Thursday, September 19, 2024

¡Envidia jode al Perú!

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

20-9-2024

 


¡Envidia jode al Perú!

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Un líder uro me dijo, en plena travesía por el Lago Titicaca, ¡la envidia jode al Perú! Y hasta se dio el lujo, ante múltiples preguntas limeñas, de responder desdeñoso: ¿no leen ustedes los libros de historia?

 

En momentos en que el gobierno de doña Dina Boluarte, cuyo desempeño en el Altiplano fuera arrasador de los derechos humanos de decenas de compatriotas muertos por bala militar, en meses pasados, y cuando aún hay duda si declarar en emergencia las regiones con incendios forestales atroces, pertinente recordar sucesos de los que fui testigo in situ.

 

Cualquier periplo hacia el interior del Perú equivale a la lectura de las edades que la historia registra. Desde la humedad enfermiza de Lima, a los calores atroces de la Selva o las altiplanicies gélidas del Titicaca o los monumentos pétreos y bellísimos del Cusco imperial.

 

Pocos reparan en que poseemos todos los pisos ecológicos, la biodiversidad más prodigiosa y despensas de agua y árboles que o cuidamos o lamentaremos su depredación por mano criminal.

 

Cavilé, mientras escuchaba la voz bronca del amigo uro, sobre cuánta razón tenía el compatriota. Y la explicación de su altanería orgullosa. Los peruanos del Altiplano son vencedores de la naturaleza, dominan las punas con su agricultura y a pesar de los 20 ó más grados bajo cero, siguen pujantes con su comercio y lejanísimos de la capital o del resto del país.

 

Una de las peores costumbres peruanas consiste en maquillar las realidades y las más feas exhiben cosmética pero reza el dicho: aunque la mona se vista de seda ¡mona se queda!

 

¡Y es cierto! El peruano cuando nace no mama, aprende a envidiar lo que tiene el del costado y a blasfemar, balbuceando sus primeras frases, del prójimo o del de más allá.

 

No soportamos el éxito ajeno y le arrebatamos -¡no importan los medios!- cualquier brillo o valor. Nuestro blasón es la codicia, la estupidez de sentirnos buenos haciendo el mal o promoviendo el fracaso ajeno.

 

Y la aberración es más frecuente cuando desde nuestra estrecha visión capitalina, nos referimos al compatricio del interior. Presumiendo de una superioridad inventada desde el argumento que “así son las cosas”.

 

Acabamos de contemplar, en nuestra atarantada capital Lima, el espectáculo ridículo y racista de unos estudiantes universitarios con el cerebro en las patas porque en el cabeza sólo albergan estiércol blancoide y banal. Y aquello es una muestra “cultural” de pobredumbre cívica y nulidad humanista.

 

El peruano de la altiplanicie tiene un tiempo subjetivo distinto al del resto del país. Su día es largo pero provechoso.

 

Nuestro contertulio uro era patrón de una lancha para el transporte turístico. Además tenía negocios de ropa, víveres entre las distintas islas del Titicaca y era uno de los más entusiastas cooperadores en las fiestas regionales. Cuando éstas ocurren, todos son iguales (quechuas y aymaras) y aportan al sostenimiento de los convites.

 

Para los puneños, los de la Costa –especialmente los de Lima- son débiles, afeminados, incapaces de pelear con la naturaleza. Y........ ¡racistas! ¡Y no hay nada más estúpido ni inapropiado!

 

En Puno hay de todo y mejor que en la capital y que en buena parte del país. Se encuentra comida sana, ropa excelente, historia y sentimiento de nación altiva e irreductible, pero son tercamente peruanos de bandera blanquirroja y con su espíritu indoblegable de titanes atrevidos.

 

En la Plaza de Armas de Puno, el monumento a Bolognesi recuerda la gesta del 7 de junio de 1880 y aunque las placas de literatura casi ni se notan, en cambio brillan por el cuidado con que se las mantiene.

 

Recuérdese que Puno también sufrió la bota invasora en la guerra de rapiña (1879-1883) y que aquí llegaron, en lugar de combatir en Arequipa, que cayó sin disparar un tiro, las tropas al mando de Lizardo Montero. País de extrañas paradojas el nuestro.

 

Juliaca asemeja a Lima pero con un desorden multiplicado y peor. Mototaxis por cientos o miles, ruido ensordecedor, negocios abiertos desde muy temprano, gente en la calle, tren atronador de actividades mil, es una ciudad gélida con calor humano impresionante.

 

En pocos años más y con una concepción urbanística mejor que la actual, está destinada a convertirse en la gran urbe comercial de todo el sur del Perú.

 

Hay que confundirnos con el altiplánico y seguir lo que son sus enseñanzas. ¡Y no al revés! Entonces aprenderemos a conocer una parte fundamental del Alto Perú que aún aguarda este reconocimiento a su espacio y a su tiempo.

 

Una formidable lección de cómo el hombre y mujer valientes y amantes de Madre Naturaleza, conquistaron su entorno, está en el Altiplano. Los desdenes, mohínes y adefesios de los tarados racistas o perversos ambulantes, debieran archivarse en el gran Museo del Desprecio que habremos de crear algún día en el Perú.

 

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