Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
Diario Uno/ 11-10-2024
¿Torre Tagle mártir? ¡No, un traidor!
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En Perú,
las cosas de puro repetidas se olvidan. Pero también afincan en el imaginario
popular y se dan por ciertas aunque sean ¡absolutamente falsas! Por mal ejemplo,
días atrás cumplióse aniversario de la muerte de José Bernardo de Tagle y una
publicación dijo: “apresado por los españoles en el Real Felipe”. Y la verdad,
monda y lironda, sucia y descarnada es ¡muy diferente!
Escribe
Jorge Basadre en Historia de
Terminó
con expresiones contra el “falso brillo de ideas quiméricas que, sorprendiendo
a los pueblos ilusos, solo conducen a su destrucción y a hacer la fortuna y
saciar la ambición de algunos aventureros”.
“En una
carta que, desde el Callao, escribió al marino Blanco Encalada (22 de enero de
1825), Torre Tagle le pidió que “en nombre de Chile le entregase un asilo bajo
su bandera como el que generosamente me concedieran jefes españoles,
distinguiéndose entre ellos en toda clase de consideraciones conmigo, el señor
Rodil”.
¿Fue, en
realidad, un asilado entre los españoles o un aliado de ellos? La segunda de
estas posibilidades parece afirmada en un papel al redactor de su manifiesto,
Juan de Berindoaga (cuya reproducción fotográfica ha publicado Luis Alayza y
Paz Soldán).
Allí
dice, con palabras que lo acusan, que ansía evitar la desconfianza de los
españoles ante él y busca, más bien, que estén contentos, “mucho más –agregaba-
cuando yo, convencido de la canalla que constituye la patria, he resuelto en mi
corazón ser tan español como D. Fernando”.
Con este
comprobante no parecen insinceras las frases insertas en el último párrafo del
manifiesto de 1824 en la parte que, después de solicitarle al Perú que no
tolerase que en su recinto se levantasen templos a la tiranía bajo la sombra de
la libertad, concluye afirmando que “de la unión sincera y franca de peruanos y
españoles todo bien debe esperarse; de Bolívar, la desolación y la muerte”.
Y para no
dejar la menor duda, el párrafo anterior había empezado con esta frase: “Unido
ya el ejército nacional mi suerte será siempre la suya”. Frase que recibe
lúgubre significado con la muerte de Torre Tagle, su esposa y un hijo menor, en
las circunstancias más espantosas, en el Callao, en los últimos días de la
resistencia española.
Con ella
parecen coincidir, por otra parte, una hoja suelta con un ataque feroz a
Bolívar, que apareció bajo su firma y que circuló además por haber sido reproducida
en el Boletín del ejército realista, así como una carta, fechada en Lima el 17
de abril de 1824, dirigida al general José Canterac y más tarde incorporada al
proceso de Berindoaga, en la que se pide que se permita al guerrillero
Ninavilca unirse a los españoles.
Berindoaga,
en el suplemento de su manifiesto, lo presentó como gozando de favor entre los
jefes del Callao. Pero en su comunicación a Blanco Encalada, mencionada
anteriormente, afirmó Torre Tagle ser solo un asilado.
No ocupó
ningún cargo político, administrativo o militar a las órdenes del virrey o de
sus generales y la versión de sus descendientes es que murió en el Callao el 26
de setiembre de 1825, estando preso con su familia.”
Y a este
miserable que fue José Bernardo de Torre Tagle hay que llamarlo por su nombre:
¡traidor a secas! Se solidarizó con los ibéricos, siempre invasores e intrusos,
estuvo con ellos de corazón e ideas, afincó en el Real Felipe arrastrando a su
familia en la acción proditora.
Y la
diplomacia peruana tiene el baldón inexcusable de llamar a su edificio
principal Torre Tagle como sinónimo de su think tank, usina de ideas y
estrategias. Ni ideas ni estrategias, sólo claudicaciones vergonzosas y
elusivas de una real integración con el Perú profundo y con el hombre y mujer
de abajo, aquél que se levanta al amanecer y duerme los sueños de una justicia
que jamás verá porque así lo consagraron delincuentes y pillos que son,
básicamente, los que han regido los destinos de este país.
La
historia del Perú es gesta maquillada y cosmética de poderosos que impidieron a
toda costa que el pueblo se enterara cómo, durante las guerras, sus ancestros
alineaban siempre con las tropas invasoras y pasadas las belicosidades,
presentaban, casi de inmediato, sus saludos al vencedor insolente.
Holgazanes
y cobardes, los poderosos no supieron sino vivir del guano y las
consignaciones, del timo y del cohecho culpable contra los sagrados intereses
de las mayorías nacionales.
Contra
esa falsificación masiva y abyecta, furiosa en su plagio y cicatera en sus
luces, insurgen las nuevas juventudes con el propósito fundamental, nacional y
nacionalista de la revolución peruana.
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