Señal de Alerta
Herbert Mujica Rojas
8-11-2022
¡Quítate tú, pa’ ponerme yo!
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El título de la célebre salsa de la Fania All Stars de los
años 70, compila la “doctrina” de la Derecha Bruta y Achorada (DBA) que sin
duda desconoce esta música como tampoco puede leer el alma popular del Perú.
Así de simple. Los conservadores y reaccionarios no marchan
por un Perú libre, justo y culto, como rezaban versos de la Constitución de
1979, salen a las calles para echar –así dicen- al presidente Castillo y para
que sean ellos, los de siempre, los mandamases acostumbrados al cholo barato y
al azúcar caro.
¿Qué conserva un conservador en el Perú? La buida
interrogante la planteó años atrás Andrés Townsend Ezcurra quien señalaba que a
la derecha sólo se la respeta cuando se conduce un vehículo. Los diestros
racistas y huérfanos de ideas cuanto que de figuras, sólo merecen respetuoso
desprecio.
El espectáculo alanista de dejarse “liderar” por uno de sus
destructores, el ex primer ministro que visitaba a un empresario dominicano en
su hotel para hacer negocios, es otro de los pararrayos del absoluto
desprestigio de que goza una agrupación política que antaño fue guión y
protagonista de acción política efectiva.
Si en el Apra no comprenden que la marca alanismo es sinónimo
total de deshonestidad, falta de limpieza y ceguera arcaica, nunca
reconstruirán absolutamente nada. Lo que sí debieran hacer es limpiar la casa y
echar a latigazos a todos los mercaderes del templo.
Si la DBA no edifica nada sino perpetúa máculas de odio racial,
inexistente superioridad o cultural o intelectual, carente de figuras probas
porque casi todos son mercachifles vulgares de la política, ¿hacia dónde van?
La misma pregunta para los sectores que se denominan de
izquierda o progresistas. El gobierno de Pedro Castillo no ha alcanzado niveles
de eficacia y más bien muestra y resiente fuertes signos de descomposición
documentada. ¿Cuál es su derrotero?
El diálogo de sordos olvida que inmensas mayorías carecen de
representación directa o indirecta. Los partidos políticos son una ficción
estrambótica. Sí hay clubes electorales al modo de las mafias civilistas con
butifarra y licor, más que eso, pamplinas.
Y la “ambición” es ¡Quítate tú, pa’ ponerme yo!
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