Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
16-2-2025
Perú, país petrificado
https://senaldealerta.pe/peru-pais-petrificado/
“¡Aquí no pasa nada!” fue una de las sentencias más
interesantes que gustaba repetir el recordado locutor deportivo Humberto
Martínez Morosini.
En la actualidad, el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez,
concesionado a la empresa Lima Airport Partners (que tiene pendiente la entrega
de la torre de control y la II pista), LAP, tiene varios accesos. Ideas, malas
y más o menos absurdas pretenden reducir las entradas y fijar tan solo una.
Se cae un puente en Chancay, hay lamentables muertos y
heridos y las entidades oficiales se echan la culpa, las empresas hacen mutis y
todo es un caos.
Un ex legislador, vinculado a prácticas delictivas desde
hace décadas, cayó acribillado y todo indica que no había abandonado esas malas
costumbres y le ajustaron cuentas sus colegas, a la mala y de forma terminal.
Perú es un país petrificado, ¡aquí no pasa nada! Todos los
años los ríos crecen y amenazan las viviendas aledañas y mal construidas, pero
nadie hace nada por la corrección inteligente y honesta de estos males
recurrentes.
Aludía así el Gato Martínez , al inmovilismo peruano en el
deporte y por inferencia, a su petrificada forma de interpretar los hechos, la
reiteración de sucesos y la infausta cadena de infortunios por los que pasa
Perú.
El teatro cómico-trágico, sainete de última, en que se ha
convertido el Congreso (a secas, sin “de la República”), confirma que los
gorilas politicantes han vuelto y con mucha fuerza.
Para no pocos compatriotas, especialmente los que regresan
luego de lustros o decenios fuera del país, Perú no sólo retiene taras del
subdesarrollo, pobreza, miseria, corrupción y desconcierto, sino que –dicen
pesarosos- “hemos retrocedido”.
Fue la pandemia del coronavirus la que abrió las compuertas
a nuestra precarísima realidad monda y lironda.
Sin disfraces estadísticos o trapisondas ideológicas, Perú
dista mucho de lo que debería ser un país con mínimos estándares sociales de
convivencia, debate u horizonte continental.
Aquí son tribus y pandillas las que se arrancan los trozos
de merienda política o de banquete presupuestario que nutren los impuestos
ciudadanos.
Con la incorporación de foráneos y sus violencias
tropicales, los líos o contiendas se resuelven a balazos, y el menú mínimo es
¡un muerto por ajuste de cuentas, todos los días!
Por tanto, si el mosaico es multicolor y disfuncional,
aspirar a soluciones o propuestas ecuménicas o que alcancen a la mayoría de
ciudadanos, no es más que una quimera para dentro de 50 ó 100 años.
En Perú gozamos del raro privilegio de ser cuestionadores de
todo y a toda hora. Nada nos parece bien. Si hay 5 ideas, habrá 50
impugnaciones, por el hecho prosaico de oponerse aunque, por lo general, las
objeciones sean tonterías.
Cuando Manuel González Prada, uno de los más feroces
críticos de la república, luego del desmadre que tuvo su génesis en 1879,
guerra del salitre con la invasión guerrera de Chile, denunciaba a los
parlamentos con diputados y senadores ociosos y acompadrados; o a los
gobernantes de taifas emparentadas con la persistencia de millones de hombres y
mujeres oprimidos por la ignorancia o la media ciencia, a principios del siglo
pasado, no se equivocaba. ¡Peor aún! anticipó males que sufrimos hasta los días
presentes.
¿Por qué fallan tanto nuestros hombres públicos? No sólo son
ignorantes ayunos de cultura general, hasta la más pequeña, sino que son
huérfanos de sentido nacional –ni qué decir continental- en su visión
cotidiana.
Nuestras universidades prohíjan teóricos o sabios de
escritorio, capaces de mil exégesis de un mismo fenómeno, con tal que honren
sus consultorías y adefesios impresos, financiados con dólares de USAID o
testaferros, pero a la hora de la prueba, fallan en sus diagnósticos y sus
propuestas no van más allá de un gobierno porque el que viene ¡llamará a otros
consultores y así el círculo vicioso!
Mientras tanto los seculares temas de corrupción,
estancamiento, desnutrición, subdesarrollo y miseria permanecen impertérritos
al paso del tiempo, de todos los gobiernos y los hombres o mujeres en el mando
sólo parecen ser capaces de demostrar pusilanimidad y falta absoluta de brillo
o proyección correcta.
¿No hemos visto acaso a un ex presidente cobarde que ante la
cercanía de su apresamiento por la comisión de hechos delictivos, optara por la
dudosa alternativa de la autoeliminación que a algunos majaderos se antoja como
“sacrificio o inmolación”?
Hay que exigir, demandar y censurar a los hombres y mujeres
públicos puestos en la prueba de conducir al país. Si cumplen, honraron su
paga, si no lo hacen, hay que juzgarlos y perseguirlos sin compasión por su
falta absoluta de honradez.
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