¡Contaré mi
experiencia con un tal ministro Valakivi!
8-7-2016
En el Perú, el ministro de Defensa actual tiene el nombre de
Jakke Raimo Milagro Valakivi Álvarez, quien siendo economista de nota, mediático
recurrente además, debe ser versado más en números que otra cosa. Empero, la
defensa del país es materia distinta.
Nunca me he topado con él en la vida real, ni virtual.
Tampoco me ha llamado alguna vez por teléfono, menos yo a él. Sin embargo, lo
tenía siempre en casa, en la pantalla de mi televisor. Ergo, me era un
personaje conocido, simpático, de buen léxico y talante, por lo que nunca
cambié de canal en cada visita suya.
Siendo yo un abogado público, con más de 40 años de
ejercicio, de afición tozuda al campo penal, tanto que hasta me llaman
penalista, un día del presente mes de julio, ¡un tal ministro Valakivi!, quien se identificó como queda
dicho, me llamó del celular 953-546-458,
a las 10.37 de la noche. Platicamos ligeramente sobre el enormemente
publicitado caso jurídico penal que lo tenía en serias pindingas (mencionó expresamente
a la periodista Rosana Cueva y “algo más”). Me pidió una cita presurosa
para el día siguiente y la concertamos sin regateos para que ocurriese en mi
oficina particular, en San Borja, y no en el ministerio de Defensa como me
indujo. Aseveró, que sería luego de su pactada reunión con la Comisión de Transferencia
de poder. Nunca he ido al despacho de un grande, de inflado ego, cuando han
pedido mis servicios, que los he prestado en varios casos sonados. ¡Existe una
buena retahíla en la red!
Llegó la hora pactada, estuve con el abogado Nikolai Ortiz Suárez, a quien también
cité a su solicitud, para ver otro desventurado caso penal, pero el cerdo
ministro Valakivi no llegó. No tuvo la gentileza ni siquiera de llamar de nuevo
para anular la cita que había pedido, ni a disculpar su inasistencia. No deseo
que lo haga, ni escuchar su voz en adición. ¡Algo le narré en ese instante al
abogado Ortíz Suárez, pueden interrogarlo!
Al tercer día, sucedió algo inesperado. Alguien, asaz intruso,
metiche en asuntos privados ajenos, quizá de los de inteligencia que se
infiltran a las empresas de telefonía, borró, eliminó o suprimió todo, sí, todo, el registro de las llamadas
recibidas a mi celular, incluida la de tal ministro Valakivi. Me apenan los
números de teléfonos que he perdido.
De haber tenido la cita, supongo que este inesperado
interlocutor habría venido con cámara y micrófono ocultos para disponer del
íntegro de nuestra conversación. Es que así actúan estos seres que algún día se
apoltronan en el poder político. Recuerden lo de Montesinos Torres. Por eso
tomé mis precauciones cuando recibí las frecuentes visitas del actual abogado, William Paco Castillo Dávila, de
Alberto Fujimori Fujimori, en mi oficina y en mi domicilio.
Ya sabrán los que acaso me lean, que pueden ser muchos
miles, que en el Congreso de la República se ha pedido su censura, cuya
aprobación supongo que viene como por un tubo, atendiendo a las tenebrosas circunstancias
que aquejaban al tal ministro Valakivi. De nada valen sus rimbombantes
pergaminos, si es que no intenta y logra ser decente, sabiendo respetar la dignidad ajena. Celebro, pues, que sea bien censurado.
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