Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
7-10-2015
TPP: ¿caballazo o
contrabando?
El acuerdo, convenio, tratado o lo que fuese, llamado
Transpacífico, nació con el alborozo de varios países, entre ellos el nuestro.
Repetir las salmodias adulonas sobre sus bondades constituiría un ejercicio
grosero de mal gusto e invadiríamos el campo que tiene para sí la prensa
concentrada u oficialista.
Una de las virtudes excelsas del acuerdo, convenio o tratado
Transpacífico es su secretismo, muy pocos -los que mandan- saben in extenso de
él y las gruesas capas ciudadanas que habitan en los países supuestamente
favorecidos por tanta magnanimidad, saben poco o nada. ¿Desde cuándo tanto
bienestar se guarda muy mucho en los arcanos de quienes cortan el jamón?
¿Creerá el presidente Humala que sus alabanzas al acuerdo,
convenio o tratado Transpacífico, eximen a dicho instrumento internacional de
los procedimientos previstos en la Constitución cuando se trata de medidas que
afectan, modifican o se refieren a tributos y al funcionamiento económico del
país? Se equivoca si está persuadido de esta tremenda torpeza.
El acuerdo, convenio o tratado tiene que ser analizado, revisado
prolijamente por el Congreso y ratificado o denegado y es hasta posible, por la
magnitud del asunto, que se requiera de votación calificada en dos legislaturas
seguidas. ¿No hay quien pueda orientar al jefe del Ejecutivo en esta materia?
Vivimos convictos que el presidente Humala sabe distinguir
entre los tortuosos caminos que digitan las dictaduras para la
"legalización" infame de sus tropelías y lo que acontece en
democracias jóvenes y maltrechas como la nuestra, por tanto hay que preguntarse
¿no son capaces los asesores de enjuiciar con propiedad temas tan delicados
como éste para evitar parecer menos burros de lo que son?
Cabe otra posibilidad, nada irreal y desdorosa para los
inquilinos precarísimos de Plaza Bolívar: que hayan entregado autorización o
licencia al Ejecutivo para que negocie al margen del Congreso el acuerdo,
convenio o tratado de marras.
Acaso sea bueno recordar que el llamado Tratado de Libre Comercio
con Chile, al que disfrazaron como acuerdo de complementación económica para
escamoteárselo al Congreso, fue una de las claudicaciones más vergonzosas de
que se tenga memoria. En Chile, primero Diputados y luego el Senado, expresaron
su aquiescencia a ese TLC con Perú por la simple razón que les convenía. Aquí
bastó que el Ejecutivo se hiciera dueño del asunto y colocara en el limbo a los
legiferantes que normalmente viven en estado
de idiotez perenne.
Es fundamental que, por su propia salud, las colectividades
políticas evalúen muy mucho el intervenir en este debate trascendental, a menos
que estén muy gustosos de abdicar hasta el último resquicio de dignidad y soberanía
espiritual.
¿Es válida la disyuntiva que señala el título: caballazo o
contrabando? Sospecho que estas dos virtudes las ostenta el acuerdo, convenio o
tratado Transpacífico. Parece una imposición mediática o prueba de buena
conducta ante los embajadores del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial
que en número de 12 mil ciudadanos dejarán algo así como US$ 12 millones de
dólares en compras en Lima, tal como ha dicho refocilándose en la dudosa hazaña,
el ministro de Economía, Alonso Segura. Convicto y confeso el titular de ese
portafolio no necesita hacer más esfuerzos para convencernos de su total y
acérrima servidumbre para con los mandamases internacionales.
Difícil, en el tramo final de la administración Humala, que
un caballazo con caracteres de contrabando más bien descarado, quede sin una
amplia y exhaustiva discusión al detalle en el Congreso, en las calles, en el
periodismo, urbi et orbi.
De caraduras está poblado el universo político nacional.
Rateros, zafios, sinverguenzas, delincuentes y rateros exhiben sus patentes de
corso para perpetuarse en la curul parlamentaria, en los puestos claves de la
administración burocrática, ejes de cómo un país bananero con un gobierno
vasallo de todos los imperios, hace méritos antes de irse.
Aunque se equivocó Dolores Ibarruri en la guerra civil
española en 1936 cuando exclamó: ¡No pasarán!, aludiendo a las fuerzas
franquistas, esta vez hay que reiterar que el caballazo o contrabando del
Transpacífico no debe persistir con zonas oscuras o huérfano de meticuloso
escrutinio que cautele la dignidad y soberanía de la Patria.
Debieran entenderlo los regalones de lo no es suyo y hacen
lo mismo con todos los gobiernos.
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