México: AMLO contra
oligarquía y cleptocracia
por
Luis Angel Bellota; luisangelcb@hotmail.com
3-7-2018
En
2006, una amiga de España me escribió para condolecerse por el fraude vil que
le cortó el camino a Andrés Manuel López Obrador, AMLO, en su
carrera por la presidencia de México; ahora lo
hace para congratularse. Desafortunadamente, tuvieron que pasar 2
sexenios de desgracias y desmoronamiento socioeconómico para ver
concretado un proyecto a favor de los intereses de la mayoría. Y luego, al
final, en el último semestre, padecimos una campaña electoral no exenta de
propagandas fallidas cuya meta era sembrar miedo colectivo. Puedo
atestiguar que muchos que desprendían aversión por AMLO hoy lo votaron. El
tiempo le dio la razón sobre la urgente necesidad de un cambio real.
Por
fortuna, no se respiraba el ambiente de polarización, clasismo y violencia
verbal extrema que crispó al país cuando nos robaron las elecciones
hace dos sexenios. Valió la pena convencer a los indecisos,
discutir con los escépticos y callar prudentemente cuando la
razón no alcanzaba a persuadir a los necios que insistían en ver un
escenario venezolano en México. La victoria fue aplastante, ni
siquiera ameritó esperar a que apareciera en televisión el rictus facial del presidente
del INE para oficializarla. Acto seguido, salimos a celebrar.
Seguramente
leyeron en los diarios o vieron en la televisión y las redes sociales el
triunfo abrumador de López Obrador. Hasta el día de ayer, aún cuando las
elecciones estaban a punto de concluir, el fantasma del fraude amenazaba
las esperanzas de la gran mayoría que inclinó el votó a favor
de Morena y su candidato. Fueron 12 años de recorrer el país en
una terca lucha por defender el petróleo, el salario, la educación pública, la
economía popular y las causas sociales que arrollaron 35 años
de saqueo y pillaje institucionalizado. Esta pesadilla (y así lo espero)
llegó a su fin.
Me
resultó emocionante ver que en domingo, a las doce de la noche, la
plaza del Zócalo hirviera con una multitud que esperaba arropar al nuevo
presidente entre gritos de alegría. Llegó al templete en medio
de un mar de gente. Eran rostros que reflejaban la esperanza de un cambio,
desde un joven de clase media con pinta de universitario hasta una
señora con delantal que no ocultaba su extracción humilde. La
simbología que carga este lugar es vibrante y remite a
la historia: fue la misma que recibió al ejército
trigarante en la consumación de la Independencia, la que celebró el
regreso victorioso de Benito Juárez en 1867, la que vio pasar
a la caballería de Villa y Zapata en 1914, la que aglutinó al país
cuando Cárdenas nacionalizó el petróleo en 1938, la misma que cimbró
con la marcha del silencio del movimiento estudiantil en 1968, la
que hizo suya el movimiento neocardenista en 1988 contra el
fraude electoral y la que ha visto entrar y salir a cuanto manifestación puedan
imaginarse contra tantos años de neoliberalismo. Les escribo a punto de
irme a dormir y con la poca energía que me queda después de un día
intenso, pero pletórico, satisfactorio y memorable.
No
puedo omitir que esta es, también, una victoria para América Latina.
Traerá un poco de esperanza a la región, que hoy día no pasa por su mejor
momento. López Obrador no pudo ir como presidente a festejar los bicentenarios
de los pueblos hermanos. El destino nos quedó a deber una foto de él con Néstor
Kirchner, Hugo Chávez, Lula da Silva o el Fidel Castro. Con cierta tardanza, México vuelve a la
órbita latinoamericana. Ahora más que nunca necesita el apoyo de los
gobiernos y pueblos del Sur.
Les
daré, a las prisas, con una mezcla de euforia con racionalidad, mi
perspectiva. López Obrador es más
un nacionalista que un dirigente de izquierda. Defiende los intereses
nacionales y populares. Su paradigma es la Revolución Mexicana: el Estado
protector que le dio instituciones, respetabilidad internacional, paz social,
crecimiento económico y viabilidad a este país. ¿Tiene mucho de priista?
Sí, naturalmente. El PRI fue, durante décadas, la matriz de la
política mexicana. AMLO se formó en ese partido cuando
éste apelaba una ideología histórica que orientaba las acciones del
gobierno. Esto no quiere decir que su proyecto político articule
autoritarismo a la vieja usanza. Él mismo fue desplazado y hostigado por
el sistema priista cuando intentó democratizarlo. Su lucha ha sido a favor de
las elecciones libres desde que intentó ser gobernador de Tabasco en 1988 y
1995. López Obrador reivindica a Madero, el mártir demócrata de la Revolución.
Pero también al general Cárdenas y a Ruiz Cortines, con quienes tiene más
semejanzas. Uno por nacionalista y otro por austero. Encontrarle parecidos
forzados con el bolivarianismo sería errático y lo
acercaría más a un esbozo mercadológico de Durán Barba que
a un esfuerzo académico por comprender al personaje.
¿Qué
hay sobre su proyecto de país? Aún si el gobierno foxista no
hubiese hecho un fraude en 2006, probablemente su programa de gobierno y
su idea de política económica serían las mismas que enarboló
en estas elecciones y que pretende aplicar en su futura administración.
Creo que él ha sido el mismo. No compro el cuento de que él ha cambiado y
que ahora representa a una "izquierda más moderna". Cambió el
país, no AMLO. El odio de las oligarquías y las mafias políticas hacia él
va más por el lado de los negocios obscuros a expensas del Estado, el
vaciamiento de los recursos públicos y la tenencia de mercados
oligopólicos que en nada se parecen a una moderna economía de mercado. La
presidencia de López Obrador no transformaría radicalmente las cosas,
más bien limpiaría el sistema de una corrupción que lo tiene paralizado y
que parece haberlo convertido en una mixtura de oligarquía con
cleptocracia. No habrá un regreso al estatismo de antaño, pero tampoco una
profundización del neoliberalismo que padecemos y que ha empobrecido a la
mayoría de los mexicanos.
Confío
en que no nos defraudara, que defenderá los intereses de la nación (más aún
cuando la Casa Blanca la habita un enfermo mental) y que se conducirá
con la honestidad personal con la que ha vivido siempre. Tampoco quiero
hacerme vanas esperanzas de que en seis años se pueden revertir todos
los costos socioeconómicos del capitalismo mafioso a la mexicana. Habrá
cambios importantes y el más obvio será una rotación en las elites políticas. La
tecnocracia de siempre parece ir de salida. Su visión de la economía carece de
legitimidad; no la hicieron crecer en 30 años mientras se dedicaban a
entregar el país a intereses extranjeros, con los que suelen
hacer buenos y jugosos negocios. Urge también otra estrategia
contra el crimen organizado que amenaza la seguridad nacional. La herencia
que dejan 35 años de neoliberalismo, más los retos que asoma la
primera mitad de este siglo, es una tarea generacional que nos tocará
asumir a quienes hayamos nacido entre 1970 y 1990. Por lo demás, no oculto
mi felicidad. México tenía una cita con la historia.
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