La hora de la sociedad civil
por Joan Guimaray; joanguimaray@gmail.com
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20-10-2022
Démonos cuenta de una vez por todas. Los problemas del país entrañablemente
nuestro, ya resultan ser demasiado graves. Los conflictos de la patria, ya son
exageradamente extendidos. Los males del Perú, ya se notan excesivamente profundos.
Y, también entendámoslo con absoluta claridad. La solución
de estas agudas dificultades que padecemos, ya no le conciernen únicamente a
los “políticos”, los juristas o a los “entendidos”. La cura o la sanación de los
generalizados males, ya no atañe sólo a los pocos republicanos, ni a los
escasos estadistas, tampoco a los rarísimos compatriotas de buena fe. Pues no.
La solución de estos enraizados problemas del país, sin
ninguna duda, ya pasa por la inexorable reacción de la propia sociedad civil. Las
dificultades de las que actualmente padece el Perú, ya son muy profundas y
demasiado extendidas que ya no sólo son asuntos que deben de ser resueltos por
los “políticos” y los juristas, sino por todos nosotros.
Es decir, ya nos corresponde encararlos con ideas. A la
sociedad civil nos toca afrontarlos con pensamientos. Es hora de la responsabilidad
de la que nadie debe sustraerse. Es momento del deber moral al que nadie debe eludir.
Es tiempo de la obligación ética que nos exige enfrentarlos con sano juicio, no
sólo por nuestro propio porvenir, sino principalmente, por el futuro de los nuestros.
No nos olvidemos que fuimos nosotros como sociedad civil, los
que engendramos, incubamos y propagamos todos los males de los que ahora el
país padece. Toleramos la hipocresía por comodidad, soportamos la indecencia
por tranquilidad, aguantamos la pillería por indiferencia. De modo que, sin
extrañarnos, sorprendernos ni admirarnos, admitamos con fría serenidad, que
todos los protagonistas de males que flotan ante nuestros azorados ojos, no han
sido procreados sino, por esta misma sociedad de la que somos parte, y todos
los vicios que emergen ante nuestras miradas, han crecido a la sombra de
nuestra indiferencia y han aumentado bajo la penumbra de nuestra tolerancia.
Precisamente por eso, el presidente que tenemos y que
seguramente nos merecemos, es uno de nosotros. Su entorno al que condenamos y
defendemos, salió de nosotros. Los “niños” del Congreso que negocian de
espaldas al país, son parte de nosotros. Los pícaros “políticos” que son
candidatos por un partido en una elección y por otra organización en la
siguiente contienda, son de los nuestros.
Los taimados juristas que abusan de paralogismos, los
bribones jueces que emiten sentencias de acuerdo a sus filias y fobias, los
venales fiscales que abusan de sus competencias, los torcidos policías que
deshonran el uniforme, los cleptómanos alcaldes que desfalcan las arcas
municipales, los chapuceros reporteros que estropean el idioma, los remolones
empleados públicos que parasitan en sus puestos, son parte de nuestra sociedad.
Y, aquellos que fueron a la universidad no en pos del saber
y del conocimiento, sino para obtener de cualquier modo el título que les ayude
a ganarse la vida, ya sea como médicos, abogados, ingenieros, psicólogos, periodistas,
profesores, o “profesionales” de otras ramas, son también de los nuestros. Y
también, de los nuestros son: los irrespetuosos conductores que se pasan la luz
roja, los jóvenes carentes de nociones urbanas que afean las ciudades, las personas
que creen que los parques y las áreas verdes se han construido para retretes
perrunos y los vecinos que alteran la tranquilidad con sus ruidos, sonidos y
escándalos.
Que tampoco se nos olviden, muchos empresarios que no
cumplen con honrar sus deudas tributarias, muchas empresas mineras que no cesan
de contaminar las aguas de ríos y lagunas, muchos evasores de impuestos que no
piensan en el Perú, y todas aquellas autoridades ventrales que no tienen ideas
de país, ni nociones de república, son de los nuestros. Pues, todos ellos que
generan problemas y originan males cotidianamente, son parte de la sociedad
peruana.
Por tanto, frente a los generalizados problemas, propagados males
y extendidos vicios, ya no queda sino decir con absoluta claridad, que es hora
de la sociedad civil. Es momento de mirar con agudeza, pensar con rigor, idear
con sobriedad, plantear las soluciones estableciendo en orden de prioridades y
partiendo desde las causas.
Y en esa lógica, qué duda cabe, empezar por cambiar las
cabezas mal organizadas, tarea que debe de iniciarse con una gran cruzada por la
educación, aquella que es distinta de la instrucción, ésa que enseña a pensar,
sentir, crear y desarrollar la esencia humana.
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