Friday, January 16, 2015

¡Superando otoños tristes de malos recuerdos!

¡Superando otoños tristes de malos recuerdos!
por Zully Pinchi Ramírez; alertasenhal@gmail.com

16-1-2015

¿Te imaginas tener 9, tan sólo 9 años y despertar una mañana de frío y ver a tu madre, a tu costado,  decapitada? La sangre chorreando a tu alrededor y ver su cuerpo separado de su cabeza, porque así suene irreal, fue un desalmado que entró en el silencio de la noche a asesinarla.

Eso le ocurrió a Adela, una mujer ayacuchana que fue víctima del terrorismo por los ochentas en el mega apogeo del pensamiento obtuso y radical más sanguinario de todos los tiempos de la era republicana del Perú.

Ella era muy humilde y su pequeña casa de una sola habitación, donde dormía juntos a sus padres y hermanos que, por cierto, fueron también asesinados. Su hermano Agustín logró escapar, pero cada uno, tuvo una historia completamente diferente.

A casi 35 años de tal masacre, Adela me cuenta algunos pasajes tristes de su vida, de escombros y cenizas, y cómo anhela el momento en que ella pueda volver a ver a su hermano quien como alondra de la sierra, voló y aún no puede encontrar sus huellas.

Dice que una maestra de su escuela primaria la ayudó a escapar y todo conllevó a que Adela pasara de pueblo en pueblo hasta Huacho y de allí a Lima, y en esta ciudad, a diferentes distritos donde sólo aprendió: "el dolor de los golpes de la vida".

Tuvo que trabajar  muy duro todos los días desde la mañana hasta altas horas de la madrugada y a sus nueve años sin papá ni mamá a su lado, no sabía hacer nada. Y a puro zapatazo, cachetadas, jalones de cabello, planchas calientes en su rostro e insultos tuvo que aprender y, aguantar para poder tener "un piso" donde dormir y un "pan duro" que comer.

Dime que hasta ahora no hay una sola lágrima en tus mejillas porque mis ojos se nublaron de dolor en este momento en que te cuento sobre ella, no puedo imaginarme tanto sufrimiento, ¡tan pequeña y tan sola!. Tanta injusticia, sin nadie que pudiera defenderla y ser su mano amiga.

No todo fue negro con gris para Adela, un día escapó y se refugió en Carhuaz, lugar donde por primera vez pudo admirar un arco iris, tener fe y un credo.

Pronto llego el verdadero amor a su vida y bajo el cielo bonito y azul de Carhuaz, con aire en el verano y abrigo en el invierno, finalmente formó un hogar.

Concibió niños que llegaron como lo hace la primavera, reemplazando sus otoños tristes de malos recuerdos, y le rogó con todas sus fuerzas a su Dios juntando sus manos en señal de pacto, que le permitiera ver crecer a sus hijos y que jamás nadie le robe la vida, como se la quitaron a su madre.

Nos volvimos a ver algunas veces y siempre era extraño ver sonreír en exceso a una mujer a quien la vida agarró tantas veces a patadas.

La última vez, estuvo en Lima me llamó por teléfono y fue a visitarme a mi casa de meditación, me llevo cuyes, panecillos, frutas y con mi oposición dejó brillando mi camioneta y limpió toda aquella casa con un amor y ternura que logró hurtar muchos suspiros en mi corazón.

Pero ¡Adela!, ¿por qué has hecho todo esto?, tú eres mi invitada, no hagas nada por favor te lo pido.

¡Y cómo no hacerlo Zully después de todo lo que me has apoyado, esto es solo una pequeña cosecha de las miles de semillas de esperanza que has sembrado en mí!

Le di un abrazo fuerte. Pero en mi mente no pude dejar de recordar que aún faltaba algo, lo más importante, ayudarla a encontrar a su hermano Agustín.



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