por Herbert Mujica Rojas
16-6-2009
La frontal pregunta de Luis Alberto Pacheco reta sin ambages. No hay
duda en el cuerpo de su artículo. Por el contrario señala
responsabilidades, no elude las que corresponden al colectivo popular
e inclusive endereza no pocas críticas a múltiples irresponsables. Es
cierto, ¿cuándo aprenderemos a ser ciudadanos y no rebuznantes
seguidores de masas informes que se mueven ora violentas ora
pacifistas sin objetivo ni plan o proyecto integral, es decir como
país geopolíticamente entendido e instalado en el corazón de sus
habitantes? Urtica el cuestionamiento pero integra esa maraña sin
respuesta que Perú posee como parte de su ADN social tan intrincado,
misterioso, de embelecos por millones y meandros ignotos. ¿Quién lanza
la primera piedra? Leamos al profesor Luis Alberto Pacheco. (hmr)
¿Cuándo aprendemos a ser ciudadanos?
por Luis Alberto Pacheco; luisitopacheco@hotmail.com
http://www.voltairenet.org/article160638.html
En principio, todo el mundo reclama que los famosos decretos
legislativos no fueron consultados por el gobierno al pueblo
amazónico. Pero, ¿y qué ley de las que ya tenemos es o fue preguntada
antes para que entren en vigencia? ¿Es que acaso vivimos en una
democracia griega de consulta permanente sobre las normas jurídicas de
un país? Y, claro, se podrá decir que con las respuestas tácitas que
vienen a las cuestiones soy muy formal y se me va de lado el aspecto
social de lo regulado. Sin embargo, yo digo que no es así, porque si
hay consulta popular cada vez que se va a dar una norma: esa consulta
está en el Congreso de la República, donde están, justamente, nuestros
representantes. Para eso los elegimos, para que nos representen. De
ahí el sentido de la democracia representativa.
De modo que cuando se cuestiona por qué no se consultó antes al pueblo
amazónico para que entren en vigencia esos decretos, carajo, ¡vayan a
reclamar a sus congresistas, sobre todo a los nacionalistas, grandes y
tremendos defensores de esa pretérita y retrógrada democracia griega!
¿Dónde estuvieron antes y después de la promulgación de las normas
esas? Y, así, vayan a bloquear las calles de las entradas a sus casas
y a matar a los guachimanes que las cuidan, pero que no frieguen
bloqueando las carreteras del Perú y matando policías inútilmente,
porque eso, finalmente, no le friega a Alan García -quien es
finalmente el blanco de todos estos ataques-, friega al Perú.
Yo creo que lo que sucede es que, lamentablemente, aquí ocurren dos
cosas: i) como bien le llama Herbert Mujica Rojas, el Congreso aquél
es un establo; y, ii) el Perú es un país integrado mayoritariamente
por monigotes.
Ahora bien, en cuanto a lo primero, y repensando la cosa, me parece
que el Congreso es mucho menos que un establo. Y es que un establo
tiene, al menos, un vaquero manejador. En el Perú, ¿quién es ese
vaquero? ¿el pueblo? ¡Para nada! Y si no es él, ¿quién? ¡Nadie!
El Congreso es un chiquero donde parasitan chanchos que comen bien,
pero que viven en la misma confusión sin que nadie los controle. Es
decir, auténticos perdidos.
Pero la culpa es, y con esto redondeo la cosa, de los propios
peruanos. Caracho, ¿cuándo demonios vamos a aprender a ser ciudadanos?
O sea, ¿cuándo cuernos vamos a entender que somos sujetos de derechos
y de obligaciones y que por sobre nuestros intereses particulares,
étnicos, laborales, políticos, existe, o debe existir, un compromiso
con lo mayor que es el cumplimiento de un thelos, un proyecto nacional
único? ¿Cuándo comprenderemos que si no captamos esto seguiremos
teniendo un chiquero por Congreso y que, después, como hordas y
mesnadas de imbéciles seguiremos gritando "¡no se ha consultado al
pueblo por la vigencia de esta ley!", cuando esa consulta ya debió ser
dada antes en el plano congresal? ¿A qué grado de estulticia más bajo
puede llegar el peruano de término medio común justamente porque ni es
ciudadano ni sabe que debe serlo? ¿O cómo serlo?
