Repensar la
propiedad
por Horacio Gago
Prialé; hgagopri@gmail.com
30-7-2020
Ni siquiera la noticia mundial de que la inmunidad de los
pacientes recuperados puede no impedir al Covid 19, atacar de nuevo a las
mismas personas, hizo que el presidente Martín Vizcarra anunciara el 28 de
julio, algo que haga frente a la causa fundamental del desastre humanitario que
no evitó él ni nadie y que se llama informalidad, una realidad palmaria de
desgobierno.
Frente a un discurso plagado de promesas, cifras y plazos
imposibles, se hace de inmensa necesidad que los peruanos exijamos duramente a
los candidatos del 2021 a tomar este tema como prioritario y consustancial a la
propia subsistencia del país.
La informalidad es un problema transversal que atraviesa
todos los sectores públicos y privados. No sólo a 4 ministerios sino a todo el
Estado. Su solución pasa por construir una racionalidad nueva que fusione lo
mejor de los dos mundos y no se limite a la persecución o demonización del
informal. Ha quedado demostrado que esa persecución ha agitado reacciones que
provocaron mayores espacios informales, antes que una ley eficiente.
Requiere entonces de una política de Estado de verdad (no un
remedo), seria, responsable y dotada de (a) legislación clara y valiente, (b)
institucionalidad con verdadero poder y eficiente manejo y (c) recursos
suficientes para construir el nuevo entramado estatal que integre con
tecnología y soluciones del siglo XXI dos mundos separados desde décadas. Solo
así, podrán desaparecer el hacinamiento, la irracionalidad de la asignación y
manejo del suelo y el acceso a los recursos que son de todos y no de la
burocracia o sus poderes invisibles.
La informalidad tampoco ha sido causada por las familias o
las comunidades ni éstas deben ser vistas como enemigas del país. Todo lo
contrario, los informales han sacado adelante durante décadas sus vidas,
economías, educación y ganado sus derechos políticos, en medio del palmario
abandono o persecución legal del Estado. Una muestra palmaria de desprecio del
Estado hacia los nacionales es lo ocurrido ante las mismas narices del gobierno
provisional presente, cuando cientos de miles de ciudadanos venezolanos
ingresaron al país y rápidamente el Estado les dotó de más derechos sociales
que a los propios peruanos.
En la sala de lectura de la British Library, hermoso edificio
ubicado en Kings Cross-Londres, pude dar
forma final a mi libro Repensar la Propiedad*, juntando
piezas que había escrito años atrás. El profesor de la University of
Westminster -y amigo personal-, Farhang Morady, me había facilitado un cupo de
investigador visitante. Desde entonces, la idea central que me persiguió fue repensar la propiedad. Lo que trajo el
Covid 19 fue agudizar la necesidad de esta reformulación. En el Perú, Jorge
Avendaño Valdez (1933 -2017), profesor de Derechos Reales en la Pontificia
Universidad Católica del Perú, ya había dicho “… una vez que uno piensa seriamente en el problema de los tugurios de
los barrios históricos, no queda duda alguna sobre la necesidad de repensar la
propiedad” (ponencia en el Congreso de la República sobre la ley de renovación
urbana sin desalojos, posterior Ley 29415).
Repensar
la propiedad significa aceptar que la realidad de las cosas es distinta a la de
los libros. Esos años recorría las quintas y callejones del Rímac con mis
colegas del proyecto “Rímac Renace” del PNUD, para explicar a los vecinos que
la renovación urbana sin desalojos era posible. Incluso usamos el neologismo “desprecarización” para describir que la
propiedad estaba tan mal organizada en el Perú, que solo cabía repensarla. El
reto es cómo.
Repensar
la propiedad constituye, entonces, un esfuerzo merecedor de un abordaje sin
prejuicios; con la valentía de un Avendaño quien reconoció que la propiedad en
el papel era una farsa y que el Covid 19 ha terminado de denunciar.
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*Obra
adjunta en archivo .pdf
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