Informe
Señal
de Alerta-Herbert Mujica Rojas
15-1-2023
¡Gloria a los héroes de San Juan y Miraflores, 13/15-1-1881!
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Con muy reprobable olvido, la sociedad peruana pasa por alto las
fechas, 13 (San Juan) y 15 (Miraflores) de enero de 1881, cuando la juventud,
los artesanos, universitarios, soldados y pueblo en general, salió a pelear
contra el invasor chileno que a la postre tomó la capital.
La guerra del salitre, 1879-1883, que Chile planteó al Perú
constituye una de esas heridas que marcó a sangre y fuego el devenir nacional y
construyó malamente taras y complejos que aún persisten sin haberse superado
esas consecuencias.
¡Precisamente, uno de esos lamentables saldos lo constituye la
ignorancia cuasi absoluta del ciudadano peruano de qué ocurrió entonces!
En San Juan y Miraflores, en aquellas fechas de 1881, Lima
combatió al invasor chileno en una guerra de rapiña cuyo resultado se supo
desde el comienzo. La improvisación, el amiguismo, el latrocinio, el divorcio
entre la capital centralista y el resto del país, amén de una cáfila de líderes
profundamenta venales, hizo el resto.
La disimulada, por historiadores a granel, torpeza criminal de
Nicolás de Piérola, su elefantiásico ego, su miopía insólita, hicieron de la
conducción del país, un lampo negro de siniestros contornos. Lima fue arrasada,
acribillados sus hijos, invadidos sus predios, enajenado el gobierno.
Las fragilidades se pagaron muy caro y hasta 1879 hubo una
historia patria y a partir de aquel año, otra. Desnudóse la precariedad infame
y lo tenue del tejido social y luego de aquellos trágicos sucesos, pandillas de
historiadores dedicaron su tiempo a cubrir la traición de sus parientes, los
entreguismos enfermizos y las peores taras asolaron al Perú hasta hoy, hechos
de los que no hemos podido sacudirnos de manera integral, radical, profunda.
Los mártires y heroes genuinos del pueblo, trabajadores,
campesinos, rabonas, soldados desconocidos, casi nunca son recordados, en cambio
se endiosan apellidos “notables” y se ejercita la contaduría de historias acordadas entre bambalinas pudientes
y acérrimas aficionadas a saquear las intensas riquezas de que sigue gozando el
país.
Para los de abajo, como diría Mariano Azuela en su inolvidable
novela sobre la Revolución Mexicana, para quienes hicieron de una patria
chúcara que casi nunca los reconoce como suyos, el homenaje más intenso y más
respetuoso por su sacrificio en San Juan, Chorrillos, Barranco y Miraflores, y
en todo el Perú.
Hombres y mujeres de todas las sangres del país llegaron a pelear
en Lima.
Ironía amarga: la capital que siempre ignoró a los provincianos,
recibía ayuda de aquellos en batallas que siempre tuvieron un pronóstico muy
claro. Chile poseía armas, soldados, barcos, municiones, disciplina y adiestramiento
y se había preparado para arrasar al Perú. Aquí todo fue un desastre.
En Nuestros legisladores, Horas de Lucha, 1906, Manuel González
Prada escribió:
“La vergüenza del Perú no
está en haber sido arrollado y mutilado por Chile (¿qué pueblo no ha sufrido
mutilaciones ni derrotas?); el oprobio y la ignominia vienen de seguir
soportando el yugo de tanto orador sin oratoria, de tanto moralizador sin
moral, de tanto sabio sin sabiduría. Sí, ustedes son la carcoma y el deshonor
del Perú, oh barberos y sacamuelas de
Y la vigencia del látigo
que fue el verbo escrito de don Manuel, parece revivir en los sucesos que Perú
ha debido padecer estos últimos 20 días: 49 muertos a balazos, la existencia de
una derecha conservadora, bruta e impenetrable, legisladores odiados por todos
pero que hacen oídos sordos, civiles embrutecidos que echan la culpa de todo al
“senderismo, violentismo, comunismo” y demás adefesios.
Cierto que hay una
diferencia elemental: los invasores venían de otro país y estábamos en guerra.
Aquí una guerra no
declarada pero igual en su letalidad enfermiza hirió y mató a hijos del pueblo
y no hay pizca de equilibrio en el discurso oficial que pretende zafarse de
tamaña responsabilidad ante el pueblo y ante la historia, madre y maestra.
Pueblo que olvida su
pasado, repite sus errores.
Si otros no encienden el
homenaje espiritual a esos héroes, en Diario Uno sí practicamos el deber cívico
de labrar un recuerdo fraternal por los que lucharon por la Patria.
Fue, la guerra de rapiña que Chile emprendió contra Perú en 1881 y
hasta 1883-84, un suceso que aún no ha sido analizado genuinamente. Y tampoco,
por cierto, superado.
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