Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
2-2-2013
¡La parca no me quiere! (aún)
http://www.voltairenet.org/article177359.html?var_mode=recalcul
El cruce de la residencial calle Trinidad cuadra 3 con Av. La Floresta cuadra 1, Chacarilla, San Borja no es el mejor escenario para choque de autos. Y hay que ser muy bobo para colisionar o estar distraído o que uno de los conductores embista al otro. Pues bien, el jueves 30-1, a las 5.45 pm. una camioneta Kia destrozó la puerta de un Hyundai. Al conductor del Hyundai -es decir a quien esto escribe- a pesar de la puerta siniestrada y millones de esquirlas adheridas a la película instalada desde que se compró el cuatro-patas, NO le pasó nada salvo el aturdimiento de los primeros 40-45 segundos. Es evidente que la parca no me quiere. (Aún).
Dicho sea de paso que ingresé a la categoría cívica de bobos que chocan o son chocados en el lugar de la referencia que, como dijeron los policías, pertenece a la jurisdicción de la Comisaría de Chacarilla. También es pertinente para esta historia subrayar que todos los trámites son gratuitos y así lo dice el letrero muy vistoso de todas las dependencias policiales.
Orientados por el procurador de la compañía de seguros fuimos los protagonistas de esta cró nica a la Comisaría, allí nos indicaron que debíamos pasar, por la magnitud del choque -siete paños siniestrados- el dosaje etílico y de sangre y eso se hizo en la Av. Olguín y para tal efecto debí pagar la suma de S/ 42.00. Lo de gratuito empezaba a parecer ironía pero lo real fueron las burbujitas que produje por una cañitas y la aguja horrenda que me clavaron allí.
Devueltos a Chacarilla hicimos fotocopias de los principales documentos y con dos oficios debíamos ir al peritaje técnico y volver en los días siguientes para la Manifestación. Hay que decir que dicho trámite tiene un costo de S/ 38. ¿Gratuito no era que decían los letreros?
No sé si en los microsegundos en que se produjo le embestida miré a la derecha y no vi a la camioneta que venía por la izquierda, lo que sí sé es que mi puerta quedó hecha un acordeón y su vidrio respectivo, en innumerables fragmentos. Ciertamente -y por eso puedo noticiar a usted amable lector- quedé vivo y sin ningún rasguño o golpe. La barra de seguridad me salvó.
Estos sucesos se pueden contar con escasísima frecuencia. Cuando la vibración siniestra de los hechos vi a las personas más cercanas e imaginé que era la última vez. Me acordé, también y soy honesto, de a quienes debo y con quienes siempre he cumplido aunque sea a puchos y con demoras; hice reminiscencia de mi modesta vida y creí francamente que allí acababan mis aventuras. Para algunos, felizmente, no ha sido así y la reposición de sus alforjas seguirá su curso esforzado e indetenible.
El materialismo supera cualquier espiritualidad. Doy fe de eso. A 72 horas del hecho, los propietarios del auto Hyundai y que conducía, siguen preguntándose con obsesión reiterativa ¿cómo pude hacerles eso? Como si hubiera escogido calle, hora y lugar para que me embistieran. No importa que haya ofrecido pagar el deducible que exige la compañía de seguros, algo así como US$ 200 criminales billetes. Para aquellos soy culpable y tampoco interesan ni mi relato y tampoco que haya salido indemne.
¿Podrían creer que en ningún momento fui inquirido por golpes, lesiones, cortes, fracturas o raspones? La verdad fría es que los dueños no se tomaron la molestia de preocuparse sobre mi integridad física. ¡Bah, lo que importa es el Hyundai y punto!
Quiero dar gracias a la vida que me ha renovado el pasaporte con un susto y ningún daño o golpe letal.
Quiero renovar mis votos con la vida y ofrecer a quienes algo tienen que reclamarme (no son pocos) que voy a cumplir todas mis obligaciones.
Deseo solicitar a los que me han ofrecido correcciones de libros, participación en revistas y proyectos editoriales, trabajos varios, celeridad en estas dinámicas que hay alguna capacidad y experiencia que aportar a cambio del justo reconocimiento de pago como en cualquier trabajo. Habida cuenta del relato, todo esto es más urgente que nunca.
Luego que pensé -pude hacerlo aunque usted no lo crea- sobre cómo se salta de la vida a la muerte y deduje tras esos 45 segundos príncipes que no era llegada mi hora, he decidido vivir la vida con más pasión, con esfuerzo superlativo y mejores y más optimistas ganas de contribuir a la forja de una Nación libre, justa y culta. Ciertamente lo mío es apenas un granito cuasi insignificante de arena, pero allí está en esa dirección.
Solo tengo que trabajar, trabajar y trabajar.
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