¿Qué es la Responsabilidad Social?
por Wilfredo Pérez Ruiz; wperezruiz@hotmail.com
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5-1-2022
Es frecuente escuchar diversos, confusos y distorsionados conceptos.
Hay quienes dan disímiles interpretaciones a una filosofía que gradualmente ha
evolucionado en el mundo. Al respecto, podemos identificar la Responsabilidad
Social Individual (RSI) y la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Cada una
tiene sus indudables peculiaridades. Ambas contribuyen a cooperar en la resolución
de las necesidades de un determinado contexto social y están enfocadas hacia el
interés general.
Empezaremos describiendo la RSI. Está referida al compromiso brindado
por una persona mediante tareas, cometidos y decisiones, de variada índole, en
favor de su comunidad. Alude al “sentido de pertenencia” y, por lo tanto, a su
involucramiento para brindar su intervención en iniciativas encaminadas al
“bien común”.
Un cuantioso número de quehaceres cotidianos pueden marcar la
diferencia y generar una conducta “socialmente responsable”. Por ejemplo, cumplir con pagar los impuestos, separar los
desechos orgánicos e inorgánicos, dar mantenimiento a los vehículos para
disminuir la contaminación, aminorar el uso de envases desechables o donar
sangre de forma intencional. Tengamos presente: todas nuestras acciones
repercuten y generan impactos, de un modo u otro, en nuestra sociedad.
El ejercicio de la RSI está relacionado con la madurez cívica y,
especialmente, con los valores ciudadanos y democráticos. Aprender a sentir el
entorno como parte integral de nuestras vidas posibilitará desarrollar
innumerables actos de ayuda al prójimo a través de organizaciones no
gubernamentales y altruistas. Ello implica salir por unos momentos de la “zona
de confort” e integrarnos en el espacio en el que interactuamos para dar un
aporte que, por más sencillo que sea, engrandece nuestras existencias.
Los programas de voluntariado son una magnífica opción. Consisten en
actividades de interés asistenciales, educativas, culturales, deportivas o de
conservación ambiental -desarrolladas por hombres y mujeres- ajenas a una
dependencia laboral, funcionarial o mercantil en las que participan jóvenes,
profesionales y adultos mayores. Estos quehaceres fortalecen la autoestima,
incitan las habilidades sociales, facilitan adherirnos con nuestra
colectividad, estimulan principios importantes en la conexión humana como la
bondad, la tolerancia, la convivencia, entre otros de innegable valía para
concebir una población con vínculos de hermandad.
La RSE expresa la visión, misión y valores de la organización; destaca
el respeto por los colaboradores y sus familias y la comunidad. Esta
perspectiva es independiente de los productos o servicios ofrecidos, del sector
al que pertenece, de su tamaño, características o nacionalidad. Es un indicador
del espíritu de aportar valor. Ninguna compañía está forzada a convertirse en “socialmente
responsable”; sin embargo, es un mandato moral
insertarlo en su actuación.
Demanda generar dividendos financieros acompañados de obligaciones
legales y éticas como respetar a los moradores y establecer un saludable nexo
con sus distintos públicos y en los niveles en los que se articula. Permite
compatibilizar su rol con los anhelos de su entorno y es congruente con la productividad,
los sistemas de calidad, la transparencia, la reducción de costos, la obtención
de beneficios o la afectación al medio ambiente. Descartemos la idea que la RSE
exige elevados costos y complejidades.
Toda entidad, sin importar si es pequeña, mediano o grande, puede ser “socialmente
responsable” a partir de la decisión de su más alta
instancia; es decir, de las convicciones de quienes la conducen. Soslayemos
asumirla como faenas efímeras y humanitarias ejecutadas en especificas
coyunturas (celebración navideña, desastres naturales o colectas públicas).
Debe reflejarse, de forma trasversal, en cada una de sus labores de manera
permanente y sostenible, más allá de actividades filantrópicas; las que, por
cierto, no constituyen el único modo de plasmar su ejecución. Corresponde
mostrar un compromiso continuo con sus variadas audiencias: no siempre es así.
La RSE es un componente de la identidad corporativa que facilitará
obtener favorables resultados en dos esferas: interna y externa. En la primera,
genera un buen clima laboral, promueve programas de capacitación e incentivos,
aviva un proceso de fidelización, alienta la igualdad de oportunidades,
instituye sistemas de meritocracia, rechaza la discriminación, impulsa
virtuosas prácticas empresariales, cumple con las normas jurídicas laborales,
posee códigos o manuales de ética, etc.
En la segunda, concibe una imagen de credibilidad y confianza -además
de sus consumidores- hacia la sociedad con la que construye una reciprocidad
empática, solidaria y respaldada en una óptima convivencia. Al mismo tiempo de
obtener acreditaciones, reconocimientos, atraer a profesionales exitosos,
alimentar una vinculación armónica con proveedores, autoridades, gremios, entre
otros.
Ser “socialmente responsable” conlleva invariablemente una conducción basada en sólidos principios
tan requeridos de fomentar, alentar y restituir en estos lacerantes momentos en
los que prevalece -como eco de una “cultura global”- la apatía, la
insolidaridad y aislados sentimientos de unión. Todos estamos en condiciones de
contraer un rol diligente en nuestro hábitat, inspirados en el propósito de
colaborar en asuntos que demandan nuestra entrega, empeño y dedicación.
Es un imperativo que debemos emprender habitantes y corporaciones. En
consecuencia, creo pertinente evocar las trascendentes y vigentes palabras del
reconocido empresario, escritor e ingeniero norteamericano Jack Welch: “La
responsabilidad social empieza en una compañía competitiva y fuerte. Sólo una
empresa en buen estado puede mejorar y enriquecer las vidas de las personas y
sus comunidades”.
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