por Herbert Mujica Rojas
30-11-2006
La hermandad de los dólares
Mientras que las grandes causas no perecen por el miedo, porque
subliman sus recuerdos heroicos, sus motivaciones éticas y
revolucionarias, aunadas a una despiadada y feroz auto-crítica y su
columna vertebral pasa por la fraternidad solidaria entre sus
miembros, las hermandades, más propiamente colectividades mafiosas,
tienen un símbolo endiosado como motor y dínamo de sus existencias: el
dólar. Sin la moneda, de boca para afuera odiada, de bolsillo para
adentro, idolatrada, no hay lucha por nada, sólo desaliento y como
consuelo, becas y relaciones públicas para buscar en qué colocarse y
¡seguir ganando para alimentar sus bocas hambrientas!
Las hermandades de los dólares pretextan, industrializan, reinventan
lenguajes y alambican términos para generar neumáticas ficticias,
siempre y cuando, el vil metal, casi siempre exaccionado del exterior
o expoliado al Estado, vía cómplices cuyas hojas de vida están
calibradas al milímetro, provean de cómo parasitar en el ademán y en
el contorno ¡jamás en la solución porque las soluciones acaban con el
líquido elemento, en este caso los dólares!
Los métodos son fáciles de identificar. Basta con ingeniosas campañas
que no pasan de ser afirmaciones primarias, hasta simples, pero
barnizadoras de dinámicas que "justifican" libracos, talleres, fórums,
seminarios, sueldos, gastos de caja chica y mil otras chucherías,
siempre con la ayuda de contables experimentados y cuya primera misión
es asegurar la partida de dólares ¡cómo no! ¡Es débil mental, pero no
debemos discriminarlo! ¡Tiene los genes de mamá, pero ella no lo
reconoce! ¡Es farsante y vive del Estado, pero no debemos decirlo! Yo
haría una campaña que encontraría en Perú, millones de recipendiarios:
¡Es un hijo de mala madre, pero todos se callan!
Sólo las fraternidades que se reúnen para buscar caminos de avenida,
alamedas de solución y modernizaciones en un mundo altamente retador,
tienen la posibilidad, no ineluctable, de sobrevivir a la anomia
nacional que corroe la ética pública y privada. Las élites están
absolutamente envilecidas, las de derecha vendepatria y reaccionaria;
las de zurda dolarizada y huérfana de ideas; las de centro más bien
funcional y traidoras, social-demócratas, liberales o neoliberales
oportunistas, todas han sentido la obsolescencia que proviene de no
haberse renovado. Las mismas caras, los métodos idénticos, las taras
sempiternas, las fallas intrínsecas, ¡nada ha cambiado porque no hay
inteligencia suficiente o entereza para comprender que el mundo ha
trocado en retos mucho más complicados!
El dólar, como cualquier moneda, no produce felicidad. Sí quita, de
repente, dolores de cabeza y paga facturas. Sin embargo no puede
comprar ni crear mística y potencial de combate sublime por la patria,
su dignidad e historia: en el momento en que se secan los caños, los
que viven de estos dólares, sólo huyen y desaparecen simultáneamente
con el billete. En cambio, la ética, la capacidad de regeneración de
un país tiene que aprender a administrar sus mitos, sus tareas, su
mesianismo constructor, nacional y nacionalista, porque de lo
contrario la violentización de las sociedades corroe hasta la última
célula.
Estuve ha poco en una reunión. Golpeados, casi apaleados por los
guarismos electorales, los más inteligentes, comprendieron que no hay
explicación posible que cohoneste el fracaso total obtenido. Disociar
un comicio político de uno vecinal es básicamente una estupidez
pseudo-intelectual. Se pierde o se gana. Las gamas medias sólo son
parte del gran consuelo onanista en que pareciera gozar mayúsculos
sectores de las castas políticas. Algo así como: ¡a mí me fue mal,
pero al del costado, peor! Mal de muchos, consuelo de tontos.
Si los que aún profesan una fe y una ideología, cualesquiera que ella
fuese, no comprenden que su tesoro empieza a amenguar por falta de
elan, pantalones e idoneidad para expulsar a las malas pulgas,
entonces, no les queda otra salida que dormir la ilusión, llorar el
recuerdo, entrar al pasado. Los que aún quieren pelear porque esa es
su naturaleza victoriosa ¡enhorabuena! ¡Y para eso no se necesitan
dólares, ni gringos bobos dispuestos a expiar sus pecados o gringos
vivísimos que han convertido, por la vulgar compra, a antiguos
rebeldes, en parlanchines borregos, genuinos y torpes representantes
del imperialismo en nuestros países! ¡Y hay decenas de cipayos
vergonzantes en estos pagos!
¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!
¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!
¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!
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