La “burrocracia” en la Biblioteca Nacional
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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14-11-2022
En el país nuestro, cualquier institución estatal a la que
usted recurra por algún motivo, casi nunca encontrará allí a un servidor
amable, o a un compatriota cordial, mucho menos a un prójimo atento, sino,
cuando apenas se asome a la entidad adonde ha ido obligado por las
circunstancias o a cumplir con sus deberes, le saldrá un humanoide con rostro de
desgano, le recibirá un antropomorfo carente de modales, simulará atenderle un
autómata con complejos de ser amo, dueño y señor de la institución.
De modo que, si quiere que su trámite, gestión o diligencia
no se detenga, se postergue o se interrumpa, no le quedará sino, soportar sus
caprichosas preguntas, someterse a sus antojadizas decisiones y resignarse ante
sus arbitrarias determinaciones. Pues, quienes viven succionando la ubre del
Estado, no entienden de servir al país, la ciudadanía ni al prójimo. Ellos,
sólo piensan en sus deglutidores estómagos.
Unos días atrás, mi editora acaba de ser rozada por ese
fétido espumarajo que cotidiana y consuetudinariamente emana de la mayoría de
las instituciones estatales, entidades aquellas, que hoy más que nunca, están
atiborradas de muchos parásitos, de decenas de ganapanes y de cientos de
chupópteros.
Aunque quizá no sería raro, extraño ni sorprendente, si es
que ese hecho se hubiera originado en una entidad donde se tramitan licencias
de negocios, certificados de emprendimiento, autorización de creación de
empresas. Pues es sabido que en esos organismos muchos requieren ser “aceitados”.
Pero cuando la insolencia, el cretinismo y la necedad brotan de una institución
que tiene que ver con la cultura y los libros, ya resulta, no sólo insólito,
sino además, indignante y lamentable.
Pues, mi editora, cumpliendo con la Ley del Depósito Legal que exige que todo aquél que edita un libro
debe entregar a la Biblioteca Nacional
del Perú el número de ejemplares establecidos en la norma, envió a través
del correo Serpost, los libros que correspondían entregar a la Dirección de
Depósito Legal de la BNP.
Algunos días después de que había hecho el envío, el Serpost
le comunicó a mi editora, que con el argumento de “no saber” el número del
Depósito Legal destinado al libro editado, los libros correspondientes al
Depósito Legal no habían sido recibidos en la oficina de recepción de la
Biblioteca Nacional.
Entonces, para que los volvieran a llevar de nuevo a la BNP,
mi editora le precisó al personal de Serpost, que en la etiqueta adherida al
paquete de libros, estaba claramente consignado, tanto la Dirección del
Depósito Legal a que estaba dirigida, como también el número de Depósito Legal
otorgado al libro publicado.
En efecto, en la etiqueta pegada, advirtieron que
literalmente decía: «Biblioteca Nacional
del Perú / Dirección de Depósito Legal y ISBN / Depósito legal N° 2018-19670».
Consecuentemente, el personal de Serpost nuevamente volvió con el paquete de
libros a la oficina de recepción de la BNP. Pero como allí las acémilas no
saben leer, los jumentos no entienden de libros y los roznos carecen de juicio,
otra vez adujeron el mismo argumento anterior, volvieron a alegar el mismo
motivo, paporrearon nuevamente el mismo paralogismo, y se negaron a recibirlo.
Por tanto, Serpost no hizo sino remitirlo a la oficina de mi editora.
Espero que la jefa de la BNP doña Fabiola Vergara Rodríguez
se entere de que la acémila que funge de recepcionista en la mesa de partes de
la BNP, no le permitió a mi editora, cumplir con la Ley 26905, referida al
Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú, a pesar de que los datos que
exigió del libro editado –además de estar ya registrados en la propia Dirección
de Depósito Legal e ISBN de la BNP–, no sólo habían sido consignados en el
paquete de libros, sino también, podían verificarse en la página de créditos
del propio libro.
También, debe de entender doña Fabiola, que si no pone orden
en la institución que dirige, la “burrocracia” parasitaria, nesciente e
iletrada que no ama los libros, ni tiene idea de la Biblioteca, y que tampoco
entiende los objetivos de la BNP, en lugar de contribuir a la preservación y
conservación del patrimonio bibliográfico nacional como memoria del país, lo
que hará no es sino, perpetrar acciones y tomar decisiones en desmedro de la
propia institución. Pues, los ignaros bibliófobos que brotaron de entre las
malezas no tienen ideales ni convicciones, puesto que carecen de nobleza
humana.
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