Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
27-8-2025
Corrupción, esa epidemia
https://senaldealerta.pe/corrupcion-esa-epidemia/
Si la epidemia de la corrupción nos acompaña desde siempre,
más de 200 años, de la historia republicana y no la hemos visto amainar sus
pérfidos cometidos, bien vale la pregunta: ¿podemos aspirar a tener algún día
un Perú limpio, justo y digno?
Una encuesta, la más elemental, arrojaría guarismos muy
desalentadores y ánimos flacos y raquíticos para pulverizar esa epidemia de la
corrupción.
Lo insólito, y tema obligado para reflexión-acción, es que
en Perú brotan los manantiales de la corrupción, apenas se agotan los más
conocidos. Si se roba en una obra, hay la chance de hacer lo propio en la
próxima licitación pública y etc.
A los gatos los meten de despenseros en esta nuestra
desafortunada nación. Insignes bandidos, hábiles en la estafa y en toda clase
de trampas, son ministros o altos gerentes de las empresas del Estado. Ganan
por S/ 10 mil y gastan por S/ 50 mil. ¿De dónde pecata mía?
Si la corrupción, pobredumbre, caos, desorden y alboroto,
gobiernan en Perú, desde las altas magistraturas hasta el último burócrata del
Estado, es porque el ADN esencial de la ciudadanía, a lo largo de la historia,
contiene el mal.
Desde la génesis de la vida llamada independiente, inclusive
antes en la colonia, no hay época ni tránsito ciudadano que no camine por los
torcidos senderos de la corrupción. Presidentes, alcaldes, prefectos,
hacendados, capataces, dueños de haciendas o empresas explotadoras, todos se
muestran felices por sabotear el esfuerzo y hacerse más ricos sin mucho tesón.
Y para impartir justicia, desde antaño como hasta hoy, los
grupos de poder, educaron a sus abogángsteres, burócratas, parlamentarios,
gerentes y operadores, y los inocularon al cuerpo del Estado de forma tal que
gobernaban sin haber sido elegidos y robaban y roban como suertudos
afortunados.
En el período 1990-2000, se asentó una cofradía, patota,
organización de organizaciones, que ubicó a sus expertos alfiles en el Banco
Central de Reserva, en todos los ministerios, en la judicatura y sus numerosos
intersticios. La savia del funcionamiento del Estado peruano reconoció la mano
profesional de rateros al por mayor y delincuentes sin vergüenza alguna.
Y no es que antes no se hallara la pista de múltiples
latrocinios, ese decenio contó con el silencio de las instituciones, la mirada
al costado de los llamados a poner fin al robo y numerosas campañas de
estupidización colectiva, mostraron vírgenes que lloraban, asesinatos sin
autores, milagros sin santos y expoliaciones sin culpables terrenales.
El fujimorismo, esa organización de la que han sido socios
políticos y delictivos personajes que aspiran a ser senadores y diputados,
requiere un combate recio, con ideas y con altura de la que ellos carecen.
Caterva de réprobos, sus millones sucios apisonan una presencia nefasta en la vida
del país.
¿Bastarán los castigos, si alguna vez llegan a aplicarse,
para decapitar la corrupción? Me temo que la respuesta, infortunadamente, es
no.
La corrupción en Perú es un monstruo de cabezas incontables,
veneno hasta hoy imbatible y demasiado potente para con los débiles que navegan
orondos en aquella.
Mientras que en los hogares los padres no den el ejemplo y
olviden eso de hacer trampas, o criolladas, para evitar el camino correcto,
persistiremos en una siembra, cultivo y crecimiento de la corrupción.
Si la corrupción funciona es porque el habitante de a pie,
la consiente y la hace suya con esa resignación boba que exclama: “así son las
cosas, ¿qué se va a hacer?”. Semejantes renuncias y claudicaciones son el atajo
fácil y el camino desvergonzado a mirar cómo se pudre el país cuesta abajo la
rodada.
Las pretendidas escuelas de gobierno, los clubes
electorales, alias partidos, han perfeccionado el adiestramiento de los futuros
asaltantes del gobierno central, los provinciales, las alcaldías, todas las
instituciones. “¿Cómo es la mía?” parece ser su lema de combate.
Haya de la Torre murió en casa fraterna pero ajena el
2-8-1979. Hizo presidentes, diputados, senadores, alcaldes, ayudó y orientó
multitudes. Cobró mensualmente en la Asamblea Constituyente S/ 1 (un sol) y su
única riqueza fueron los libros. Por desgracia, algunos que se reputan sus
seguidores son notables pero por sus uñas largas y codicia palurda.
Que se sepa nunca se encontraron posesiones indecorosas al
ex presidente Fernando Belaunde.
Por tanto, para emplear un término más o menos actual ¡hay
que viralizar, la honradez, la austeridad, la ambición sana de sortear las
dificultades pero con limpieza en el juego y en la vida pública!
Los jóvenes necesitan tener motivos para quedarse, trabajar
en el Perú, hacer su vida y con la esperanza que serán las generaciones
venideras las que continúen un camino exitoso y pulcro. De otro modo ¿no hemos
visto que casi 500 mil muchachos, se fueron en los últimos 36 meses?
He allí el reto de la vida peruana, el acertijo que hay que
descifrar para dejar de ser parias y desadaptados que mostramos al mundo
nuestras taras más aberrantes y criminales.