Los 100 años del Día de la Planta
por Wilfredo
Pérez Ruiz; wperezruiz@hotmail.com
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26-1-2022
A pocas horas de Lima se instauró el “Día de la Planta”
-27 de enero de 1922- en el barrio fabril de Vitarte, una comuna colmada de remembranzas, tradiciones, episodios gloriosos,
proezas valientes e inspiración de honrosas lides sindicales. Allí los
operarios de la fábrica El Inca emprendieron la contienda por la jornada de las
ocho horas; el presidente y héroe de la Guerra del Pacífico, Andrés Avelino
Cáceres, fue propietario de la hacienda Barbadillo; curacas y jerarcas
indígenas del Antiguo Perú están enterrados bajo la moderna iglesia del pueblo
de Ate; el médico y naturalista Hipólito Unanue formuló relevantes referencias
sobre la meteorología en los caseríos de Surco y Late (Ate).
Esta
efeméride fue promovida por una juventud impactada por la Revolución
Mexicana (1910), la Reforma Universitaria de Córdoba (1918) y la conquista de
las Ocho Horas de Trabajo (1919); trances de enorme connotación en la
“generación del centenario” -como se denomina a los compatriotas nacidos
al cumplirse los 100 años de la Independencia Nacional- que desempeñó un rol
protagónico en la vida del país enarbolando el legado del insigne
anarquista, intelectual y ensayista Manuel González Prada.
En el
Primer Congreso Nacional de Estudiantes (Cusco, 1919), Víctor Raúl Haya de la
Torre, como presidente de la Federación de Estudiantes del Perú, respaldó la
moción para crear las Universidades Populares, cuya fundación en Lima se
produjo el 22 de enero de 1921 y en Vitarte, a los pocos días, el 2 de febrero.
Posteriormente, se añadió el nombre del autor de “Horas de lucha”, en honor al
recordado maestro.
La
Universidad Popular de Vitarte funcionaba en el cinema-teatro en donde se
dictaba cátedra dos noches por semana. Surgió como espacio pedagógico
encaminado a fomentar la instrucción de los trabajadores, constituyó el germen
de heroicos acontecimientos obreros y adoptó como uno de sus lemas “Ocho
horas de trabajo, ocho de horas de estudio y ocho horas de descanso”. Además,
entre otros, participaron los universitarios Oscar Herrera, Carlos Manuel Cox,
Manuel Seoane, Enrique Koster, Raúl Porras y Arturo Sabroso. Según detallaba su
estatuto “se propone comunicar al pueblo peruano con las grandes corrientes
de renovación que en esta época están transformando el mundo. Más su obra
requiere extraer su energía y asentar su raíz en realidad indígena. En tal
sentido fomentará intensamente el estudio de los problemas propios”.
José
Carlos Mariátegui en su artículo “Las Universidades Populares”, presentado en
el Nro. 4 de la revista Claridad (enero, 1923), refiere: “La obra de las
universidades populares es, actualmente, una obra universal. Brota
espontáneamente del estado social contemporáneo. Satisface una necesidad
espiritual de esta época inquieta y grávida. El proletariado emprende, afanoso,
la conquista de la cultura. Las últimas experiencias históricas le han enseñado
el valor social y político de la ciencia y de sus creencias”.
Dentro
de este contexto nació el “Día de la Planta”. Un suceso que consistía en
sembrar especies botánicas, rendir tributo a las reivindicaciones del
proletariado y evocar sus demandas -con las que se identificó esta estirpe
culta e ilustrada de jóvenes- con disertaciones, comidas, cánticos, bailes,
campeonatos y demostraciones artísticas. El deporte tenía una implicancia
sustantiva. Al respecto, Augusto Lostaunau Moscol en su nota “Alianza Lima: 118
años forjando héroes del pueblo”, aparecida en el diario Uno (febrero 16 de
2019), apunta: “Rafael Tapia en ´La Fiesta de la Planta en Vitarte´ (1992)
destaca que en la revista Amauta siempre se informó sobre este acontecimiento
obrero-popular y, en las fotos, destaca la presencia de varios integrantes de
Alianza Lima jugando por los equipos de las fábricas textiles donde laboraban”.
