Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
29-8-2025
¡En el prontuario: hermanos y compadres!
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Cuando la
política en el Perú, tornó albergue de forajidos, inescrupulosos, sinverguenzas
y que por arte de birlibirloque se transformaron en analistas, politólogos,
internacionalistas, expertos y demás términos, se completó el círculo de
pobreza espiritual, creación nula e idiotización colectiva de todo el país.
¿Qué poder
tan insolente logra convertir en siervos a legisladores de supuesta idoneidad,
líderes partidarios de algún continente y a cambiar tan rapido de “lealtades”
abdicando de las que ayer juraban hasta las lágrimas?
La
conversión en topos, espías, agentes de las empresas transnacionales o con
intereses foráneos y no los del Perú, signó a la República durante estos 204
años de vida llamada republicana.
¿Qué
ocasionó tanta involución y miseria?
Los
intereses subalternos, egoístas, frívolos, racistas, miopes, predominaron sobre
todo afán constructivo, multitudinario hacia los más pobres y entonces puédese
sostener que ¡sólo el conocimiento de las múltiples trapisondas fueron más
importantes que la construcción de un Perú libre, justo y culto!
Y las
demostraciones públicas de ganancias sospechosas, patrimonio inmobiliario y
automotriz robusto, viajes al por mayor dentro y fuera del país, y seguridad
dineraria para que sus hijitos, nietos, bisnietos y tataranietos vivan
muellemente sin trabajar, fueron las exhibiciones de vagos y exaccionadores.
No es la
fraternidad ni el convite doctrinario o ideológico, es la hermandad del
prontuario y la compadrería la que los une, disciplina y hace marionetas esforzadas
en las garras de los grandes titireteros que saben de sus arcanos.
El poder
genuino e insolente, también conoce cómo hacer de conocimiento ciudadano estos
pecados con la ayuda generosa de los miedos de comunicación. El espíritu de
cuerpo arropa a los ladrones cuando se trata de cuidar a la gallina de los
huevos de oro: el erario público.
El poder es
mañoso, da migajas, ajusticia a los que están en caída libre, “escarmienta” a
sus propios alfiles pero diseña una estrategia de control de daños y así quien
proteste, lo pensará dos veces porque ya sabe que los latigazos duelen muy
adentro.
Una añeja
agrupación política, registró por muchos lustros, en el punto 7 del Decálogo de
la Juventud, lo siguiente:
“Combatir a los que a la sombra de los
puestos públicos, roban los dineros del Estado que son del pueblo y que deben
ser empleados en su bienestar y progreso. Ser incansables en la cruzada por la
honradez y la moralidad política”.
¿Fueron
leales a este imbatible principio los de esa colectividad? Tras dos gobiernos
quedaron múltiples sospechas de latrocinios, faltas de honradez,
enriquecimiento extraño de quienes, y eran conocidos, no tenían patrimonio, ni
autos, ni casas de playa o de campo y tras esos ejercicios, tuvieron –y tienen-
de todo.
Entender
que la política es un prontuario para compadres, primos, hermanos, queridas y
testaferros, no es más que una de las aberraciones más destructivas que puedan
instalarse en el imaginario de un pueblo que “cree” que así se es más “vivo”.
Cuando el
robo se cohonesta y se lo enmascara en supuestas razones estratégicas o
políticas, los resultados no pueden ser más abominables.
¿Y qué
decir del resto de clubes electorales? ¿No estamos viendo que los fondos
asignados por ley, son gastados al gusto de los mandamases y financian a su vez
actos y bienes que no son los preceptuados por esa torpe ley? Poner a los gatos
–de uñas largas, dientes afilados- de despenseros es una estupidez mayúscula.
La prédica
con el ejemplo es insustituible. ¿Qué podrían hablarnos de moral o construcción
cívica los que son sospechosos de haber metido las garras cuando estuvieron en
el gobierno? ¿Por qué tanta hambre de ser diputados o senadores?
¡No
interesa la curul ni el sillón parlamentario! “Imprescindible” es ascender a
alturas en que el tráfico de influencias ¡una sola!, equivalga como “honorarios
de éxito” a varias veces el sueldo mensual del legiferante.
De allí
vienen las casas en los mejores barrios, los viajes interminables en primera
clase, las excursiones con la familia y luego con las asociaciones ilícitas y
subrepticias, en fin, largo el rosario de acciones delincuenciales.
La política
es el arte de construir acuerdos y el diseño de una convivencia en que todos
puedan expresar su punto de vista, con equilibrio de poderes y presidida por el
afán, anhelo y logro del bien común para las grandes mayorías.
Las
democracias que se hacen para grupos rapaces, minúsculos y groseros, solo
pueden mostrar páginas de oprobio y revés ciudadano.
Los que
cantan: ¡En el prontuario: hermanos y compadres!, merecen su desaparición.
Amén.