Señal de Alerta
por Herbert Mujica Rojas
22-11-2018
AG ¡vulgar y rastrero
miedo!
¿Quién no recuerda a AG propinando un puntapié por la
espalda a un militante en una marcha? Sólo un cobarde, de esos valientes en
grupo, puede incurrir en una acción censurable como esa. Hay fotos que retratan
la comisión propia de abusivos.
Como alguien musitó que le iban a dar “prisión preventiva”,
al borde un ataque agudo de nervios, decidió invadir una casa diplomática. Los
hombres y mujeres bien nacidos afrontan sus peleas dando la cara y con
entereza.
En su juventud inquieta y disipada se asustaba con un
petardo y casi al borde de las lágrimas se escondía debajo de las mesas para,
según él, protegerse en la pedrea. Los otros respondían los ataques a puño
limpio pero AG gimoteaba con pucheros infantiles.
Y los miedos de comunicación acogen sus monsergas y excusas
que tienen el eco interesado de rábulas y sinverguenzas. ¿Notaron cómo
reproducen estos miedos tanta mentira mal llamada carta?
La verdad genuina es una sola: vulgar y rastrero miedo. Sabe
AG que hay indicios que conducen hacia el ovillo de sus corruptelas y
latrocinios. Y entonces se inventa una persecución política que cacarean pobres
diablos en todos los canales, emisoras y miedos escritos. ¿Solidaridad?: ¡no!
Remuneración copiosa y cómplice.
Antaño, con sus errores, algunos demasiado incomprensibles,
a los apristas se les conocía como gente honesta, limpia, capaz del sacrificio
y la entrega. AG y su taifa de patibularios consiguieron la antípoda conceptual
y para cualquier peruano el término Apra sólo concita antipatía, repudio,
dicterios de ladrones, miserables, coimeros y los apellidos son repetidos hasta
el hartazgo. ¿No es así AG?
La debacle moral propiciada desde su tribuna desquiciada de
Catón al revés ha hecho que el otrora movimiento de multitudes no gane una sola
gobernación regional o municipalidad importante. La extinción amenaza al
aprismo porque, al decir de Manuel González Prada: donde se aplica el dedo,
brota el pus.
Pocas horas atrás estuve en Trujillo y visité la tumba de
Haya de la Torre y recordé que una vez me dijo, refiriéndose al susodicho “este
tipo es raro, se esconde las cosas”. Entiendo ahora que Víctor Raúl atisbaba la
mala entraña de este sujeto.
O esclavos de un nadir hasta hoy indetenible o
portaestandartes de una reconstrucción que costará mucho, acaso demasiado, para
volver desde el pueblo en la lucha por un Perú libre, justo y culto.
Que otros le crean al embustero y le den asilo, será
problema de ellos.
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