Con los pies en la muralla
china
por Zully Pinchi Ramírez; alertasenhal@gmail.com
26-6-2015
“Exígete a ti mismo y espera
poco de los demás. Así te ahorrarás disgustos”
Confucio
Para cuando abrí bien los ojos, con un frío escalofriante y un sol
en su esplendor, nada era suficiente, tenía a la muralla china frente a mí y
era tan inmensamente infinita que sospechaba que el cielo alcanzaba un poco a
ver su majestuosidad.
Poco era pensar, ¿Qué
existía detrás de tal maravilla mundial?, historias llenas de dolor, lágrimas y
sufrimiento, que en ese momento, entendí, todas las antiguas civilizaciones
tuvieron que pasar el mismo martirio, en algunos casos más que otros.
Años atrás había decidido realizar un paseo al pasado en un lejano
y extraordinario paraje asiático también conocido como Changcheng.
Y es que la historia, no es más que un poco del universo, del
mundo en sí, de nosotros mismos, del ayer que a veces encontramos sus sombras y
destellos al recorrer el paso a paso, el kilómetro a kilómetro del día a día,
no sólo en lo físico, también en lo emocional, el pasado a veces nos provoca
amor, ternura, y otras veces nos trae el recuerdo de la desilusión y la desazón
y unas locas ganas de tener un poco de chance para -alguna vez- ser valientes y
cambiarla.
Aquella congelada mañana al despertar, observé detrás de las
cortinas del hotel, la nieve que cubría casi todo mi panorama, con la ilusión
exacerbada de poder, al menos por unos minutos, jugar sola haciendo bolas con
aquella materia blanca y blanda.
Me dirigí entonces cerca del desierto de Gobi (que significa lugar
sin agua), en Mongolia y la frontera con Corea del norte, a encontrarme con la
intimidante muralla China.
Fue edificada y construida aquella para proteger al imperio de los
manchúes y mongoles cerca del siglo V a. C. Casi un millón de hombres trabajó
durante muchos años en el entonces extenso terreno triste y vacío que se ha
convertido hoy en una de las siete nuevas maravillas del mundo, y que alguna
vez grandes historiadores llamaron: el más grande cementerio del mundo, por las
tortuosas largas horas que tuvieron que pasar cada uno de los varones como
esclavos antes de morir.
Y se destruye la mística de que fue construida con huesos humanos,
pues en concreto fue erigida con piedras, granito, arcilla y tierra comprimida,
importante saber que el primer explorador
en poner pie en la muralla china fue el jesuita y misionero portugués
Bento de Góis, quien viajó por tierra desde la India vía Afganistán cerca del
año 1605.
Inspirado por la Catay del controversial Marco Polo, quiso el
religioso confirmar si se trataba de un mismo lugar, puesto que años después,
Catay desaparece ante los oídos de todos los hombres del mundo y se quedó en simplemente China.
Mientras caminaba iba escribiendo en mi corazón los recuerdos de
mi día en una maravilla del mundo, y las palpitacionas se hacían menos
intensas, de tan sólo suspirar con el mismo aire que cientos de años atrás lo
hicieron los soldados guerreros terracotas en la dinastía que para imponer su
poder y autoridad, fue posteriormente la dinastía Ming que logró terminarla en
toda su extensión.
En el trayecto vi no sólo un muro enorme, sino torres de vigía, fortalezas
y lugares secretos, como para guardar documentos de información militar,
guarniciones para armas y alimentos no
perecibles que los soldados debían tener para poder sobrevivir las largas
temporadas de observación a los terrenos enemigos.
La gran muralla china brindó protección al desarrollo de la
economía ya que salvaguardó la muy conocida y comercial ruta de la seda, camino
que tuvo por su paso a Alejandro Magno y a Marco Polo para conquistar
territorios, la ruta de la seda unió al imperio romano con el chino y logró que
las damas romanas lucieran más
elegantes,vestigio de paraísos y arqueologías románticas, por aquella ruta
circularon no sólo mercaderes de micro y macro lucro, también filosofías, ideas
y guerras.
Con tanto éxtasis de conocimiento sólo me quedó fuerza para saciar
el hambre en un peculiar restaurante típico del Chinatown.
“Sólo puede ser feliz
siempre el que sepa ser feliz con todo”. Confucio
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