Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
18-4-2017
Nuestros
burros políticos y la falta de utopía
En Perú, la utopía fundamental, cuasi
única, indesdeñable y obligatoria, debiera ser que todos comieran, se vistieran
y trabajasen en términos dignos, decentes, hábiles de soportar la forja de una
Nación moderna, revolucionaria con ideas soliviantadoras de la imaginación y
capaz de reivindicar nuestro antaño papel de liderazgo en Latinoamérica. Los
incas lo hicieron y construyeron un espacio geopolítico con impronta hasta
nuestros días.
¿En qué utopía piensan nuestros burros
políticos? Un análisis elemental pareciera indicar que en nada de nada. Más
allá del dicterio o la zalema indigesta, no hay debate, confrontación de ideas
o arquitecturas que promuevan al ciudadano como prioridad fundamental del
quehacer estatal y a la empresa, en sus múltiples variedades, como generadora
de fuentes de trabajo y de recursos para las familias.
La ausencia de utopía promueve la
imbecilidad a todo nivel. Algunos creen que hay que llamar héroes a quienes
cumplían con su deber aunque no se entiende por causa de qué se ultimó a balazo
avieso a los rendidos. ¡Y no me vengan a decir que hay que asesinar a los que
ya habían depuesto las armas! Con ese criterio ¡a todos aguarda el paredón,
porque depende, tan sólo, de la trinchera que se ocupe y el exterminio es
ineluctable!
Cuando la imbecilidad gobierna,
cualesquiera el escenario, se goza en el detalle de cómo fue descuartizado un
ciudadano y la geografía del reparto de sus miembros, ocupa a la gárrula prensa
escrita, radial o televisiva. ¡Un país que se ve cautivado por la carnicería,
está al borde de su falencia mental más catastrófica!
Nuestros burros políticos no alcanzan
¡ni a otear! el horizonte geopolítico. ¡Ni qué hablar de las bombas en
Afganistán que Estados Unidos y Trump llaman con huachafería “madre de todas
las bombas” o el campo de Agramante en que se ha convertido Siria en que hay
múltiples codicias buscando lo suyo! Los jumentos políticos no pueden ¡tampoco!
comprender cómo el 2011 el gobernante de esa fecha obsequió la soberanía aérea
a Lan Chile y como hay hermanos supérstites en el Establo de Plaza Bolívar,
entonces callan “estratégicamente” para no abrirse “frentes”.
Conozco burros políticos que se cuidan
muy mucho de recordar el nombre y apellido, canal o medio de los
entrevistadores que alguna vez les hicieron preguntas ¡no importa que fueran
naderías de escasísima repercusión!, pero que ¡jamás! cruzan el Rubicón de sus
mediocres aspiraciones más allá de una curul o un puesto rentado en el Estado.
Y viven acompañados de sus egolatrías ruines que les catapultan a imaginarios
planos superiores cuando apenas si son lo que llamaba con humor ácido Manuel
González Prada: gorilas politicantes.
A los burros políticos NO les interesa
definir qué clase de Estado es el que la utopía necesita para un plan nacional
en los próximos 100 años. El piajeno sólo atisba la inmediatez del sueldo
puntual, la figuración en medios periodísticos diciendo ¡cualquier disparate! y
encoge la panza, engola la voz y se aprende letanías que farfulla una y otra
vez y ¡colecciona! fotos en diarios, audiciones en radios y espacios en
televisión. Si se juntara casi el 100% de aquello, podríamos botarlo a la
basura ¡y nadie extrañaría tanto adefesio mediático!
A los jóvenes toca la tarea de sacar a
los burros políticos de sus madrigueras. Desalojar a aquellos es tarea sublime
y se llama recambio generacional.
Un país necesita tener utopías y
encandilar con las mismas a sus espíritus más preclaros por incontaminados y
honestos. La política peruana demanda refundación desde sus cimientos más
hondos. Los viejos de cuerpo y alma, han demostrado su lóbrega falencia e ineptitud.
El trance de transformar al Perú sólo podrá verificarse con ambiciones de largo
alcance y por la interposición de la mano limpia, proba e impecable de una
marcha al porvenir que nos debe una victoria.
Cualquier parecido con los políticos
burros es mera coincidencia.
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