Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
18-8-2020
¿Sabemos cómo somos los peruanos?
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Pretender en un artículo efímero y modesto describir si los
peruanos sabemos cómo somos y debido a qué causas, constituiría un esfuerzo
mayúsculo y muy superior a las escasísimas capacidades de quien es sólo un
aficionado a la redacción.
Sí es posible arriesgar algunas consideraciones que podrían
resultar interesantes. ¿Siente lo mismo un peruano de Tumbes de calores
ecuatoriales que el altiplánico de fríos recios y alturas no aptas para quienes
sufren del corazón? ¿Qué los une a ambos? ¿Una bandera, un himno, una geografía?
¿Una historia común? Me atrevo a decir que Perú son muchas historias a la vez,
no pocas con sabor a lágrima y opresión y con distintivas cuotas locales.
Hay una historia no contada sino a retazos y se trata de la
corrupción que es más vieja que la república y que está en el ADN social del
Perú. Uno de los primeros timos y farsas la montaron los ibéricos y con Pizarro
a la cabeza, dieron cuenta de Atahualpa en Cajamarca. Sería una de las
germinales estafas de las cientos de miles que se repetirían hasta nuestros
días, 500 años después
Un traidorzuelo de baja y ridícula estatura, con sus botas a
la federica, musitó que Perú era un país de confundidas gentes. Alguna razón
tuvo, las principales calles y avenidas de todos los distritos, provincias y
regiones, llevan su nombre, el del regalador de Lima a las huestes invasoras en
la guerra que nos planteó Chile y los días de la tragedia fueron 13 y 15 de
enero de 1881.
Y no es raro que felones lograran que la “historia”
registrara sus “hazañas” y sus apellidos apisonaran no pocas fortunas, millones
de sospechosa procedencia y el saqueo más descarado y añejo del Estado peruano
a través de casi todos los gobiernos a la fecha.
Pero los peruanos inoculados por una televisión deformadora
y medios impresos y radiales mediocres, no cesan de cultivar la estúpidocracia,
“virtud” en que todos fingimos no entender nada con tal que nos dejen “vivir
tranquilos” y que sean otros quienes paguen los platos rotos. Gobierno que
llega, régimen que culpa durante sus primeros cuatro años –del total de cinco-,
a la administración precedente. Y ya han transcurrido 200 años casi de este
deporte tan canceroso.
¿Y nuestros críticos y analistas? Gozan mostrando sus
múltiples diplomas, certificados de asistencia a fórums, simposios, talleres,
aunque repitan de canal en canal, radioemisora en radioemisora, diario tras
diario, las mismas y vulgares cantatas que no cambian desde hace 35 años.
¡Estos son los conservadores que Perú NO necesita!
El coctel es explosivo e indigesto. Hemos tenido asaltantes
profesionales como titulares de portafolios; monreros y extorsionadores a cargo
de bancos públicos y privados; presidentes rateros y hasta uno de esos se suicidó
para no ir con sus huesos a la cárcel y otro renunció por fax a miles de
kilómetros del país. La vitrina es más bien vergonzosa y cada quien cuidando
por sus linajes y manadas reducidas. ¡Estos de confundidos, NO tenían nada,
llegaron a robar y punto!
Díscolos, inecuánimes, los peruanos pasan de la satisfacción
cuasi gloriosa por los goles de la selección de fútbol, a la pena inmensa por
los miles de muertos por la covid19. Del júbilo al fondo abisal y la forma
pendular nos signa desde la iniciación de la república y es una manera
inevitable de historiar nuestros pasos.
¿Por qué somos como somos? Acaso sea llegada la hora de
estudiar el fenómeno aunque no me equivoco si anticipo que ni siquiera en la
hora undécima alcanzaremos a describirla en sus límites. Tal la capacidad
locuaz y desenfrenada de los compatriotas por hacer algo más. Aunque sea para
retroceder y no para avanzar.
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