Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
8-6-2024
¡La ignorancia, esa plaga!
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Cuando la ignorancia, esa plaga, captura en sus redes a
niños, jóvenes, adolescentes y maduros en general, ya no es un tema de
ortografía tan solo, es una forma de medir cuánto evolucionó en lectura y
comprensión, escritura y expresión, un pueblo.
Un amigo, me contó de primera mano que uno de sus ayudantes
escribía havía en lugar de había; adivinó a quién pertenecía la estatua de
bronce en la Plaza Bolognesi y con toda audacia y “dueño” de una seguridad
ficticia, exclamó: Alfonso Ugarte. Más que obvio que tampoco podía definir a
los personajes y su tiempo.
Conozco a profesionales con diplomas y doctorados que
escriben “haber” en lugar de a ver. Y no se inmutan, llevan años de años mal
escribiendo y como los que les leen son igual de erróneos, el yerro pasa
desapercibido, con lo feo que es.
En la radio y televisión, agentes no solo de la
desinformación sino del castellano mal hablado, peor pronunciado, mutilado o
envilecido, por años he escuchado, el término barrunto que pretende ser una
palabra “criolla” para definir a un conjunto de vecinos en determinado barrio.
¡Y nada más lejos: barrunto, aproximación. Algo bastante
distinto.
Yo tuve, hace años, un editor o jefe de mesa cuya mejor
característica era el chapurreo del castellano y peor escritura. Su redacción
era mala, torpe, inadecuada, básicamente de diez palabras de las cuales no
podía salir. Pero “había ganado” un premio de cuentos a nivel latinomericano.
¡Nunca pregunté por semejante torneo!
Imaginemos a un escolar que arrastra durante la primaria
taras en el lenguaje oral y escrito. En la universidad no enmendará gran cosa.
¿Cómo hará para superar pruebas de admisión a centros de trabajo?
Quien pretenda que la ortografía, la buena redacción están
divorciadas de la comprensión de lectura, el razonamiento y crítica de los
sucesos cotidianos, se equivoca. Y vamos a dar un ejemplo muy simple.
¿Cuántos de los legisladores comprenden los proyectos de
ley, su desarrollo, dificultades y evidentes contrasentidos que violan leyes
específicas?
A este Congreso le eligieron, como a todos los Parlamentos,
para legislar. ¿Y qué hicieron estos ciudadanos durante año y medio? Pedían la
vacancia del ex presidente Castillo. Y no la lograron porque fue el propio
Castillo quien se disparó a los pies ese olvidable 7 de diciembre.
El 2018, más de 16 millones de ciudadanos repudiaron con
todas sus letras la reelección parlamentaria y el Senado. Comprendieron tanto
los actuales que han restablecido la repetición del cargo, también resucitaron
el Senado y ¡ahora quieren más legiferantes!
¿Es que es un tema de comprensión de lectura, orfandad de
civismo y abundancia de brutalidad manifiesta para no entender la voluntad
soberana del pueblo peruano?
Menos de 130 ciudadanos han decidido a favor de lo que
repudiaron 16 millones de personas el 2018.
Un pueblo presa de la ignorancia, incapacidad de
discernimiento, huérfano de las categorías lógicas indispensables para el
análisis, rico en pobreza informativa y con una educación elemental a la que no
se otorga ningún valor, dan como resultado un Perú como el que padecemos a
diario.
El sistema que prefiere que todos sean profanos y se
desvivan por vender lomo saltado o ceviches en lugar de conseguir con ciencia y
conciencia, valor agregado a nuestras exportaciones, mira con simpatía que
exportemos piedras y que importemos todo listo desde fuera porque así las
ganancias son mayores.
El analfabeto de arriba es incontinente, sólo que esta disfunción no la
muestra como el resto en forma discreta o recatada. No. El de marras es
exhibicionista, goza en la ridícula exposición de su figura informe y no cesa
de ataviarse con los mejores trapos, olvidando que aunque la mona se vista de
seda, mona se queda. ¿Cuántos politicantes dan sus conferencias o declaraciones
a diario? Toneladas de palabras, gramos de virtud y estupidez a granel.
En todo el enfermo cuerpo social del Perú, el analfabeto de arriba es un
profesor suma cum laude. Se atiborra la boca de los términos: espacio, mesa de
concertación, consenso, contrato social, pero su interés reside
fundamentalmente en el vulgarísimo costo-beneficio de cada actividad. ¿Cuánta
prensa consigo con decir tal o cual cosa? es parte de su sesuda reflexión
diaria. Entendido es que nada de cuanto profiera se acerca, ni de broma, a más
allá que un mugido, un berreo, una acción inercial de sus desmadejadas e
informes naturalezas. Es un infeliz de saco y corbata o traje o falda que dice
interpretar la voluntad ciudadana y en realidad no hace sino envilecerla. Más
aún.
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