Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
30-4-2025
Arte de hablar en estúpido
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El uso y abuso del
castellano, encontró en Perú, picos de gran ingenio e idiotez combinadas. Ahora
tenemos a un expulso ex ministro del Interior, como coordinador de una oficina
que monitorea acciones intergubernamentales.
El lector se preguntará,
con justa razón, ¿y cómo se come eso?
Para no quedarse atrás,
los precarísimos integrantes de Plaza Bolívar, prohíjan a una señorita de casi
inexistentes títulos académicos o laborales, bajo el pomposo dintel de jefa del
Centro de Modalidades Formativas. Y, nuevamente se interrogará el lector ¿y cómo
se digiere eso?
Desde hace lustros, vagos
pícaros encontraron la manera de monetizar el mal uso del castellano para
cohonestar plataformas, disfrazar pretextos y justificar absurdos que no requieren
de mayor fundamentación. Basta con ser pariente, querido(a) o testaferro de
alguien poderoso y ¡sanseacabó, todo viene de bajadita!
¡Ah, lo olvidábamos! Saber
muchos entresijos de cómo se mueven las aguas sucias, también es una fortaleza
o una baza para jugarla como chantaje. ¡O me das el puesto o yo canto!
Los políticos y
burocracias peruanas, con escasísimas excepciones (las hay, las hay), se
destacan no por sus actos y determinaciones, sino por hablar, con maestría
inigualable, en estúpido.
Con sus comas,
interjecciones, muletillas, bufidos y dramáticos quiebres de voz, han
convertido la política en una deleznable práctica de logreros, débiles mentales
y madreselvas humanas de infecta presencia cotidiana.
¡Y no dejemos de reparar
en los lentes (de marca, por cierto) que (se la creen los figurones), les hace
creer el embuste que los torna intelectuales, reflexivos, es decir, “hombres y
mujeres de Estado”.
¡Castellano, cuántos
crímenes se cometen en tu nombre!
Y el vicio y consecuencias
son de práctica multipartidaria.
Meses atrás, uno de los
dos grandes culpables de la destrucción institucional del Apra, afirmó que la
democracia del Perú se expide a través de “partidos institucionalizados”. Si
esa agrupación política, hoy en retazos múltiples, carente de presencia o
influencia en cualquier parte del país y huérfana de todo respaldo en las
urnas, es lo que es, ¡precisamente! se debe a la labor destructora de este
anticarismático improvisado y sus mayúsculos errores.
Si Cantinflas, el genial
cómico mexicano, discurría por el lenguaje, profiriendo multitud de términos,
para no decir nada y embrollar más las situaciones, nuestros políticos abundan
en “conceptos”, reiteran naderías y diagnostican con gesto grave, enarcan cejas
y al hablar en estúpido unen sus rostros –también estúpidos- y vaticinan quién
tiene o no razón.
El circunloquio, la
garrulería, el lenguaje con interjecciones, el afán insólito de parecer
“criollo” diciendo bobadas, seduce a no pocos, en el Legislativo, Ejecutivo,
instituciones del Estado, taifas electoreras, en todas partes.
Si bien es cierto que la
Comisión de la Verdad condena a los terroristas de Sendero Luminoso, su
lenguaje reconoce innumerables palabras inanes para decir algo tan simple como
la categórica condena a un grupo demencial. Los rodeos son parte de la farsa
democrática que nos hace hablar mucho. Y decir poco. O nada.
Interrogado, cualquier
político, burócrata, gerentazo o intelectual, habla mucho, no se compromete, no
sindica, no denuncia, sólo enuncia, frisa la epidermis, calienta el ambiente,
pero es lo suficientemente cobarde y pusilánime como para no ser taxativo o
categórico.
¡En eso está precisamente la
pobreza de sus existencias: no pelearse con nadie para estar bien con todos! ¿Y
el pueblo?: ¡qué importa el pueblo!
Pandillas periodísticas
usan como piñata todo tipo de pretextos. En cambio brindan tribuna y espacios
abundantes a quiénes ayer nomás, cobraban miles de dólares en las campañas de
Fujimori y sus adláteres. Hoy son los “referentes” de la prensa y asquea ver
cómo se prodigan elogios y salmodias entre sí.
El ministro del MTC, Raúl
Pérez Reyes, se ha regodeado, desde hace más de veinte días, insistiendo que
menos de 1% es lo que falta para conocer la fecha de funciones del nuevo
terminal del Aeropuerto Jorge Chávez. Pero el océano de palabras que emplea
para hablar del 1% es asombroso.
Más espeluznante es que no
cumpla el concesionario Lima Airport Partners, LAP, con entregar lo que fue su
compromiso desde hace más de veintitantos años y que fue la razón para
concesionar el Jorge Chávez.
El manido arte de hablar
en estúpido, palabrería infame, dicharrachera, vocinglera pero ineficaz para
transmitir grandes ideas-fuerza, es parte de nuestra naturaleza defectuosa.
Entenderlo, combatirlo y reeducar al ciudadano, constituye tarea primordial e
indispensable en la forja de un Perú libre, digno, justo y culto.