Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
13-10-2024
¡Aquí no vale el color de la piel!
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El que no tiene de inga, tiene de mandinga. Atribuida la
expresión a Ricardo Palma en una de sus tradiciones, alude a que la especie
absurda de pureza en el linaje, por lo menos en Perú, reconoce vertientes
múltiples y multicolores.
En Perú el color de la piel recibe un culto insólito, tanto
de los poseedores de esa tonalidad como de los que carecen de ellas. Acudamos
al refrán español: tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando.
¡Bellaquerías groseras sin atenuantes!
Si algún día Perú, como colectivo social y en nombre de una
genuina política de Estado, emprende la lucha contra el racismo, deberá hacerlo
de manera radical, instalando conceptos en el alma popular, en la vida cotidiana
y ¡sin duda alguna! desde los ámbitos en que se brinda servicio a la comunidad.
Buena parte de la vida nacional consiste en simulaciones, salmodias,
poemas, cánticos, óperas, gestos inanes y oportunistas no son más que cosmética
barata, la misma que vive la Nación desde sus primerísimos días.
Por ejemplo, cuando se apela a la burocracia del Estado, ese
“psicólogo” que está frente a nosotros, estudia a quien atiende y, sobre todo,
qué ventaja le reporta hacerlo a uno u otro y con quién queda bien o en empatía,
porque ¡nunca se sabe! Depende de la apariencia, la vestimenta, la
pronunciación y cómo se pidan las cosas.
Sé que solicitar ingenio o imaginación, a quienes han
demostrado desde los empleos públicos o del gobierno, una mediocridad superlativa,
es una audacia; pero musitarles ideas no está demás.
Por ejemplo, ¿por causa de qué, en absolutamente todas las
oficinas que brindan atención al público, no se ponen letreros gigantescos, con
neón subrayado que muestren este lema:
¡Aquí no vale el color
de la piel!
Los españoles y sus descendientes fabricaron un sentimiento
excluyente para con el regnícola y cuando no lo masacraban o mataban de hambre,
le explotaban hasta lo inhumano, que es casi lo mismo.
En lugar de formar una nacionalidad, rica en su diversidad y
capaz de construir en conjunto, se alentó un mosaico de mil o más partes. El
resultado es el Perú que todos conocemos y cuya Carta Magna recita la igualdad
entre todos pero hay quienes saben que algunos son más iguales que otros. ¿O
no?
El poder monetario, el apellido "decente", el
color de la piel, el parentesco enlazado a los goznes del gobierno y del
Estado, resultaron en los sucesivos gobiernos representantes de minorías que
cultivaron la perversa costumbre del ¡azúcar caro y el cholo barato!
En consecuencia, letreros a lo largo y ancho del país, en la
totalidad de las dependencias que tengan que ver con público, bancos,
ministerios, municipalidades, gobiernos regionales, alcaldías, etc., en los que
se repita y reitere ¡Aquí no vale el
color de la piel! podrían ayudar a derrumbar el colonialismo mental que en
mayor o menor medida practicamos los peruanos, desde arriba -las más de las
veces- o desde abajo, en la inconciencia más acrítica y abominable.
Alguna vez escuché, cuando un individuo definía lo que para
él, eran "los edificios de gente decente". E inquirido por mi
curiosidad rabiosa, sólo atinó a decirme la siguiente bestialidad:
"¿reparó en su apellido?" a lo que contesté "claro que sí y sólo
sé que significa en castellano, melocotón".
Pero nones a ese bruto, entonces con más de 60 años, no le
entraba en la mollera cualquier atisbo de igualdad o equilibrio.
¿No ha escuchado cómo moteja la "gentita" a las
empleadas de casa, ¿no usan los repugnantes términos de "chola, india o doméstica"
entre otros, todos reprobables?
Cuando en Perú empecemos a entender que el racismo es una
lacra exclusiva de imbéciles e intonsos, comprenderemos que la circunstancia de
ser blanco, negro, amarillo o verde, no define o la inteligencia o tasa el talento
u otorga valor a las personas.
Que otros quieran definirse como "blancos" y
"de apellido", como forma de comportamiento, es un tema que pertenece
a lo más podrido de cualquier sociedad.
El imperialismo racista que fue el Tercer Reich proclamaba la
predominancia de la raza aria sobre todas las demás. Sería muy divertido
preguntarles a nuestros nazis criollos ¿cómo es que creen en quienes iban a
fusilarlos en primer lugar por el color de su piel, sin ambages ni piedad
alguna? El recuerdo de Auschwitz, Treblinka, Dachau, etc. es parte de una
reminiscencia trágica.
¿Qué es nuestra televisión o, mejor dicho, la cantidad de
programas en que se muestra a maniquíes de un determinado tipo, hombres y
mujeres, casi simios de hablar limitado y razonamiento muscular y plagado de
tics? La caja boba vomita a troche y moche y el contrabando de idiotización del
pueblo es parte del menú diario.
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