Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
23-11-2020
¡Hemos sido cancelados!
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Hay un conjunto de peruanos que supera los 50, 60, 70 años,
que no lo admitirá jamás, ha sido cancelado de la historia.
Sus múltiples diplomas, doctorados honoris causa y
sabidurías jurídicas o presencia mediática, no valen un ardite, ante sucesos
protagonizados por jóvenes, que echaron a un pobre diablo de la “presidencia” y
reinvindicaron el antiguo desafío que hiciera González Prada: ¡Viejos a la tumba, jóvenes a la obra!”.
Los activistas que inundan las redes sociales, en nombre del
conservadurismo más primitivo, pretenden enlodar la memoria de los 2 caídos en
las marchas recientes de protesta. ¡Miseria humana que involucra a carroñeros
asalariados!
Pero hay algo más sucio. Los que han hecho una industria
bien rentada de la infamia, la mentira y el blanqueamiento de posiciones
racistas, pro delictivas, en defensa de rateros autoeliminados y de los que
convirtieron la política en vil negociado culpable, necesitan “culpar” al resto,
porque de otro modo ¿cómo justifican salarios que nadie sabe de dónde
provienen?
La caudalosa presencia de una juventud que sabe muy bien a
qué se opone, ha puesto una lápida a generaciones que, sin pena ni gloria, han
estado en la cosa pública del Perú. Mediocres hasta la saciedad, repetidores de
modelos foráneos jamás cumplidos e incapaces de salir del restringido marco de
lecturas anacrónicas, a la diestra y siniestra, sembraron lodos y cosecharon tempestades
con el mantenimiento de un país pleno en desigualdades, de legislación
enmarañada y contradictoria y con hambre literal en millones de hombres y
mujeres.
¿Podrá una juventud cuyos mecanismos de comunicación son
rápidos, eficaces, cuasi instantáneos, asumir la conducción de un país
atribulado en males seculares, con diagnósticos por decenas de miles y cero
soluciones? La inmediatez no reemplaza el tino, pericia y habilidad para
conducir el timón de un Estado.
Por tanto, es imperativo comprender que la política es una
ciencia que exige la participación de gente honesta, lo cual deja fuera de juego
al 90% de la casta actual, con vocación de servicio para los más y no para los
menos, capaz de entender al Perú no como chacra privadísima para sus goces
tarados y con un clarísimo designio de liderazgo geopolítico en América Latina.
Los jóvenes deben ser la vanguardia y los cancelados, la
retaguardia, nunca más tener cargos importantes, sino solo de apoyo y ese
abrazo generacional debiera poner en marcha los mecanismos de una auténtica
revolución peruana que castigue a los estafadores con la cárcel vitalicia
cuando metan las uñas en las cosas del Estado.
¿Que no se puede? ¡Pamplinas! Los veteranos esgrimen su
“experiencia” cuando más bien se trata de mañas y artilugios a cual peor, para
saquear al fisco con la ayuda de estudios abogadiles que venden gato por
liebre.
Los violentistas de todo pelaje no construyen. Y sus
adláteres pululan por todos lados.
El Perú y su juventud han escrito y votado con los pies en
marchas por calles y plazas. Ahora toca organizar el mensaje, darle
consistencia de Estado para ennoblecer el acto político constructor de
ciudadanía y no como el potrero que ha sido hasta hoy, casi 200 años.
¿Han visto cómo los veteranos inventan excusas y “razones”
para seguir en los puestos, curules y demás sitios privilegiados?
En suma: hemos sido cancelados.
Es hora de romper el pacto infame y tácito de hablar a media
voz.
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