Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
21-1-2023
¡Renacen ilusiones por un Perú libre, justo y culto!
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No hay, y –aparentemente- nadie se lo ha propuesto, solución
de diálogo, ad portas. Los del gobierno autista de Dina Boluarte están
encerrados en su incomprensible terquedad. Y por el lado opositor, tampoco se
vislumbra unidad de criterios y disciplina de demandas.
El tiempo, ese factor incontenible, juega a favor de quienes
tienen el poder y la licencia del armamento, una prensa concentrada, vasalla,
servil y que propaga el discurso oficialista que no engaña a nadie pero que es
el único impreso, radiado y televisado.
Los protestantes llegaron, sobre todo del sur y altiplano y
marcharon provocando las más disparatadas tesis de la Inteligencia diminuta que
está detrás del discurso gubernamental. El incendio que ayer viernes TODOS los
medios atribuyeron a los jóvenes en las calles, fue revelado como de autoría de
la PNP. Así lo dijo el dueño del predio.
Pero hay hechos que no pueden pasarse por alto.
La solidaridad y empatía con los compatriotas sureños, fue
impresionante.
Poco o nada importan los epítetos y dicterios desopilantes
de los limeños hijos de provincianos contra los hermanos en las calles. Esas
fabricaciones de mentes perversas quieren negar su origen que es más fuerte que
sus graznidos.
Dos universidades abrieron sus puertas y alojaron a decenas
de estudiantes que encontraron un techo y un recodo fraternal.
Desde hace algo más de cuatro décadas la ilusión no florecía
en Perú.
¿Y quién o quiénes cercenaron esas esperanzas?, ¿acaso
enemigos foráneos o invasores?, ¿pestes o enfermedades masivas?, ¿alguna plaga
de las bíblicas y letales? No. Nuestros desvergonzados y mayores enemigos son
los de casa.
¿Qué hicieron los políticos (o los que suelen llamarse a sí
mismos como tales)?. ¡Todo lo contrario! Vía el discurso florido, pleno en
lugares comunes y promesas baratas, envilecieron el teatro de las posibilidades
que es la política y la constriñeron a un diálogo de vulgares y demagogos.
Uno de ellos, pusilánime y proditor, a sabiendas que su
“oratoria” ya no calaba ni convencía, optó por meterse un tiro. Pero años de
años fue pilar de la destrucción política del Perú y la pulverización del gran
partido que fuera antes el de Haya de la Torre.
¿Y qué decir de los que han vivido de la cansada ubre del
Estado y sus sucesivos gobiernos desde hace 200 años?
Los vagos y sanguijuelas explotaron en sus fobias racistas y
en su pretendida superioridad intelectual afincada en diplomas universitarios,
grados académicos que no han podido disimular el saqueo del dinero del
contribuyente. La estadística anuncia que rateros de cuello y corbata
predominan en la maquinaria expoliadora del país.
Ha bastado que una nueva promoción de jóvenes y veteranos,
en abrazo generacional renovado y creativo desde el sur y en Lima, sembraran
otra vez la ilusión, avivaran el fuego de la inteligencia y reivindicaran con
pasión la historia rebelde y combativa del pueblo, para hacer renacer la llama
votiva y perenne de tener fe en los destinos superiores de un país que antaño
fuera capitanía política brotada desde el incario, a buena parte del
continente.
Es imprescindible un entendimiento meridiano y todos tienen
que ceder. Los extremismos sólo favorecen al destructor tanto al de la derecha
bruta y achorada, cuanto que al petardista derrotado militarmente hace muchos
años aunque sus fantasmas llenen de pavor a no pocos miserables.
¿Deber de quién o quiénes? De todos los hombres y mujeres no
sólo de buena fe, sino de una genuina voluntad de acero capaz de equivocarse
para volver a empezar sabiendo que las nuevas juventudes merecen no el
espectáculo de pobreza espiritual y garrulería festiva contemporánea, sino
actitudes y determinación para edificar un país casi en ruinas morales y
políticas.
Los pobres de espíritu, los que defienden con uñas y garras
su “paz” y comodidad, seguirán despreciando e insultando.
Una pregunta de corte siniestro ronda en la reflexión. ¿Cómo
sí se evitaron los disparos letales que en las últimas cuatro semanas costaron
la muerte de más de 50 peruanos?
¿O es que el designio criminal fue escarmentar a quienes
piensan distinto?
Frente a ello, ni pizca de arrepentimiento, sólo
autosuficiencia y soberbia.
No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo –en este caso el
organismo social del Perú- que lo resista.
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