Informe
Señal de
Alerta-Diario Uno
28-7-2022
¿Será mucho pedir sacrificio por un Gran Pacto Nacional?
Que la República anda al borde del abismo, desde hace 202
años, no hay duda. Causa asombro y pavor comprobar que la insuficiencia de
hombres y mujeres no arribó a una solución para mantener a flote un país que no
termina de entenderse a sí mismo.
El Congreso tiene nueva directiva, el Ejecutivo exhibe
problemas que ningún presidente desearía cargar por vergüenza, ineptitud y una
oposición muy bruta e incapaz con un solo objetivo porfiado: la vacancia.
Con la entrega o captura, no exenta de cierto tufo a
“negociación” del ex secretario Pacheco, el revoltijo armado tiene decibeles
que francamente le rompen el tímpano a cualquiera. Es decir, estamos en una
situación límite que demanda la voluntad, inteligencia, talento y sacrificio de
tirios y troyanos.
Cuando el gobierno de Manuel Prado arribaba a su fin, en
1945, la civilidad desde distintas tiendas partidarias coordinó, ensambló,
organizó un conjunto de voluntades políticas que se llamó Frente Democrático
Nacional y presentó como candidato a la presidencia a José Luis Bustamante y
Rivero.
Bustamante dobló los votos que obtuvo su contendor Eloy
Ureta y se alzó con la banda en la primera magistratura.
Uno de los enigmas de la política nacional se registró en el
absurdo que significó que el hombre poderoso, popular, cuasi idolatrado, que
fuera entonces Víctor Raúl Haya de la Torre, no hubiese sido el jefe de Estado.
En cambio sí lo fue Bustamante un fino escritor y jurista que carecía de mando
político o talento para las multitudes.
La hora presente exige con perentoriedad inexcusable una
especie de pacto, tratado, convenio, trabazón que ayude al Perú a superar estos
aciagos y desconcertantes pasajes de estupidez colectiva, delincuencia a más no
poder y una mediocridad que no es la envidia de ¡absolutamente! nadie.
¿Es la vacancia una ambición constructiva o edificante? No
lo es. Sí que es una excusa para que golpistas cuasi analfabetos practiquen sus
vicios seculares de racismo, desprecio por los más pobres y porque nada cambie
porque así como están los estados de explotación de las grandes mayorías, está
“bien” para los poderosos que se suceden en el manejo de los resortes efectivos
del Perú.
En términos realistas ¿qué cosa cuesta más, tener a millones
en la informalidad más desordenada y caótica que incorporarlos a la dinámica
nacional productiva? O sea que ¿no pueden los empresarios concertar con los
trabajadores dinámicas conjuntas de más empresas que den trabajo, promuevan
consumo y logren que hombres y mujeres lleven algo a sus casas para, a su vez,
nutrir las expectativas de sus familias?
A posteriori la II guerra mundial, Japón y Alemania quedaron
en un estado de destrucción impresionante. Los nipones se tragaron su orgullo,
declinaron discretamente su adoración al emperador derrotado y con disciplina y
una austeridad rigurosas, reconstruyeron su país, convirtiendo a la nación
asiática en potencia mundial no guerrera pero sí tecnológica y de formidable
presencia financiera y comercial urbi et orbi.
La autoestima y moral peruana está, como de costumbre, por
los suelos. Por consuelo decenas de miles de hombres y mujeres al salir
diariamente a buscar el pan redentor, repiten que “así es la política”, “¿qué
le vamos a hacer?” y boberías indigestas por el estilo.
Estoy en capacidad de afirmar que Perú tiene ejemplos
exitosos y brillantes producto de esfuerzos cuasi juveniles, desde la audacia
de la constancia tesonera y sobre todo de un amor por el Perú y para la
conquista de un país justo, culto y libre como decía la parte inicial del bello
proemio de la Constitución de 1979.
Valgan verdades hay que señalar a los caníbales que
promueven que nos matemos a diario de los que tienen y deben y aman armar un
país con futuro y posible. A unos la censura más enérgica contra sus
pusilanimidades, a otros el tiempo para la gloria y para los estandartes de
constructores de la justicia social. ¿Es mucho pedir?