Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
26-11-2024
Cuando las multitudes duermen………
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La crónica diaria da
cuenta de múltiples ciudadanos muertos a balazos en enfrentamientos o ajustes
de cuentas en cualquier zona de Lima. El asunto pasa por un enfrentamiento de
bandas que, como en el Chicago de los 20, sorteaban sus diferencias ¡a balazo
limpio!
De un lado los
delincuentes, con y sin uniforme. Del otro, la civilidad inerme que ya sabe que
se puede salir muy temprano a trabajar. Lo que nunca es posible adivinar es si
todos retornarán, sanos y salvos, a sus hogares.
La multitudes resienten la
estupidización intoxicante de los miedos de comunicación. Todo lo contrario a
su rebelión, aquella que Ortega y Gasset, describió en un libro sobresaliente. Por
el contrario los cánticos triunfalistas y nuestros miles de millones en
exportaciones se esfuman apenas pasan los eventos.
Oleadas de maleantes
afincaron en Perú, importaron desde el exterior métodos desconocidos pero
sumamente mortíferos, malas costumbres violentistas para la coacción o el
asalto, e incurrieron en crímenes que enlutan familias enteras. A pesar que la
PNP está integrada por miles de efectivos entrenados, no puede combatirla
eficazmente.
La pregunta que ya muchos
se hacen es: ¿no puede, no quiere o tiene orden de no hacerlo? Imaginar las
pseudorazones nos llevarían a un borrador macabro y sucio.
¿Cómo puede aceptar el
país que unos mozalbetes usen armas de fuego, anden por las calles esparciendo
el terror que sus artefactos dan y ejerciendo el insano propósito de buscar
víctimas a quienes incrustar sus balas?
Una pregunta sencilla:
¿cuántas instituciones se preocupan de este fenómeno urbano que cobra vidas a cada
rato? De repente, como las organizaciones de nuevos gángsteres y sus gerencias,
sólo se ocupan de temas rentables y que den dólares o euros, vía tallercitos,
fórums y folletería mal hecha, este acápite de que son protagonistas elementos
del más bajo nivel, no es interesante y tampoco da recursos, por tanto es
deleznable.
En las épocas del
terrorismo violentista, las bombas se sucedían unas a otras con apagones,
voladura de torres, cuerpos despedazados, por largos años con predominio de
ocurrencias al interior del país.
El terrorismo fue conocido
por los capitalinos con, entre otros atentados, el de la calle Tarata, en
Miraflores, y el horror llegó descarnado y letal al imaginario limeño. El mismo
tinglado de sangre y fuego que ya ocurría durante más de 10 años al interior.
Como muchas otras cosas,
recién se empezó a calibrar el sesgo asesino del terrorismo.
Todos las violencias son
condenables y profundamente letales contra el cuerpo social de cualquier
pueblo.
No debe olvidarse la
violencia institucional que impide que uno obtenga justicia ante los tribunales
de justicia que no la imparten y que mandan presos a miles de conciudadanos.
Esa misma “administración” de justicia, condona deudas tributarias a empresas
transnacionales delictivas que no los pagan y que se hacen prescribir las
obligaciones.
Violencia es también
mantener con índices vergonzantes la salud pública, la educación con niveles
subterráneos y la desigualdad ante la sociedad que juzga, aún en nuestros días,
por el apellido, por su “decencia”, por la altura o el color de piel, marca de
auto o distrito de residencia.
La suma de esos signos
violentos y muchos otros más, se compendia en una lista de horrores y taras que
se hacen pasar como parte de “nuestra vida normal”.
¡Y que sigan las
balaceras! Hasta que uno de estos plomos nos acerque trágicamente a los sucesos.
En los años 30, el país
entero remecía en sus calles y plazas el enfrentamiento de grupos sociales que
tenían por banderas el antimperialismo, la nacionalización de tierras e
industrias, la protección de los recursos patrios, el nacionalismo como bandera
de insurrección perenne y no pocas veces las colisiones fueron violentas, parte
de esa violencia institucional en que vive Perú desde el mismísimo 1821 con la
independencia de los hijos de los españoles que dejó en sempiterna esclavitud a
vastos sectores mayoritarios del Perú genuino.
Mientras que las
multitudes ciudadanas duermen, el hampa incurre en su tarea depredadora contra
la sociedad. ¿Dónde están y qué hacen los líderes para presentar un combate
radical contra todo tipo de violencia?
Pretender que la PNP tiene
exclusividad en este combate, es un yerro monstruoso. Es la sociedad la que
debe intervenir e idear sus caminos de solución, para eso y otros temas como,
verbi gracia, un trabajo electoral unitario para desalojar a los dinosaurios
que ocupan el poder.