Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
21-5-2024
¡Jallalla Apu Taigeto!
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jallalla: aceptación colectiva que supone adhesión
y compromiso de quienes participan en el acto o decisión.
apu: son montañas tenidas por vivientes desde épocas preincaicas
en varios pueblos de los Andes.
Taigeto: fue utilizado por los espartanos para la
ejecución de los recién nacidos con defectos físicos y de los delincuentes.
La esclerosis penal
y civil de nuestros códices no castigan al delincuente, a veces lo premian o lo
eximen de las puniciones que debieran recibir porque los consensos dolarizados
o en bitcoins son más poderosos que cualquier razón. Además la “lógica” en Perú
manda que llueva para arriba.
Por tanto,
aventurábamos ayer la creación del ¡Jallalla Apu Taigeto! uniendo voces andinas
y de la mitología griega espartana para pergeñar un camino para y desde el
pueblo.
El pueblo peruano de
todas las épocas es el gran convidado, evocado, ensalzado en las fiestas
innumerables. Paga los impuestos, sufraga las deudas en que incurren sus
pésimos gobernantes y sigue navegando en la miseria moral y material a que le
han sometido sus castas gobernantes.
¿Por qué este
absurdo? Hasta pareciera que el único fin de la existencia de los de abajo
(como en la novela sobre la revolución mexicana, de Mariano Azuela), es aguantar
y soportar la mediocridad venal y miserable de depredadores inmisericordes y
manipuladores.
¡Basta un ejemplo!
Nuestra “democracia” exhibe sin pudor o vergüenza, la más mínima, las reyertas
que pandillas de rufianes de cuello y corbata, mantienen entre sí. Unos apresan
a los otros, se acusan de todo tipo de delitos. Ya no se trata que sean
inocentes de los cargos sino de quién es más ladrón que el otro. El viejo dicho
¡la sartén le dice a la olla: no me tiznes!
La ineficacia del
sistema, irónicamente llamado “de justicia”, es una demostración cabal que
sirve para quienes puedan pagarlo. Los que no, dan con sus huesos en las
cárceles. Y los rateros finos están en los ministerios, altas gerencias,
comités de accionistas, entidades financieras, constructoras, etc. ¿O no es
así?
¿Es posible hablar
de corporaciones políticas orgánicas o plataformas de acción común? Lo hemos
dicho, y repetimos, en Perú no hay partidos, existen taifas electorales,
patotas angurrientas de mamar sueldos de la cansada ubre del Estado. Su máxima
ambición es meterse al Estado y sus gobiernos y desde allí llamar a amantes,
queridos, compadres, entenados, primos, y ejercer la política como vil
negociado culpable.
¿Por qué están
enjuiciados los ex presidentes? Porque son sospechosos de negocios ilícitos y
que llevaron a enriquecimientos indebidos. Sin panegírico de ninguna especie en
Chile hubo un mandatario que se llamó Jorge Alessandri, El Paleta, quien vivió
décadas en el mismo departamento en la Plaza de Armas de Santiago, antes y
después de ser presidente en 1958. ¿Por qué los de aquí exhiben signos
exteriores de riqueza?
En el Taigeto
mítico, los espartanos depositaban también a los delincuentes. Como no se
pretende hacer justicia por mano propia que es delictivo también, sí se puede
señalar a los corruptos.
En los ministerios,
en todas las instituciones del Estado se sabe cuáles son las heroicidades de
los deshonestos que le roban al Estado de mil y un formas. Otra cosa es que la
red de corrupción haya atrapado a los mandos medios e inferiores porque todos
reciben “su alita”. En este negocio de esquilmar al país, hay maestros
consumados desde hace 203 años.
Pocos años atrás una
ex parlamentaria de las más acérrimas y antipáticas del fujimorismo recibió la
visita protestante de un grupo juvenil que por todo lema dijo: echamos basura,
a la basura. Lejos del arrepentimiento, la contumaz sigue viviendo del Estado.
Demandar cuadros honestos en esa tienda política, también es una misión
imposible.
Los de abajo deben
persuadirse que ellos son los que encargan a las autoridades efímeras la
responsabilidad de gobernar y la única manera de hacerlo, es correctamente.
Todo lo demás es agio, impostura, falacia, estafa.
El pueblo debe
aprender a ajustar las cuentas. No sólo en Perú ocurre un fenómeno que tiene
magia corrupta: no hay muerto malo. Los finados gozan del mutis cómplice de los
críticos que les saben todas, las de antaño y las que impulsaban en vida. Pero
cruzado el Rubicón de la muerte, sólo hay versiones de lo bueno o buena que era.
Sus atrocidades son perdonadas porque “ya descansa en paz”.
Un comentario
atribuido a Pablo Escobar en una serie de televisión, hace algunos años, le
atribuyó una sentencia macabra pero interesante: “a mis enemigos, los revivo y
los vuelvo a matar”. El deshonor y la repulsa popular deben ser eternos. NO se
puede perdonar a quienes cometen crímenes contra las inmensas mayorías.
Por eso ¡Jallalla
Apu Taigeto!
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