Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
19-5-2023
Ley “mordaza” es represiva
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De aprobar el Congreso la ley “mordaza” que amplía el
espectro represivo por supuestos delitos contra el honor, habrá incurrido en un
mayúsculo retroceso. Y el tema es dictado por el miedo.
En Perú los jueces rara vez dejan de admitir las querellas
por difamación y casi siempre con su “apellido”, difamación agravada.
¿Persiguen los demandantes proteger su honor ante las
denuncias o pretenden una cortina de silencio sobre sus zarpazos al aparato del
Estado y con cualquier gobierno?
En nuestro país por “quítame esas pajas” uno termina
querellado y las malas artes no están ausentes: abogados insistentes, con
influencia y amistades al más alto nivel, influyen bastante en los jueces al
momento de dar sus sentencias.
Aunque sea por motivos más bien tontos, sólo pisar un
juzgado penal produce desazón y la alternativa de la cárcel, siempre está
presente.
¿Cuál el espíritu de la ley “mordaza”? Una confesión amplia
que el miedo también hace presa de quienes saben que están robando bajo
diferentes formas y que necesitan espantar a esos hombres de prensa que no
hesitan en denunciar tales actos.
Por tanto, en un régimen con predominio de los desaciertos
múltiples de un Congreso mediocre, una dinámica represiva disfrazada de
garrulería abogadil, se hace necesaria para los poderosos.
Me tocó asumir mi puesto de acusado en algo más de una
decena de juicios penales. A la empresita que me demandó no le gustaron mis
críticas a su endeble posición financiera inicial ni cómo habían logrado la
concesión del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez.
En otros casos reguladoras también hicieron lo suyo y me
sentaron en el banquillo de los acusados.
Una viceministra de Transportes, me demandó y la pobre
terminó en el ridículo más espantoso porque se descubrió que sus asesorías en
Ecuador habían terminado en la pérdida de millones de dólares, gracias a sus
torpezas monumentales.
Por supuesta falsedad genérica fui enjuiciado por Migraciones.
Y es aburrida la contabilidad de casos en que casi todos
alegaban mis supuestas difamaciones agravadas.
Lo cierto es que salí bien librado luego de largos años de
marchas y contramarchas, los demandantes quedaron sin soga ni cabra pues las
supuestas difamaciones agravadas no eran tales sino expresiones formuladas al
amparo de investigaciones y documentos reales y muy serios.
Recuerdo una anécdota divertida que ocurrió en una
conferencia que dimos en simultáneo en la Facultad de Derecho de la Universidad
San Marcos: Raúl Wiener (+), Angel Páez, Manuel Dammert (+) y quien esto
escribe.
Todos teníamos en común multitud de juicios y querellas por
difamación agravada.
Pero, la excepción resultó Angel Páez quien socarronamente
dijo en su perorata: “algo debo estar haciendo mal porque hasta ahora no me
enjuician”. Las carcajadas fueron unánimes. Y esto ocurrió varios años atrás.
La verdad de la milanesa no es otra que reprimir a los
hombres y mujeres que denuncian en defensa de la cosa pública porque pertenece
al Perú.
No pocos funcionarios públicos, de tanto abusar de su
posición de dominio, han llegado a creer que pueden cruzar las puertas de la
legalidad y encima gozar de lo delictivamente obtenido sin lugar a protesta.
Perú tiene algo más de 200 años de república y en esas dos
centurias el robo y asalto al Estado, han sido constantes abominables cuyo
examen debe formar parte de la Enciclopedia de la Corrupción en Perú, a publicarse
más adelante.
Los funcionarios inmorales no están solos. Jueces al peso,
cuyas sentencias se compran en dólares, euros o bitcoins, también forman parte
del esquema corrupto que ahoga al Perú.
A la mayoría tan gris que habita el Congreso no le basta el
papel vergonzoso de golpista contra Pedro Castillo o de no denunciadora o
investigadora de las decenas de muertos a balazos en las protestas de meses
precedentes.
Ahora quieren asegurar que los periodistas sepan qué les
aguarda si “se pasan de la raya”. Mientras que la despenalización es mundial,
aquí retrocedemos por el capricho soberbio de una gavilla de maleantes que
dicen producir “leyes”.
¿Será el miedo un freno contra los intentos de construir un
Perú libre, justo y culto, a través de la denuncia bien sustentada y presentada
con valentía contra la corrupción?
“Tomar a lo serio cosas del Perú. Esto no es república, es
mojiganga”, advertía severo Manuel González Prada.
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