Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
20-7-2006
El genocidio israelí en Líbano
¿Qué puede haber ocurrido entre nuestros políticos, usualmente torpes y cretinos, como para callarse en todos los idiomas frente a los bombazos genocidas que el Estado de Israel lanza en Líbano? ¿Acaso los palestinos son monstruos que merecen ser pulverizados de la faz de la tierra? ¿Cuál el derecho de Israel para aniquilar a su regalado gusto a quienes detestan? La verdad verdadera, la raigal, la filuda, la insolente, es que aquí callan cómplicemente todos los del status quo, los que se venden por una simpatía de Estados Unidos y porque hay en juego pitanzas, TLCs, intereses, negociados, en suma, la criminalidad no reconoce fronteras, ni razas, ni idiomas y tampoco partidos políticos u orientaciones de cualquier tipo.
El vergonzoso y aberrante papel cumplido por el embajador peruano ante el Consejo de Seguridad de NNUU, Oswaldo de Rivero, intelectual de juguete y diplomático perdonavidas, ex representante dinámico del fujimorismo delincuencial ante esa OEA que fletó el expediente del fujimorismo que duró hasta muy entrado el 2000, tiene, sin duda alguna la perspectiva de otra biografía que no podrá leerse completa sin tristeza ni misericordia ante tanta claudicación ideológica y moral. ¿Qué va a escribir don Oswaldo ahora: ¡Shalom Israel, el derecho sagrado de matar a Palestina!?
Diez naciones integrantes del Consejo de Seguridad votaron por la resolución que condenaba a Israel por sus desmanes criminales en Líbano. Perú, país con muy reciente curul en aquel equipo, tuvo la desfachatez, vía de Rivero, de abstenerse de condenar lo que el mundo ve con horror y asco: la masacre que un Estado terrorista está perpetrando impunemente. Como era de esperarse, Estados Unidos vetó la resolución. Y hay que preguntarse con reflexión pesarosa: ¿tuvo el Perú que incurrir en esta ceguera para confirmar su borreguismo servil y atrabiliario con Gringolandia?
La resolución del Consejo de Seguridad también llamaba la atención a las fuerzas palestinas, conflictivas desde siempre, es decir, la equidad de la convocatoria para propiciar el cese del fuego y la continuación de las negociaciones, abordaba las aristas difíciles del tema. Pero no. Para Estados Unidos y sus lacayos internacionales, no hay vida humana que valga si ésta o éstas se interponen en su imperial camino de imponer sus TLCs, empresas y designios al resto de países.
Hagamos un ejercicio simple y de imaginación no tan extraordinaria. ¿Qué tal si un país latinoamericano, el que fuera, se indispone con cualquier otra nación y es bombardeada inmisericordemente? ¿Cómo votaría Perú en el Consejo de Seguridad? ¿También repetiría su postura anuente, rastrera, asquerosa, como en las peores épocas del panamericanismo que hoy practica la OEA (esa cueva de turismo de panzones y mofletudos bien pagados)? Y nuestros políticos, los que se van y los que llegan: ¿estarían asimismo mudos y contemplativos, imbecilizados con los American candies full of dollars and investments?
Ni el señor Alan García Pérez, presidente electo y a poquísimos días de asumir el cargo, como tampoco Ollanta Humala han tenido la gallarda actitud imprescindible de condenar la matanza de Israel en Líbano. Los pretextos sobran, las explicaciones están demás, las palabras no dicen nada. ¡Simplemente son mudos a secas y culpables!
El gobierno que se va, genio y figura hasta la sepultura, tendrá que ser evaluado por múltiples hechos. Uno de ellos, de repente el de más “lustre”, su servilismo orgánico para con Gringolandia.
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
hcmujica.blogspot.com
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