Felipe Cossío del Pomar, en su
libro “Víctor Raúl” (1961), destaca este evento: “Víctor Raúl pide y obtiene
ayuda del director de la Escuela de Agricultura, un belga comprensivo. La
celebración de la ´Fiesta de la Planta´ adquiere grandes proporciones. Acompaña
la plantación de cientos de árboles una fiesta deportiva, gran almuerzo popular
y actos culturales en el Cinema-Teatro. Así queda establecida ´La Fiesta de la
Planta´ que ha de repetirse cada año”.
Son oportunas las apreciaciones
de Percy Murillo Garaycochea, en su publicación “Historia del APRA” (1976): “Después
de recibir a los viajeros, la multitud se congrega en el campo de deportes del
sindicato. Vienen una serie de discursos de índole diversa, pero de idéntica
tendencia; luego dase comienzo a los juegos atléticos: múltiples carreras,
saltos diversos, luchas variadas; hombres, mujeres y niños toman parte en el
certamen. Mientras tanto, la multitud plena de entusiasmo entona himnos
revolucionarios, que interrumpe para aplaudir a los vencedores. Transcurre así
la mañana y conforme avanza el día llénase de más y más entusiasmo el ambiente.
Llega la hora de yantar, que dispersa la compacta multitud para reunir a las
gentes en grupos pequeños que se pierden en las casas. A las catorce, una banda
de músicos desafina, pero alegra el ambiente, las gentes se congregan en el
parque ´9 de enero´”. En este sitio se llevó acabo, el 9 de enero de 1881,
la Batalla de la Rinconada o de Ate -entre las tropas chilenas y peruanas- y
todavía se alzan los arbustos sembrados en esta gala.
En su obra “Los burgueses”
(1983), Luis Alberto Sánchez comenta: “Las fiestas representativas de los
obreros textiles de Vitarte se denominaban la Fiesta de Árbol y consistían en
plantar árboles en señal de sosiego, fertilidad y paz. A la Fiesta de Árbol de
1923, Haya se hizo acompañar por José Carlos Mariátegui, quien acababa de
regresar de Italia”.
Asimismo,
Raúl Chanamé Orbe en el volumen “Haya de la Torre y las universidades populares
- El surgimiento de una cultura de productores” (1990), explica: “En un intermedio de las celebraciones de la
fiesta de la planta se institucionalizó una ceremonia de siembra de árboles
variados: fresnos, casuarinas y pinos debían ser sembrados alrededor del
poblado por trabajadores distintos, que tenían que comprometerse a cuidarlos
hasta su total crecimiento. Aquí está el principio pedagógico de cuidar la
naturaleza para conservarnos a nosotros mismos, la armonía hombre-naturaleza.
Aquí están los principios difundidos actualmente como son el naturismo y la
conservación del equilibrio ecológico”.
La trascendencia de esta magna conmemoración suscitaba
acogida y atención por su significado cultural; constituía un espacio de
confraternidad entre los sectores afines a las justas exigencias gremiales de
la época. Al mismo tiempo, el “Mensaje de los profesores Oscar Herrera, Luis E.
Heysen y Enrique Cornejo”, difundido en el boletín Nro. 1 de las Universidades
Populares (enero, 1927), afirma: “En el
transcurso de la fiesta habéis de recibir una lección muy fecunda y será la que
os brinde la naturaleza interpretada por vuestra reflexión y juicio. Por sus
sabías enseñanzas habréis de constatar, cómo prospera la planta que cuidó con
amor; como están para ser admiradas por vosotros las bellas casuarinas del
parque ´9 de enero´ y como en cambio no lo están, los fresnos que en otro sitio
plantasteis con el entusiasmo del minuto, no obstante ser éstos menos
delicados, que aquellas”.
De igual forma, en esa edición aparece el “Manifiesto
de la Célula de la A.P.R.A. en París a los trabajadores de Lima con motivo de
la Fiesta de la Planta” (París, enero 1927), que insta a “sed inquebrantables en la acción; organizaos reciamente, propagad
incesantemente nuestros principios de clase revolucionaria: preparando el
camino para la batalla cerca”, firmado por Eudocio Ravínez, José Neptall
García, Juan Jacinto Paiva, Jorge Seoane F., César Moro, A. González Willis,
Gonzalo Gamarra, I. Guevara, M.E. Rozas, I. Carrasco, Cárdenas C., Nicanor
Castro, Arístides Ochoa, R.G. Willis, Oscar Augusto Ochoa, Julio Augusto
(venezolano), Luis Alberto Acuña (colombiano), J. Gerardo Loaiza, M.A. Ríos,
Julio Zambrano, O. Tello.
