad de que hace gala cualquier patán que hoy no acierta a
esconder múltiples autos, propiedades inmobiliarias, negociados al por mayor, gruesos
enjambres dinásticos de amigos, parientes, queridas o queridos, en empresas
cuya única función es hacerse recipendiaria de favores que el Estado otorga
gracias a la influencia y carente, casi siempre, de méritos.
Hay una
genética vocación delincuencial en los alanistas, ésa que Víctor Raúl describió
en su carta desde la prisión en San Lorenzo, el 3 de octubre de 1923, antes de
partir al destierro: la política como vil negociado culpable.
Al ladrón,
no hay que retacearle cualidades, hay que llamarlo truhán a secas. Recordarle
siempre su paso depredador por el Estado y la comisión de exacciones con el
dinero público.
Decía
Winston Churchill que si un súbdito inglés nacía, crecía, vivía y estudiaba
pero ¡no hacía nada porque las cosas cambiaran entonces trocaba en ¡un ladrón
de su tiempo! En efecto, aquí hay decenas, cientos o miles de ladrones que
robaron el patrimonio espiritual de una historia azarosa, enriquecida por el
martirologio y la rectitud de hombres y mujeres que vinieron a hacer la revolución
de pan con libertad que estas langostas despreciables convirtieron, como cuando
el civilismo, en los viejos usos de la butifarra y el licor.
No hay
escatología o injuria en que no hayan incurrido los ladrones alanistas:
destruyeron al Partido, lo despojaron de ideología, pulverizaron la
Fraternidad, lo anemizaron en su concepción social de Frente Unico de
Trabajadores Manuales e Intelectuales, escupieron sobre el sacrificio de sus
héroes y mártires, convirtieron el robo y la monra en “formas de vida” y la
mejor demostración es que para el habitante común y corriente “todos los
apristas son vulgares rateros”. Al estafador, caco y vil exaccionador
simplemente hay que reconocerlo como tal. Y de manera vitalicia.
¡A estos no
se les saluda, se les escupe con indignación!
Ser
alanista es exhibir prontuario y ser mirado con la sospecha de que robó o dejó
robar o copió y se apropió de lo que no era suyo. Siempre un elemento postizo,
inane, innoble, capaz de negociar por unas pocas monedas cualquier afán egoísta.
¿Qué
esperan los buenos apristas supérstites en todo el Perú para ponerse los
pantalones y limpiar el templo de tanta traición?
¿He dicho
algo distinto de lo que todos conocen pero de lo que NO hablan? Problema y miedos ajenos, no míos.
¡Atentos a la
historia, las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos
al poder, el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Rompamos
el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
¡Sólo el
talento salvará al Perú!
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