Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
19-8-2016
La dudosa magia del
bicentenario
Múltiples fueron las alusiones del primer ministro, Fernando
Zavala, al bicentenario, en su exposición al Congreso ayer. Pareciera ser que
2021 es una fecha límite, hito o valla fundamental para la consecución de ofertas
de la administración de Pedro Pablo Kuczynski. Que se cumplan 200 años del
grito libertario del general José de San Martín, ha encendido no pocos
entusiasmos, algunos hilarantes y hasta supersticiosos.
Cuando el Santo de la Espada (título del libro de Ricardo
Rojas, 1933), San Martín, proclamó las
célebres frases “El Perú desde este
momento es libre e independiente, por la voluntad general de los pueblos y por
la justicia de su causa que Dios defiende”, una buena parte del país estaba
aún ocupado militarmente por las fuerzas españolas. Sin actos insurgentes
similares en otras partes del Perú, el asunto hubiera sido imposible.
Desde entonces a la fecha, la formalidad y el maquillaje han
orlado la vida republicana. La democracia ha sido de los menos y no de los más.
Grupos y pandillas minoritarias se apoderaron del Estado, eliminaron toda
participación opinante de mayorías aplastadas en la Conquista y Colonia y
monopolizaron todo vestigio de lo que llamaron gobierno. Los españoles-americanos
y sus descendientes fueron clave esencial de este prolongado régimen. Elites ociosas
y muy cobardes usaron al pueblo en sus guerras y sólo para defender intereses
privados y carecieron de un proyecto nacional, integrador, inclusivo,
genuinamente democrático, sin discriminaciones ni elusiones.
El reto contemporáneo y que tiene el nuevo gobierno del
presidente Kuczynski, es traducir la masiva participación electoral reciente de
la ciudadanía, en dinámicas de cultura social y de una revolución que se base
en la tecnología aplicada contra la zozobra de poblaciones que aún viven
absolutamente marginadas en todo el país y que no son diferentes o menos
peruanas o de segunda o tercera categoría. Es más, cuando fueron llamados al
sacrificio, siempre estuvieron en primera línea. ¿Podrían decir eso los
grupúsculos que inventaron héroes, consagraron símbolos endogámicos y se
llamaron señores y decentes a sí mismos?, ¿y que pugnan por imponer su
prevalencia en todos los órdenes?
Me atrevería a afirmar que el bicentenario no sólo debiera
ser la recordación de esos dos siglos, sino, más bien y con formidable acento:
la plataforma de lucha por un Perú libre, justo y culto. Más que mirar el
pasado y regodearnos en la celebración epidérmica de un suceso importante que
se quedó en la puerta y no traspasó el dintel de los retos que exigían un
pueblo completo, sin discriminaciones, de todas las sangres; avistemos el
presente y el futuro y construyamos una gran Nación competitiva y respetuosa de
todos sus pueblos originarios y mestizos y que celebre la participación democrática
de todos.
Bastaría una simple encuesta para saber ¿cuánto, de qué modo
y qué tanto sienten los peruanos comunes y peatones el bicentenario? Que la
palabra es mágica, en un país de sortilegios y edificios construidos en
garrulería barata y abundante, no hay duda. Pero la eficacia que demandan sus
habitantes tiene que ver con la acción soberana del Estado y con el ejercicio
de una soberanía popular que significa que el ciudadano sea realmente un ser
humano bajo la protección de sus leyes, sin discriminadores y, por supuesto,
sin discriminados.
En Perú tenemos la deformación, que nos viene de antaño, la
costumbre de derramar millones de palabras, concatenar bien y hacerlas poesía
para disfrazar la mediocridad y las ganas de no hacer nada, y eso nos hace
felices porque hemos perdido el afán del cumplimiento de los deberes y el
reclamo de obligaciones a las que nadie se puede sustraer.
Es hora de prescindir del maquillaje y hacer las cosas.
Continuar en la atávica retahíla de poesía bien entonada, es decirle a las
nuevas juventudes que “no podemos hacer algo diferente”. Y eso es aberrante
cuanto que anti-humano.
Fuimos un gran centro geopolítico con los incas que, a su
vez, fueron precedidos por las grandes culturas antes que ellos. ¿Por causa de
qué no volver a nuestros orígenes con la ayuda de las formidables herramientas
modernas?
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