Por otro lado, el gobierno, tampoco santo, permite que cosas como las
que hemos visto sucedan, olvidando el sentido magisterial de la
política que Haya de la Torre reclamaba históricamente para el país. Y
Alan sabe bien lo que está haciendo.
Yo sí soy un partidario de la violencia, pero de la violencia
revolucionaria. De aquella de la que Heráclito decía "Polemos rex
pater panton" ("la violencia es padre y rey de todo"), y Marx lo
repetía reescritamente con su célebre "La violencia es partera de la
historia". Creo en la verdad de estas sentencias, porque son expresión
real y viva de la dialéctica social. La historia es mater et magistra
en esto.
Y bien sabemos que en otro tiempo –como sucederá después, nuevamente–
todos los veteranos de este país ejercimos dicho tipo de violencia.
Yo, por ejemplo, no me arrepiento en absoluto de ello (tal vez porque,
más allá de los heridos que pudimos, necesariamente, como efecto
concomitante, generar, no cargo el peso de ningún muerto, ni
asesinado, en la consciencia). Personalmente, militando en el ARE
ROJO, estuve al frente, con otros varios compañeros -algunos de los
cuales cayeron en la lucha-, de un destacamento juvenil que resistió a
SL, sobre todo, y al MRTA, primero, desde la UNCP (sin ser comando
paramilitar ni nada por el estilo, y menos comulgando con RF), en su
tiempo, y que enfrentó a la dictadura, después, desde la UPLA, durante
los noventa. Pero en dichas ocasiones habían –y debo reconocerlo así–
hechos que justificaban el accionar violento, pero políticamente
organizado que correspondía a ese momento histórico.
Lo de hace dos semanas, sin embargo, no ha sido más que el ejercicio
de la brutalidad y de la estupidez, venida de todas partes, que ha
conllevado a la muerte absurda de tanta gente. Nada justifica esos
hechos. Pero tampoco nada justifica que el ciudadano amazónico pueda
ser tan testarudo y primitivo de visión política. Se dejaron usar por
todos y ahí se tienen las consecuencias de estos días.
Creo que nadie puede decir que ése fue el resultado de algún tipo de
heroica lucha nacionalista o étnica. Ahí no ha habido nada de eso.
Sólo ha habido uso de parte de agentes políticos internos y externos
en contra del gobierno, de Alan García y de la democracia que
tibiamente se va aún construyendo en el Perú. Por eso, las marchas y
contramarchas, de rechazo y de apoyo, respectivamente, sólo
constituyen un número más en este circo de pre-estreno de 28 de julio,
con función de largometraje.
Tal vez disientan de mi posición. Seguro que sí. Pero creo que no
podrán negar que en el Perú nada se puede esperar mientras
mayoritariamente el pueblo siga, como señalaba Sartre, estupidizado
por el arma fundamental de la clase dominante: la (des) educación; ésa
que logra que mientras en la selva norte del país todos lloran por sus
muertos, y en otras ciudades del Perú, familias enteras lloran por sus
jóvenes policías desaparecidos, en Lima, como en Huancayo, la vida
continúe sin más preocupación por el hecho, que lo que nos inquieta
saber cuánto debe el vecino que tiene su tienda al lado de la casa, a
la SUNAT.
Albert Einstein decía que sólo sabía de dos cosas infinitas: la que le
correspondía al universo, y la que le era connatural a la estupidez.
Pero agregaba que de la primera no estaba tan seguro. Yo creo igual
que Einstein. Y lo sucedido en el Perú, durante estas tres semanas
pasadas, confirman, otra vez, mi identificación con su pensamiento y
con el reconocimiento del carácter infinito de esa estupidez nacional
y colectiva que aquí maldigo.
Digo sí con González Prada: ¡Rompamos el pacto infame y tácito de
hablar a media voz!
No comments:
Post a Comment