Informe
Señal de Alerta-Herbert Mujica Rojas
22-4-2023
Sufragio efectivo, no reelección
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En la
Constitución mexicana de 1917, se estableció en su artículo 83, la no reelección de los presidentes de la
República. México revolucionario fue un ejemplo de la lucha popular de su
pueblo.
Aquí debiéramos
aplicarlo al Congreso.
¿Qué hace
tanto idiota, año tras año, lustro tras lustro, década tras década, en el
Congreso calentando butacas o en las inmediaciones merodeando Palacio?
Qué ¿no
pueden servir desde otros puestos con patriotismo y honestidad al pueblo
peruano?
¿O son
otras las fórmulas no confesadas -pero reales, demasiado reales- las que
impelen a hacerse viejos –y siempre mediocres- cobrando de la cansada ubre del
Estado?
La verdad
genuina, raigal y maciza es que los sangrones han hecho del palco público un
modus vivendi y cada quien se transforma en ministerio de favores con patas, escalafón de tarifas, batallones
de asesores y tropas de secretarias.
La última
sorpresa, pero es fácil colegir, que no será la última, es lanzar la especie de
aumentar 100 curules más a las actuales 130 existentes. Reza el dicho: ¡sobre
llovido, mojado!
Los
congresistas y presidentes sólo deben serlo por una vez y luego sus enseñanzas
deben revertir, como pago a las colectividades que les llevaron a cimas altas,
en forma de adiestramiento a los más jóvenes para asegurar un futuro
genuinamente renovador, de empuje y savia, de contenido, retos y respuestas.
¿O acaso
nos quieren hacer creer que aún hay hombres o mujeres “providenciales”,
“catalizadores” de la voluntad de sus bases, vectores únicos y sagrados a
quienes la grey sólo tiene el deber de ungir en las alturas pública? Se sirve
al pueblo desde arriba o desde abajo.
La
respuesta contundente ha sido el actual conjunto de congresistas, de mayoría
golpista contra Pedro Castillo; ignorante hasta de los rudimentos más básicos
de la actividad político; ignaros de cultura o formación cívica y voraces
defensores de sus rentas y ganancias, directas y colaterales.
En su
inmensa mayoría parlamentarios a las derechas, las minorías a las siniestras,
tampoco han mostrado habilidad, ciencia o conciencia. Banales y mediocres.
¿Han
cumplido los legisladores en su trabajo por la soberanía popular para afianzar
la custodia de la soberanía nacional y en defensa de los recursos naturales y
en pro de una industria con valor agregado, capacidad exportadora y promoción
del liderazo juvenil, en Costa, Sierra y Selva?
Después de
los casi 70 muertos en el saldo trágico del gobierno de doña Dina Boluarte y
que ha merecido un informe muy negativo de los organismos internacionales, la
incorporación activa y constructiva de todos los sectores de la nacionalidad,
en buena cuenta, en la construcción de una Patria digna y por un Perú justo,
libre y culto, sigue siendo una incógnita.
¿Hizo algo
el Congreso por la pacificación? Todo lo contrario.
Con su
miope visión, echó gasolina al fuego de la indignación popular que los repudia
en todo el país.
Bien
advertía don Manuel González Prada en Los honorables, Bajo el oprobio, 1914:
“El congresante nacional no es un hombre sino un racimo
humano. Poco satisfecho de conseguir para sí judicaturas, vocalías,
plenipotencias, consulados, tesorerías fiscales, prefecturas, etc; demanda lo
mismo, y acaso más, para su interminable séquito de parientes sanguíneos y
consanguíneos, compadres, ahijados, amigos, correligionarios, convecinos,
acreedores, etc. Verdadera calamidad de las oficinas públicas, señaladamente
los ministerios, el honorable asedia, fatiga y encocora a todo el mundo, empezando
con el ministro y acabando con el portero. Vence a garrapatas, ladillas, pulgas
penetrantes, romadizo crónico y fiebres incurables. Si no pide la destitución
de un subprefecto, exige el cambio de alguna institutriz, y si no demanda los
medios de asegurar su reelección, mendiga el adelanto de dietas o el pago de
una deuda imaginaria. Donde entra, saca algo. Hay que darle gusto: si de la
mayoría, para conservarle; si de la minoría, para ganarle. Dádivas quebrantan
penas, y ¿cómo no ablandarán a senadores y diputados?”.
La nación exige cambio y renovación. Una fórmula sensata y cuasi
obligatoria es licenciar a no pocos saltimbanquis a quienes mantiene por años
de años el Estado.
Es decir, el dinero del contribuyente tiene derecho a
fulminar y enviar a su casa a quienes no le producen bienestar, dignidad,
limpieza en la ejecutoria pública y actitud sin tacha.
¡Sufragio efectivo, no reelección!
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