Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
22-6-2020
¿Capturar un Estado
que ya está capturado?
El Estado y su representante episódico cada 5 años, el
gobierno, en Perú no representa a las grandes mayorías. No responde a sus
expectativas de justicia, pan con libertad o igualdad. Por el contrario, es
vocero de grupos minúsculos que persisten en la creencia que el país es una
chacra, ellos son los mandones y el resto debe acatar cuanto se les ocurra y de
lo que se trata es ¡que no toquen sus intereses y ganancias!
Para el profesor Francisco Durand “Nuestro estudio sirve
para reflexionar sobre un fenómeno no solo poco estudiado sino pobremente
comprendido. La captura del Estado, un pernicioso juego de poder contemporáneo,
puede ocurrir en democracias o en dictaduras, y es por lo tanto un fenómeno que
no está relacionado a un tipo particular de régimen, indicando cómo ciertos
poderes, en este caso el corporativo, pueden lograr privilegios y ventajas con
gobiernos elegidos o gobiernos de facto. La captura económica o corporativa,
sin embargo, preocupa más en las democracias, porque en principio la suma de
decisiones debe ser transparente y operar en un sistema de rendición de cuentas
y estado de derecho”. Odebrecht, la empresa que capturaba
gobiernos, p. 275, Lima, 2018.
La problemática fundamental sobre qué tipo de Estado y para
qué, está totalmente olvidada por los clubes electorales, mal llamados
“partidos políticos”. A estos grupos interesa colocar presidentes,
congresistas, alcaldes, burócratas y copar todo puesto de poder administrativo
pero conservando celosamente el status quo. Nada debe moverse o cambiarse
porque he allí la gallina de los huevos de oro y ¡de ninguna manera –dicen- hay
que matarla!
El Estado y sus gobiernos son cotos de caza de las sucesivas
mafias que alternan colocaciones o manejan de manera mixta las riendas de cómo
se administra el poder en el Perú y, ciertamente, muy de acuerdo con los
genuinos y grandes poderes que dominan al mundo y que determinan qué produce y
qué no Perú, cómo cotiza su moneda, qué clase de sistema económico predomina, si
extractivista o exportador de piedras, manteniendo al país engrilletado a
cánones tradicionales.
Las mafias que gobiernan desde siempre por “linaje”, apellido
con autobombo, “tradición” y traiciones en todo orden de cosas: note el lector
quiénes rotan de canal en canal, diario en diario, radioemisora en
radioemisora, ministerio en ministerio, de gobierno a gobierno y constatará la
subrayada repetición de “politólogos, analistas, estrategas, exégetas” que son
los mismos desde hace 40 o más años y con una mediocridad disimulada por
toneladas de “estudios” o cantinfladas llamadas pautas o carpetas o diseños
estratégicos y rimbombancias por el estilo.
¡Los que sí están dentro y en el Estado –y en los gobiernos-
son los tecnócratas sin dios, ni patria ni ley- y no se asemejan a los
anarquistas puros y honestos, y que se dieron un capítulo especial en la
llamada Carta Magna de 1993 poniendo al Estado como apéndice prescindible y
cuasi inútil. Desde entonces el capitalismo salvaje, la explotación del hombre
por el Estado y por el hombre es ley sin derechos para las grandes mayorías ni
quién los defienda porque todos los poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
están en su contra.
El manto aparente de legalidad es la jurisprudencia de
minorías insolentes, discriminadoras y deshonestas que no dudan en hacer leyes
desvergonzadas, indemnizarse a sí mismos y prestarse dinero por cientos de
millones a bajo interés cuando ellos colocan ese dinero a más alto porcentaje
con perjuicio de los clientes. ¡Qué les importa! Reactiva, pocos días atrás, ha
sido la demostración más infame de cómo las mafias alimentan sus organismos sin
que nadie pueda pararlos.
Los que no pertenecen a las mafias, los negocios independientes,
acostumbrados a no pagar coimas, los que se ciñen a las leyes de los organismos
de arbitraje, esos, hoy por hoy, corren el peligro de hundirse y con ello
provocar el naufragio de cientos o miles de familias a lo largo de todo el
Perú.
La tarea del poder y cómo obtenerlo debiera ocupar un plano
central en las preocupaciones y ambiciones de la política peruana. “Olvidar” el
tema es obsequiarlo –como sucede hoy- a las mafias que hacen lo que les viene
en gana.
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