Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
26-3-2025
¡Cuando el silencio es un crimen!
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El silencio cómplice, institucionalizado por decenios de
años y centurias, ha permitido la construcción de un Perú paralelo, surreal,
insólito, repugnante, en que nadie ve, oye o habla. Nuestros organismos de
control, hacen o fabrican leyes que contravienen otras.
Cuando el silencio es un crimen.
Pocos, si es que hay alguno, los espacios burocráticos y
estatales no contaminados por la corrupción. Autoridades que se hacen las
bobas, funcionarios que cobran coimas y que carecen de cualquier vergüenza.
La sociedad permite estas taras y ¡lo que es peor! asimila
como “normales” estas trampas y zancadillas que “agilizan” las gestiones.
“Partidos políticos” cuya única ambición es vivir succionando
la cansada ubre del Estado y en todos los gobiernos. La otrora potente conexión
de partido-escuela es un recuerdo difuso, absolutamente olvidado.
Y en esta mala forja, el Congreso, sus comisiones mediocres,
infestadas de ignorantes o topos, tienen cuota vergonzosa y desleal con Perú y
su pueblo que con sus impuestos, paga sus remuneraciones.
Pero, eso no importa. El aforismo dura lex, sed lex (dura es
la ley pero es la ley), en Perú no sirve para nada, sólo da lustre a quien lo
emite porque parece “que sabe bastante”.
Los barcos chinos visitan copiosamente algunos puertos
peruanos y las autoridades nacionales se “olvidan” de exigir los sistemas de
ubicación que informarían dónde están, tiempo de estancia y con qué propósitos.
El silencio sospechoso está permitiendo la depredación de
pota y calamar en provecho de esas gigantescas naves arrastreras chinas que se
zurran y no cumplen con las ordenanzas marítimas de identificación y control.
A la par, pescan ilegalmente, depredan, esas especies importantes
para el Perú, pota y calamar.
¿Para qué sirve la tecnología si no se la establece en
aplicaciones útiles al país e implacables en su cometido contra cualquier clase
de corrupción?
Evitarlas mañosamente como hacen las naves asiáticas,
representa cientos de millones birlados al Perú. ¡Claro está, que los silencios
sospechosos, ayudan a la tarea inmoral!
Difícil refutar el axioma contemporáneo que establece que si
no publica su verdad, testimonio, documento, discurso, foto, propaganda o
filmación promocional o lo que fuere, simple y llanamente ¡NO existe!
Los diarios tienen su página web, las revistas ídem. Los
programas televisivos se alojan on line y ni qué decir de los radiales. Quien
se respete un poquito y entienda que esta es la cultura comunicacional de
nuestros días, busca en Internet y sus redes sociales toda clase de sucesos,
opciones de compra o supervisa quién será candidato a formar parte de su
plantel laboral.
En buena cuenta si
¡No publica, NO existe!
Y la polémica se enriquece con alternativas cotidianas.
Severo y riguroso fue Umberto Eco cuando sentenció sobre estas
opciones:
"Las redes sociales le
dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el
bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen
el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas.”
¿Qué pasa cuando lo que debe
publicarse, por razones de Estado, no se hace y maliciosamente se dinamiza esta
práctica corrosiva?
Las empresas o entidades del
Estado buscan referencias e informes en Internet, porque es tarea
imprescindible perseguir a los ladrones o depredadores.
Umberto Eco puede tener razón
pero ni todas las redes sociales están infestadas de idiotas puros, lenguaraces
genéticos o aspirantes a escritores que desprecian la ortografía y la gramática
que jamás aprenderán y no hay forma de descartar el recurso on line.
Basta con escoger buenos e
idóneos comunicadores que puedan, con apego indesligable a la verdad,
transformar el producto, la idea o el planteamiento, en una herramienta
comunicacional de alto voltaje en fondo y en forma.
El comunicador, y por fuerza el
operador burocrático del Estado, instala, merced a su inteligencia, el mensaje
cuyo único requisito constituye la certidumbre y probanza de su aserto.
Recordemos que en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.
Aquellos que navegan hoy por una
dirección y mañana por la opuesta, son pasibles de desconfianza y hasta de desprecio.
La coherencia también es indispensable en el comportamiento público.
Cuando el silencio es un crimen.
¿Alguien lo duda?