Partidos
venden leyes, blindan delincuentes e hipotecan conciencias
por Jesús Guzmán Gallardo; jeguzga@hotmail.com
27-11-2019
Existe una premisa sobre la cual muy pocos “opinólogos”
reparan, casi ninguno diría yo, pero que denuncia que el subdesarrollo es
funcional e incidente en la formación ciudadana; que a despecho del “esfuerzo”
del ministerio de Educación, sólo ha logrado poner en situación obvia una
democracia imperfecta o incipiente, e ignorante. Dicha premisa es que desde
1990 no tenemos un sistema de partidos que fortalezca nuestra novel democracia,
permitiendo así que no hayamos desarrollado en algo nuestro civismo. Estamos en
el mismo nivel político del viejo civilismo decimonónico.
El fracaso es del sistema político y
económico que bajo el amparo de la Constitución de 1993 ha incrementado la
brecha de la desigualdad y aumentado los niveles de corrupción e ineficacia en
el manejo de la cosa pública, el primero es un fracaso económico y el segundo
es evidentemente político.
Los partidos políticos son clubes de
compadres oportunistas y ventajistas manejados por cúpulas que los ponen a su
servicio o lo alquilan a inescrupulosos mercantilistas de la política. Hoy en
día el común denominador de los partidos, sin excepción, es el afán de resolver
su problema económico y de paso refocilarse con el poder que han descubierto que
los puede hacer ricos vendiendo leyes, blindando delincuentes públicos y de
paso hipotecar sus conciencias en su ficticio ascenso social. En resumen, hemos
retrocedido el reloj de la historia a los arcaicos niveles de la política
criolla.
La fecha mencionada, como un parteaguas,
coincide con el gobierno delincuencial de Alberto Fujimori y su socio Alan
García quienes se granjearon apoyos políticos y económicos a través del
siniestro operador Montesinos que a su vez utilizó a la policía, al ejército,
al ministerio público, al poder judicial, al tribunal constitucional, asesinos
y cientos de ciudadanos con la conciencia wash and wear y por último siempre la
corrupción contó con el dicho de Federico Elguera: “En este país no se sabe
amar ni odiar, sólo olvidar”. Los gobiernos de Toledo, García, Humala,
Kucsinsky y Vizcarra son más de lo mismo. La corrupción los atraviesa de
principio a fin como un tema transversal que los pone en evidencia.
¿En que ha cambiado el Perú?. La respuesta es
implícita, en nada. Quienes hayan leído a Manuel González Prada, podrán
entender fácilmente que la historia se repite con mínima variación espacio
temporal. La actuación del Tribunal Constitucional con Keiko Fujimori pone en
evidencia que los que más se sienten seguros son el “Cojo Mame”, el “Cholo
Jacinto”, “Caracol” y siguen nombres.
La cereza del pastel son las listas
presentadas al JNE, donde hay para escoger desde impresentables, testaferros,
ignorantes sobre la realidad peruana y no son pocos los que han tenido y tienen
problemas con la justicia. La matrícula esta abierta. La náusea ha vuelto.
¡Que Dios nos agarre confesados!
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