Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-8-2025
¡Cualquier invasión imperialista es INACEPTABLE!
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Sin excepciones
claudicantes o miradas al costado e hipocresía para no llamar a las cosas por
su nombre, toda invasión imperialista, armada o con taimados métodos, en
cualquiera de los países latinoamericanos, es simplemente INACEPTABLE.
Tambores
guerreros, soltados como balones de ensayo, son noticia de no pocos miedos de
comunicación y sobre el caso específico de Venezuela. Se refocilan algunos
bobos que “se justifica” porque en el país llanero hay un régimen que ha
traspasado los derechos humanos en muchas oportunidades y que ejerce la fuerza
desde el gobierno que preside Maduro.
Entonces, razonan
los de alma muerta: “bien merecido”. Reza el dicho: cuando las barbas de tu
vecino veas cortar, pon las tuyas en remojo. Convalidar, siquiera con timidez,
ya es una vergonzosa claudicación y es fletar que lo que aconteciera en
Venezuela, sea moneda común en cualquier otra parte al sur del Río Grande,
verbi gracia, México. O el canal en Panamá.
Enceguecidos y
muy bien pagados intelectuales de las organizaciones de nuevos gángsteres,
musitan en sus tesis, folletitos, volantes y ensayos que el imperialismo a la
vieja usanza de violencia con barcos y marines, ya es tema del pasado. El
mentís más rotundo será aquel que protagonice Washington DC, si se atreve Mr.
Trump a escoger esta vía tan desacreditada.
El imperialismo
no sólo no ha desaparecido, mutó, ya no envió tropas armadas pero sí técnicos y
expertos con IA, cartabones que siguen sus analistas de riesgos y finanzas y la
fuerza coercitiva de los dólares que vienen o se cortan según exégesis de los expertos.
O sea los gobiernos latinoamericanos tienen que cumplir requisitos o en lugar
de billete, ¡naranjas!
Otros
imperialismos, muy lejanos desde el Asia, llegan con sigilo y verbo contenido.
El trabajo sucio se lo encargan a elementos nativos, con y sin uniforme, y que
son capaces no solo de vender a sus madres, sino que hasta discuten el precio
de las coimas, sobornos, trámites tramposos y entonces se hacen de grandes
terrenos, accesos al mar, leyes que les facultan privacidad en áreas
estratégicas y donde el Estado peruano carece de cualquier autoridad porque es
¡propiedad y gestión de empresas privadas!
La lucha de los
imperialismos, hace años que escogió un ring, tabladillo de combate, al Perú.
Los asiáticos avanzaron con paciencia y fuerza, ingenio y aceitaron sus
desplazamientos con la funcionalidad de los siervos nativos que envían cartas
notariales a quienes tengan la valentía de cuestionar sus arremetidas
soterradas.
No es un fenómeno
que ocurra sólo en Perú, Chile, Argentina, Brasil, y otros países son escenario
de estos copamientos masivos y presencia in situ. No tienen armas pero sí
manejan bancos de inversión y adelantan decenas de convenios de intención y
protocolos de entendimiento.
De pasadita, la
quiebra de industrias textiles, obreros a la calle a hacer taxi o a trabajar de
ambulantes o profesionales de más alto rango, a chambear por la mitad del
sueldo porque “peor es nada”.
¿Se entiende que
la asonada militar, de ser el caso Venezuela, representaría una agresión
abusiva, retorno a los viejos métodos del gran garrote y al miedo social masivo
que carece de cualquier justificación?
¿Hemos escuchado
el rechazo de los clubes electorales respecto de amenazas que flotan en el
ambiente geopolítico latinoamericano? Lamentablemente, estos bufones están muy
apasionados por reyertas puñaleras internas y más “importante” para aquellos es
ser senador o diputado.
Lo trágicamente
divertido es que el país contempla cómo se acusan y se asesinan en raleadas
filas que NO conseguirán ¡ni un parlamentario! pero que sí volverán a
desaparecer del registro de organizaciones políticas del JNE.
¿Se puede esperar
que la Organización de Estados Americanos, aproveche la ocasión y de producirse
los actos criminales, condene al imperialismo, censure sus abusos y exija
respeto a los países latinoamericanos? Hay dudas al respecto y pertinente
recordar que dicho organismo hemisférico, alguna vez fue llamado “ministerio de
embajadas”.
La ocasión
resultaría muy rica en proyecciones en torno a un imperativo que encontraría
mucho más que justificación: la integración latinoamericana.
Nuestros países
“negocian” con los imperialismos en una soledad espantosa. Lo benéfico que
consigue uno, no equivale a que el resto también lo tenga por esta desunión.
Somos una Latinoamérica
que carece de problemas de idioma, de raza, de credo, los problemas sociales y
políticos, económicos y financieros, son básicamente los mismos. ¿Qué esperamos
para convertirnos en los Estados Unidos del Sur, la América Morena o la
Indoamérica que pensara y predicara Víctor Raúl Haya de la Torre?
Unidos todo lo
podemos, desunidos nada somos. Cualquier agresión a un país en nuestros
confines al sur del Río Grande, es una ofensa al pueblo continente
indoamericano.
Pero, eso es
fundamental, se requiere de hombres y mujeres de Estado, capaces de alzarse
sobre la miope visión localista y con el afán pedagógico de repetir la
sentencia bolivariana: Para nosotros la Patria es América.
Los amagos
militaristas, la exposición insolente de miles de millones de dólares
invertidos en barcos cañoneros, aviones bombarderos, armamento de corto y largo
alcance, debiera, si se vuelven sagaces los norteamericanos, convertir en
hospitales, infraestructura, carreteras y en grandes convenios de desarrollo
con la creación de puestos de trabajo y una continuidad productora y
benefactora para millones de personas.
A la par, la
lucha contra el narcotráfico es fundamental. ¿Qué país tiene la mayor masa
consumidora de estos venenos? Hay que atacar ese mercado que estimula que
grandes bandas criminales produzcan miles de toneladas de drogas, involucrando
a la gente en el negocio sucio.