Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
4-1-2025
Sociedad de mercaderes, no nación de ciudadanos
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Viene al caso una cita de honda convocatoria a reflexión:
"el Perú dejó de
ser una nación de ciudadanos y se convirtió en una sociedad de mercaderes, la
corrupción infiltró en todos sus poros". (Químper, José María,
Manifiesto del ex ministro de Hacienda y Comercio, J.M. Químper, a la Nación,
Lima, Imprenta F. Masías e Hijo, 1881).
Todo tiene precio. Las penas y las libertades se negocian por
los grandes estudios de abogángsteres que se hacen llamar ilustres y dan
declaraciones a los miedos de comunicación.
¿Cuánto poder real tiene un mandatario en Perú?
Pocas son las dudas sobre lo que un presidente en nuestros
países manda. En el mejor de los casos, administra. La cacareada majestad de un
jefe de Estado oscila al vaivén de los sucesos mundiales, de sus guerras
financieras y aquí se reciben órdenes.
Y si hay un Congreso cómplice que juega en tándem con el
Ejecutivo pues eso es lo que tenemos en nuestros días. Y la esperanza de esos
irresponsables es durar hasta el 2026.
Los que imponen sus criterios sobre precios de materias
primas, su comercialización, las tendencias y orientaciones económicas, rugen
desde afuera y sus gestores son empresas de mil caras y direcciones múltiples.
Las transnacionales cotizan las paridades de la moneda
local, imponen privatizaciones y deciden cuándo y en qué monto gratificar a los
países que lucen buena conducta, verbi gracia, en la lucha contra el narcotráfico.
Por tanto, el poder de un mandatario nativo está muy recortado o posee
fronteras restringidas.
Cuando desean apoderarse de grandes empresas, acuden a sus
analistas financieros y de riesgo y entonces minimizan esas infraestructuras
para que sean rematadas a precio vil. Y cuentan con prensa mercenaria pagada
para hacer creer a la gente que su verdad, es la “verdad de la milanesa”.
No obstante lo anterior, un presidente, como primer
funcionario público del país y mantenido por el dinero de los contribuyentes,
sí tiene acceso a información privilegiada y sobre la que usualmente debe
guardarse enorme reserva.
¿Qué garantiza que, una vez fuera del sillón presidencial,
no use el episódico personaje, tanto margesí en favor de sus nuevos o antiguos
amigos o socios? ¿Qué impunidad pacta al irse para no terminar sus días tras
las rejas?
¿Y qué sabidurías trasmite a los recién llegados cuyos
ímpetus se morigeran de inmediato?
Se ha vuelto moneda común que los ex mandatarios o los que
van a serlo pronto, aparezcan dando conferencias pagadas -con varios miles de
dólares- urbi et orbi. Como el principio es que quien gobierna en economía, lo
hace en política, a nadie en su sano juicio puede ocurrírsele que cualquiera de
estos corifeos discurseará contra sus pagantes.
Ergo, no pocas veces trocan en publicistas rentados e
importa poco, casi nada, que sus alquiladores sean en no pocos casos, epígonos
del capitalismo salvaje que predica que el mercado lo regula todo.
¿Avituallarían empresas foráneas a ex presidentes para que
defiendan el medio ambiente a veces destrozado por actividades industriales sin
el debido cuidado y previsión como ocurre en muchas partes del Perú? ¡De
ninguna manera!
Esas firmas, las principales contaminantes del medio
ambiente, necesitan embajadores itinerantes que posean información
privilegiada, sean caraduras, cobren a precio de mercado y conserven la
esperanza de retornar a Palacio. ¿Para qué otra cosa alquilarían a sirvientes
nativos sino para columbrar más negocios y pingues ganancias?
El manejo de millones de dólares vía directa o de
testaferros se ha evidenciado en el comportamiento público de varios ex presidentes
latinoamericanos que pretenden comprender al país en la óptica chabacana de
bondades que nadie ve, pero cuya difusión es bien pagada.
¿No tuvo Perú un ex jefe de Estado que nos contó la maravilla
de sus charlas muy bien facturadas y provenientes de un abanico amplio de
firmas y que con eso se compró una casita de casi un US$ 1 millón, años atrás?
¿Qué secretos de Estado se llevan en sus maletines o laptops,
los que hoy disfrutan del mando y mañana, si las cortes judiciales no los
alcanzan, podrán administrar esas informaciones para su propio provecho o el de
las corporaciones que los contraten como asalariados?
¿Por qué los del Congreso no sacan una ley que preceptúe que
por lo menos por 10 años, un ex presidente del Perú, esté impedido de ser
empleado de empresas con intereses directos o potenciales en Perú? Además de
espectáculos o sainetes de escaso valor histórico, el pueblo exige que los
parlamentarios hagan algo.
Y con los imperialismos muy de moda y provenientes del Asia,
el chino en particular, Perú fue sorprendido con los viajes a todo costo,
pagados por ese país gigantesco, a parlamentarios. ¿Para qué? ¿Creen en China
en la “inteligencia” de aquellos o sí saben cuan útiles pueden ser haciendo
cabildeo por sus intereses?