¡Engañifa de Investigación a García por
Odebrecht-Metro de Lima!
1-4-2017
En aparente
labor de genuino fiscal, imparcial, implacable e inabordable, el villarrealino Hamilton
Castro Trigoso, a cargo del caso Odebrecht, acaba de incluir a Alan García,
después de larvadas idas y venidas mentales, ante una denuncia penal de una
procuradora pública, en calidad de investigado, por el nimio y único
delito de Tráfico de Influencias, un ilícito penal insular, como isla
chiquirritica, previsto en el Artículo 400° del Código Penal, reprimido
con una pena no menor de 4 ni mayor de 8 años de privación de libertad.
¡Se trataría
de un flaco favor apristón, que trueca esta citada pena, cercana a condena
condicional o absolución con jueces de la misma laya que García, por la de 35
años que le corresponde!
No logro
entender cómo un presidente de la República, con la conocida índole autoritaria
y proterva de Alan García Pérez, pueda utilizar, por sí solo, sus reales
influencias ante sus dóciles subordinados, no sé si uno por uno o todos juntos
en Palacio de Gobierno, para que hagan un trueque de gruesos o millonarios sobornos
por favores a la empresa Odebrecht, en la entrega de concesión del Metro de
Lima, tramos 1 y 2; y luego en las arregladas adendas que permitiesen subir
sideralmente el costo de la obra, defraudando el patrimonio del hoy lacerado
Perú por un severo desastre natural.
Esta benigna
figura jurídico penal se consumaría cuando el funcionario público, en su
calidad de presidente del país en funciones, invoca o tiene influencias reales
y ofrece interceder, a título individual, ante sus varios dependientes, cuyo
cargo depende de él, que deben conceder la obra al postor Odebrecht, a cambio
de prebendas, que no sean para quien realiza el ofrecimiento. Es decir, un
presidente que busca, llama, ruega o convoca a tales subalternos y los convence
que favorezcan a su recomendada empresa. Quienes lean el tenor de este magro
delito, cuyos verbos y otros vocablos he usado literalmente, se darán cuenta
que esta tipificación inicial resulta antojadiza, de favor y adrede castrada
por el fiscal Castro, el mismo que firmó el llamado "Convenio
Preliminar" con la empresa en cuestión, y no con una persona natural
que deba acogerse a futura colaboración eficaz, cuyo contenido sigue en el
limbo.
Rechazo con
toda rotundidad que el complaciente fiscal se vaya por la tangente en esta
labor aparentemente fiscalizadora, que más bien edulcora. Que no considere que
se trata de una organización criminal internacional, o sea, una Asociación
Ilícita para Delinquir, con 78 personas ya confesas, cometiendo delitos en
serie descomunal: colusión agravada, cohecho pasivo propio e impropio,
negociación incompatible, enriquecimiento ilícito y lavado de activos, es
algo que jamás aceptaré, y que otras autoridades deberían enjuiciar y castigar.
¡Se trata del favor más grande concedido a García, en la ingenua suposición que
nadie lo advertirá!
Estamos en
realidad, al contrario, ante un Concurso Real de Ilícitos, con una actual sumatoria de penas que llegan
hasta 35 años merecidos de privación de la libertad de García, y no ante
un aislado tráfico de influencias, con pena irrisoria cerquita de su
absolución, pues los delitos reseñados se cometen en forma independiente unos
de otros, en diveros momentos, lugares y por una red infinita de sujetos
inescrupulosos, que, por lo demás, 78 personas, en Brasil, ya han confesado
ante fiscales brasileños haberlos cometido, por lo que piden premio a su
delación. Un juez supremo aprobó estás delaciones. ¡Jorge Barata también ha
confesado su delito ante Hamilton Castro, pese a lo cual este fiscal se niega a
abrirle investigación!
El hecho que
esas 78 personas, número que incluye a Marcelo Odebrecht, hayan aceptado
formar parte de la misma organización, que tenía montado un "departamento
de sobornos" de competencia internacional, y haber intervenido
coimeando a muchos cientos de funcionarios públicos en varios países (Perú,
Colombia, Venezuela, EEUU, entre otros), es una prueba indubitable que
estamos ante los siniestros vericuetos del
crimen organizado internacional y no ante un miserable y raquítico
tráfico de influencias. ¡Exijo que Hamilton Castro se rectifique y no se
guarezca en lo denunciado por una desatinada procuradora pública peruana!
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