Friday, November 24, 2023

Mi texto es el Perú

 

Informe

Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas

24-11-2023

 


Mi texto es el Perú

https://senaldealerta.pe/mi-texto-es-el-peru/

https://bit.ly/46uRtun

 

Mi texto es el Perú, la inspirada afirmación pertenece a la poeta Cecilia Bustamante Moscoso y forma parte de su artículo Perú: centralismo de la crítica que publicara en 2005 en la Red Voltaire.

 

Decenas de horas en charlas telefónicas las que me unieron a Cecilia, a quien no conocí personalmente, la comunión de ideales y sueños nos vincularon en horas de combate y fragor entusiasta.

 

Años antes, un texto más completo fue ponencia leída por Diana Miloslavich, Movimiento Amplio de Mujeres (MAM), en el Coloquio Poesía Peruana de los últimos 25 años. Mesa: Centralismo de la Crítica. Departamento de Lingüística y Literatura, Universidad de Huancayo.

 

¿Entenderán los intelectuales de quiosco y de ONG cuan profundo es el mensaje íntimo del Perú a sus habitantes? Este país se mueve solo, a pesar de sus gavillas dirigentes egoístas, miopes, incapaces de comprender los caminos de inclusión y solidaridad.

 

Farsantes y capituleros se llaman a discusión “intensa” en torno a fruslerías como, por ejemplo, la llamada ley de partidos. ¿Está mal la ley o el cáncer radica en que sus protagonistas pretenden conservar los privilegios y los accesos monetarios que da el Estado a sus operadores “multipartidarios”?

 

He allí una clave: no es tema de leyes, es un grave asunto de limpieza de aquellos que convirtieron la exangue ubre del Estado, en manantial eterno a su mediocridad individual, inepta para hacer empresa o ganar el diario con esfuerzo e inventiva.

 

Gárrulos hasta la saciedad, vociferantes de medias verdades, satisfechos con el casi y reaccionarios a lo nuevo, son los personajes de que “gozamos” hace más de 40 años, los que envilecen los caminos de cambio.

 

Y una respuesta, de las tantas probables, es que ese cambio, presume de la eliminación de las langostas que han exaccionado al Estado y a todos sus gobiernos. Por eso hay leyes magníficas pero que carecen de reglamento, ergo: ¡no sirven para nada!

 

Que los gobiernos regionales estén compelidos a devolver recursos asignados porque no usaron benéficamente para los pueblos, esos dineros, representa un hecho absolutamente criminal. A eso se llama traición a la Patria. Y el fusilamiento debería ser el más benigno de los castigos.

 

Pensar por y para el Perú no es echar una perorata eufónica que no resuelve nada, salvo la vanidad insufrible del autor. Los resultados catastróficos de cómo la palabra devino en aburrimiento y falta de fe, nos conduce a una autocrítica profunda.

 

Leamos a Cecilia Bustamante:

 

“Mi texto y yo guardamos, una mutua correspondencia, como sujetos que desde la dominación buscamos una solución para nuestra cultura invadida. En el silencio o en la resistencia nos correspondemos. El lenguaje acrecienta la internalización de la cultura cuando es amenazada.”

 

El escritor tiene una responsabilidad ineludible. Que los comediantes se alaben entre sí y se celebren sus “éxitos” es una cosa. El deber de informar, ilustrar, develar y denunciar, es connatural a quienes emplean bien la información.

 

Lúcidas expresiones las de Cecilia:

 

Mi país, mi realidad, mi texto, ejerce sobre mí un imperativo inescapable: mis relaciones con mi texto son pues orgánicas con mi realidad social, económica, política, cultural. Este es el origen, y allí retorno. Es mi corpus, es mi alma, mi punto de partida y de llegada en la violencia del destiempo.

 

El lenguaje de América Latina, del Perú, son mis espacios imaginativos e imaginados, el origen del que surge el poema, como un objeto libre. Mi deseo de interpretar a mi país desde el poema encierra demandas que no siempre puedo responder.

 

Es el dilema que vive todo artista ¿contribuyo a la imaginación de mi pueblo, ¿puede mi obra ser un trabajo liberador a través del lenguaje?, ¿qué quiere decir poesía?  Desde mi vida, mi realidad, yo acepto el riesgo de hablar y escribir”.

 

En el Perú la hipocresía constituye una de las grandes taras nacionales. Decimos sí, pero por dentro no nos faltan ganas para rebanar en pedazos y lonjas sangrientas al interlocutor de turno. Al idiota, llamamos analista. Al estúpido, estratega. Al débil mental, asesor. Al logrero, ministro. Más la envidia, otra tristemente célebre, habilidad congénita, nos sindica como un pueblo de gentes confundidas hasta el hartazgo. Tanta es la confusión que no podemos vivir sin ella porque entonces nos extrañaríamos de su ausencia.

 

Repitamos con bronca voz altiva: ¡Mi texto es el Perú!

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