Informe
Señal de
Alerta-Herbert Mujica Rojas
11-4-2024
“Parlamentaritis” aguda
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En los intensos debates del Congreso Constituyente de 1931,
el legislador aprista Luis Heysen afirmó (y nunca fue desmentido), que el
Parlamento era una tribuna de agitación, de denuncia de los grandes males republicanos
y que no era un fin sino un medio.
La concepción clásica (hoy resucitada), divide entre
Senadores y Diputados, el estudio, análisis y dación de leyes en favor de la
ciudadanía. Desde 1993, a la fecha, funcionó una asamblea unicameral con más
altibajos, decepciones y claudicaciones que éxitos o producción legislativa de
calidad.
Si, usted amable lector, se tomara el trabajo de pasar
revista a las redes sociales, encontraría multitud de aspirantes a senadores y
diputados. Alegan aquellos que su hora ha llegado y que trabajarán por y para
el Perú.
Ciertamente no descubrirá fortaleza ideológica de ninguna
especie, disciplina profesional orientada a la resolución de los grandes temas
y dominio e influencia sobre cómo construir un país, orientarlo por el
derrotero del progreso y de la justicia social.
La “parlamentaritis” aguda ha gatillado pasiones innobles y
de la más baja calidad. Hay los que alegan algún “derecho” dinástico por
apellidarse como fulano o mengano o por ser hijos de éste o aquél. Es de
señalar que partiendo desde tan frágiles tribunas, el pronóstico de gestiones
mediocres no necesita de más aviso.
Afilarse las uñas reconoce una estrategia que incluye
participaciones en las redes. La calidad no interesa, el asunto es hacer
presencia y no pocas veces la repetición servil genera distorsiones y embustes
que no aclaran nada pero sí enturbian todo.
El pésimo ejemplo de parvadas de parlamentarios con pasado y
presente penal o líos en lo civil, ha desteñido el acostumbrado escaso lustre
del Congreso. Si tomáramos como ejemplo, al actual, comprobaríamos que han
recorrido todas las estaciones del mal gusto, la mediocridad y el absoluto
ayuno intelectual o político.
Parece divertido, en un caso que particulamente conozco
algo, ver a gesticulantes de voz oronda y sonido diafragmático, opinar como
sabios en cualquier materia, sentenciosos de lo que no estudian y
dictaminadores de lo que hay que hacer.
¿Y qué es lo que hay que hacer? Apoyarles en sus campañas,
emitir respaldos en las redes, aplaudir sus bobas agendas sociales y circular
sus fotografías urbi et orbi.
¡Ni una cuota crítica sobre las profundas traiciones
producidas por anteriores gobiernos con renuncia clamorosa a la soberanía
nacional como en el 2011, en el caso del Memorádum de Entendimiento Aéreo con
Chile o por las sospechas de negociados y enriquecimientos ilícitos!
¡Esos temas los “ignoran” porque es meterse en honduras! En
cambio sí pretenden convertir en mártir a un pusilánime que asustado por la
toma de cuentas, se auto-eliminó.
¿Es ilegítimo querer ser diputado o senador? La respuesta es
negativa. Pero hay condiciones cívicas indispensables.
Entre otras cosas, el Congreso no debe ser la solución
mensual a la hambruna de fondos fijos. Quien pretenda resolver así su menú
diario, es un simple miserable.
Tampoco el Parlamento debe resultar en el tabladillo desde
donde desplegar la vanidad infinita que busca reconocimiento y aplausos. Los
discursos floridos, saboreados, que parten de la demagogia, son como las
mentiras: tienen patas cortas.
Postulantes que no son conocidos ¡ni en sus casas! aspiran a
ser fanales orientadores desde el escaño y con tropas de asesores, brigadas de
secretarias y choferes que les dicen “doctor” desde las 7 am. hasta las 11 pm.
Son miles los legiferantes que han pasado por las dos
Cámaras y una minúscula porción es recordada por la alta calidad superior de
sus magisterios políticos y cívicos. La mayoría sólo pronunció un discurso
diario: ¡Presente! (llamada a la asistencia).
¿Qué han hecho los clubes electorales? Han enseñado a sus
huestes más encumbradas el teje y maneje de cómo asaltar el aparato del Estado.
Presentes en las visitas a ministros ejerciendo tráfico de influencias
descarado. Apadrinando dudosas iniciativas populares que más bien parecen
trofeos ad hoc.
Expertos en convertir al Congreso en una gigantesca sala
civil o penal porque todo se reduce a oficios, judicialización de los casos
eminentemente políticos y estancamiento de los proyectos que carezcan de
estímulo dinerario y copioso.
El parlamentario debe serlo solo una vez. Y ¡a preparar a
las nuevas generaciones! La renovación generacional del Perú sólo acontecerá
cuando exista férrea e imbatible determinación política irrenunciable de
hacerlo.
La “parlamentaritis” es otra epidemia a tener muy en cuenta
el 2026.
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