En el aleccionador texto “Por un
Perú con árboles”, publicado en La Tribuna (abril 2 de 1946), con las siglas
M.C.E. (según mi querido amigo y dirigente histórico del aprismo, Nicanor
Mujica Álvarez Calderón, fue escrito por el creador de “El antimperialismo y el
APRA”) se reitera la vigencia de esta actividad. Su autor asevera: “En la
Asamblea Municipal Aprista se ha hecho una gran invocación en defensa del
árbol. La hizo el propio jefe del partido en su discurso inaugural de aquella
concentración y se ha adoptado como resolución unánime: Hay que procurar
despertar en nuestro pueblo el culto al árbol”. “...En la costa, ésta es una
necesidad. La deforestación de nuestro litoral es algo clamorosa, la falta de
zonas verdes en nuestras ciudades las caracteriza por su aridez, soleada e
inauspiciosa. Lima tiene algunas zonas verdes y avenidas, como la de Arequipa y
suburbios como San Isidro y Miraflores, que nos presentan ya como un pueblo
civilizado. Pero es notable el abandono del árbol en el resto del
país”…“¡Árboles necesita el Perú! Las Universidades Populares González Prada
iniciaron en Vitarte la campaña del árbol en 1921. Establecieron premios para
los defensores del árbol. Estimularon la contribución del niño. Y quedan ahí en
Vitarte árboles sombreadores veteranos y erguidos de aquella cruzada”.
Los árboles cumplen una valiosa
misión: tienen un papel fundamental en el tratamiento del aire y contribuyen a
disminuir las sustancias tóxicas; es ineludible dotar a la ciudad de novedades
botánicas resistentes a la contaminación. Es pertinente cultivar variedades de la región y
reducir el césped por su alto consumo de agua. Este aspecto debe inducir a los
gobiernos ediles a plantar géneros de flora en función del clima, la polución,
entre otros factores que, al parecer, evaden considerar. Los más idóneos son el
molle, la tecoma, el huarango y, especialmente, el jacarandá con capacidad para
absorber los gases tóxicos de 1.405 autos.
El “Día de la Planta” evidencia
la perspectiva y sensibilidad de una promoción humanista que entendió la
política como el arte y la ciencia de vincularse con los asuntos del Estado,
atender las expectativas de la población y los clamores de los desvalidos. Un
emprendedor contingente de compatriotas que lidiaron, con indomable fervor
religioso, por nobles empeños nacionales. Sus existencias representan
paradigmas incólumes para los hombres y mujeres comprometidos con el bien
común.
Nuestro homenaje a los artífices
de esta importante y masiva festividad que enlazó entusiasmos cívicos, hermanó
inquietudes, afianzó ideales, generó movimientos colectivos, despertó
conciencias y contribuyó al advenimiento de una disciplina interrelacionada con
anhelos globales: la supervivencia de nuestro imponente patrimonio natural y su
compatibilidad en la calidad de vida de la sociedad.
En tal sentido, la alusión del
jefe y líder máximo del Partido Aprista Peruano, el conciudadano más ilustre
del siglo XX en nuestra patria y presidente de la Asamblea Constituyente, el 28
de julio de 1978, expresa la culminación de un mandato asumido con el cuidado
ambiental. Sus palabras personifican un mensaje de certidumbre, peruanidad e
inapelable visión de estadista: “La
temática constitucional es muy extensa y acaso sólo pueden mencionarse puntos
esenciales, el dominio del Estado sobre las riquezas básicas, la participación
efectiva y directa de los trabajadores, la igualdad de la mujer en todos los
campos; la atención especialísima de la juventud, ancha fila humana que en
nuestro país exige promoción y estímulos especiales. Y también, la defensa del
medio ambiente y de nuestro patrimonio arqueológico e histórico”.
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