Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
27-1-2020
¡Fin electoral de cáncer alanista!
No alcanzó, y todo el Perú
quedó noticiado, el alanismo ni el 3% de las elecciones congresales. El pueblo
en su magnífica expresión selló con una triste lápida la actuación irregular,
ilegítima, desleal y sucia de un minúsculo grupete que no representaba al
pueblo aprista ni a nadie. Vox populi, vox dei.
¿Entenderán los usurpadores
de la cúpula alanista el claro y categórico mensaje de las urnas? Hace decenios
que declinaron las banderas ideológicas, programáticas o siquiera éticas. Se
movieron en torno a negociados y sinecuras, ventajismos y arreglos debajo de la
mesa y las componendas en el Congreso y a todo nivel con el fujimorismo y
fuerzas oscuras obtuvieron su castigo en el comicio.
Del Apra multitudinaria que a
la sola voz y conjuro del llamado de sus líderes salía a las calles a vitorear
sus consignas y vivar su fe y convicción, no queda nada. El alanismo se encargó
de aniquilar cualquier barrunto de construcción popular en procura de un Perú
libre, justo y culto.
La ilusión de dos gobiernos,
a cual más reaccionario y entreguista, entre 1985-1990 y 2006-2011, bajo la
férula voluntarista y amoral de Alan García Pérez, logró destruir las bases
populares y movilizables que el Apra exhibió desde 1930 para caer en el nadir
insuperable que acaba de obtener un castigo histórico y ridículo en votación.
¿Qué hacen las bases apristas
que aún quedan sumidas en el recuerdo y en la añoranza irrepetible que sus
senadores y diputados, alcaldes y presidentes regionales, se encargaron de
pulverizar desde fines de los años 80? Lamentar y echar la culpa al resto de su
propia mediocridad sólo se inscribe como parte del ceremonial velatorio y
terminal.
La pregunta es directa: ¿van
los apristas a acompañar la pompas fúnebres o en acto heroico rescatarán de las
ruinas a su otrora gran movimiento político?
La vigencia de la lucha
antimperialista, hoy mutada en mil y un nombres nuevos, todos explotadores y
engañosos; la presencia necesaria de un gran frente de trabajadores manuales e
intelectuales; la construcción de un país solidario, con justicia de pan con
libertad, persisten en ser banderas irrenunciables.
Hay nuevas fuerzas episódicas
que se alzaron con el triunfo parlamentario y para un Congreso que requerirá de
gran inteligencia, coordinación y fuerza de voluntad para no cejar ante las
arremetidas de los mandones de siempre que no quieren que nada cambie para
conservar sus ganancias hechas sobre la base de la explotación del trabajador y
en torno a dineros que no se reparten con equidad entre la masa laboral.
Perú requiere de una
programática nueva con base en los principios de Salud Mental (y hay trabajos
valiosos en esa forja) y con asiento en el alma popular y profunda de pueblos
dignos que tienen que aprender a quererse como tales y como protagonistas de su
epopeya popular altiva y digna.
El alanismo como cáncer
terminal de la política peruana fue cancelado por la voluntad integérrima del
pueblo que no votó por los impresentables que figuraron como “opciones”. No lo
fueron ayer, ni hoy y tampoco lo serán nunca.
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