Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
1-7-2025
¡Males eternos, mondos y lirondos!
https://senaldealerta.pe/males-eternos-mondos-y-lirondos/
¿Se sorprendería un peruano del siglo XIX o del XX al
contemplar la violencia, desorden, caos y corrupción en el Siglo XXI? Los
ancestros dejaron como herencia la habilidad para el robo y los mandones jamás
agotan sus impulsos dictatoriales.
Semana tras semana, la crónica nos revela el
“ajusticiamiento” de alguna persona que atrajo sobre sí, por razón de su
quehacer o conocimientos vastos, el odio y la malquerencia de asesinos selectos
y francotiradores sin fallas.
“¡Aquí no pasa nada!” fue una de las sentencias más
interesantes que gustaba repetir el recordado locutor deportivo Humberto
Martínez Morosini.
En la antípoda social, es lo inverso: ¡aquí sí hay
zafarrancho permanente!
Aludía así el recordado locutor, al inmovilismo peruano en
el deporte y por inferencia, a su petrificada forma de interpretar los hechos,
la reiteración de sucesos y la infausta cadena de infortunios por los que pasa
Perú.
Para no pocos compatriotas, especialmente los que regresan
luego de lustros o decenios fuera del país, Perú no sólo retiene taras del
subdesarrollo, pobreza, miseria, corrupción y desconcierto, sino que –dicen
pesarosos- “hemos retrocedido”.
Fue la pandemia del coronavirus la que abrió las compuertas
a nuestra precarísima realidad monda y lironda.
Sin disfraces estadísticos o trapisondas ideológicas, Perú
dista mucho de lo que debería ser un país con mínimos estándares sociales de
convivencia, debate u horizonte continental.
Aquí son tribus y pandillas las que se arrancan los trozos
de merienda política o de banquete presupuestario que nutren los impuestos
ciudadanos.
Con la incorporación de foráneos y sus violencias
tropicales, los líos o contiendas se resuelven a balazos, y el menú mínimo es
¡un muerto por ajuste de cuentas, todos los días!
Por tanto, si el mosaico es multicolor y disfuncional,
aspirar a soluciones o propuestas ecuménicas o que alcancen a la mayoría de
ciudadanos, no es más que una quimera para dentro de 50 ó 100 años.
En Perú gozamos del raro privilegio de ser cuestionadores de
todo y a toda hora. Nada nos parece bien. Si hay 5 ideas, habrá 10
impugnaciones, por el hecho prosaico de oponerse aunque, por lo general, las
objeciones sean tonterías.
Cuando Manuel González Prada, uno de los más feroces
críticos de la república, luego del desmadre que tuvo su génesis en 1879,
guerra del salitre con la invasión guerrera de Chile, denunciaba a los
parlamentos con diputados y senadores ociosos y acompadrados; o a los
gobernantes de taifas emparentadas con la persistencia de millones de hombres y
mujeres oprimidos por la ignorancia o la media ciencia, a principios del siglo
pasado, no se equivocaba. ¡Peor aún! anticipó males que sufrimos hasta los días
presentes.
¿Por qué fallan tanto nuestros hombres públicos? No sólo son
ignorantes ayunos de cultura general, hasta la más pequeña, sino que son
huérfanos de sentido nacional –ni qué decir continental- en su visión
cotidiana.
Salen de sus barrios, cuarteles, templos o clubes
provinciales, de confines estrechos, y llevan tales anteojeras miopes al
Congreso o al gobierno. Las demostraciones mediocres de tanta estupidez no
pueden ser más deplorables.
Nuestras universidades prohíjan teóricos o sabios de
escritorio, capaces de mil exégesis de un mismo fenómeno, con tal que honren
sus consultorías y adefesios impresos, pero a la hora de la prueba, pagados con
el dinero del pueblo, fallan en sus diagnósticos y sus propuestas no van más
allá de un gobierno porque el que viene ¡llamará a otros consultores y así el
círculo vicioso!
¿Qué decir de nuestros clubes políticos alias partidos
políticos? Sus “líderes” son poco instruidos, ayunos de horizonte, escasos de
una concepción geopolítica que verifique la espectacular ubicación del Perú en
Latinoamérica y de la angurria de varios vecinos que siempre han cruzado las
fronteras.
Mientras tanto los seculares temas de corrupción,
estancamiento, desnutrición, subdesarrollo y miseria permanecen impertérritos
al paso del tiempo, de todos los gobiernos y los hombres o mujeres en el mando
sólo parecen ser capaces de demostrar pusilanimidad y falta absoluta de brillo
o proyección correcta.
Y no serán las únicas ridiculeces las que harán presencia en
estos días. ¡Hay más, mucho más!
Hay que exigir, demandar y censurar a los hombres y mujeres
públicos puestos en la prueba de conducir al país. Si cumplen, honraron su
paga, si no lo hacen, hay que juzgarlos y perseguirlos sin compasión por su
falta absoluta de honradez.
¡Y meterlos a la cárcel!
¡Así de simple!
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