Señal
de Alerta
por
Herbert Mujica Rojas
13-3-2015
¿Puede y debe ser la tecnología revolucionaria?*
En los últimos cinco
lustros el mundo ha contemplado la explosión científica y tecnológica que ha
cambiado, sin excepciones, todos los patrones de la vida humana. Las
computadoras y los celulares acortaron las distancias y en tiempo real podemos
comunicarnos con textos, intercambiar imágenes y saber con precisión más o
menos exacta qué está ocurriendo urbi et orbi. Las redes sociales inundadas de
mensajes sugestivos también contrabandean sutiles pero no muy difíciles de
descubrir dinámicas de estupidización colectiva.
Hay un conjunto
humano mundial que está viviendo una eclosión indetenible, son jóvenes entre
20-30 años y que han impulsado, con entusiasmo propio de su edad pero con
formidable e indetenible afán, un sector al que se llama emprendedor, de los
emprendedores, de las startups, para usar el anglicismo que se escucha a cada
rato, en todas partes, con frecuencia sostenida en los medios de comunicación.
En el prólogo a su
libro El Antimperialismo y el Apra, Víctor Raúl Haya de la Torre, en 1970,
escribió:
"........ con
los estupendos avances de la gran revolución científica y tecnológica operada
en nuestro siglo, y proyectada en los progresivos logros de la alta
tecnificación especializada del trabajo, -automatismo, electrónica,
computadores, cibernética, etc.- que acerca cada vez más al trabajador
tradicionalmente llamado "del músculo" y al "intelectual,
experto y culto de las economías movidas por una nueva categoría de producción
altamente calificada en los niveles superiores del esfuerzo, de la capacitación
y la destreza", p. 55, Tomo IV, Obras Completas, Lima, Perú.
Entonces, no
existían computadoras, ni de mesa o portátiles, celulares ni smartphones,
televisión por cable, Internet como lo conocemos hoy con la popularización
masiva del correo electrónico, no obstante es bueno reivindicar cómo el
pensador peruano ya prevía lo que en efecto, a posteriori, ha constituido una
tecnología con alcance masivo y hasta popular con todo lo que eso significa
como difusión de contenidos foráneos, modus vivendi extraños y enajenadores de
la propia identidad popular de los receptores y las ganancias lucrativas de
negocios que tienen oficinas en todas partes del mundo y que pertenecen a
dueños sin nombre o apellido, grandes corporaciones multinacionales que suelen
pagar poco, aprovechan la mano de obra barata y en cambio sí cobran cientos o
miles de dólares por los productos o servicios que venden.
Pocos días atrás, en
artículo sobre la realidad peruana que puede, sin mayores dificultades,
aplicarse a todos los países de la América Morena, escribí:
5-1-2015
Tecnología y Compromiso por el Perú
Que la tecnología es
el factor contemporáneo más revolucionador y rápido es una verdad indiscutible.
¿Significaría eso que los líderes políticos, empresariales, periodísticos,
militares, académicos, están concientes de esta monumental premisa? Tengo la
impresión que no es así. Verbi gracia, se anuncia que en pocos meses tendremos
más operadoras telefónicas. Entonces ¿cómo se explica que apenas el 40% de la
población peruana -30 millones- esté conectado a Internet y en velocidades de
2G y 3G y el 60% no lo esté de ninguna manera?
La tecnología y su
uso con sentido social -hacia el mayor número de personas y contingentes
ciudadanos- debe ser incorporada al Plan Educativo del Perú y ser una política
de Estado apoyada por todas las colectividades.
He hablado con
líderes políticos, empresarios, periodistas y amigos en general de diversas
instituciones profesionales: el 98% no está enterado de nada y vive casi al
margen de un tema sobre el cual hay información. Pero es evidente que debe
haberla en mucho mayor grado. Y he allí el Compromiso con el Perú.
El emprendimiento en
el Perú es básicamente de supervivencia, o sea para pagar las cuentas y llegar,
de algún modo, a fin de mes. Pero aún no tenemos el emprendimiento que genere
valor agregado a escala global y no exportamos todavía patentes, servicios,
tecnologías desarrollados aquí y aplicados a la solución de grandes problemas
contemporáneos.
Lograr que Perú
convierta a la tecnología como parte de su sistema educativo, con promoción de
sus portaestandartes a lo largo y ancho del país, con respaldo estatal y
también inversión foránea y de calidad, con una supervisión basada en la
productividad y beneficio hacia el mayor número de comunidades, representa un
desafío inobjetable y que nadie puede eludir.
La tecnología puede
derribar muros acercando a los peruanos de todas las sangres y pareceres. Pero
es imprescindible que el Estado y vía un nuevo contrato social, acuerde, entre
otras cosas, la tecnología como política nacional ¡para los próximos 100 años!
Sabido es que el peruano es un trabajador con mucha imaginación y creatividad,
y que con disciplina productiva e ingenio puede obtener logros sorprendentes.
Además, hay otra
consideración de peso: la mayoría del país es parte de una juventud
desencantada con la política y con quienes la hacen esquilmando y robando,
produciendo vergonzosos episodios con estafas y engaños, entonces merece
respaldo y orientación. La tecnología puesta al servicio integral de los más y
no de los menos, es la gran revolución que el Perú necesita.
Para algunos esta
explosión tecnológica-laboral forma parte de un siniestro plan del capitalismo
salvaje o del neoliberalismo. Es posible que la aserción encuentre fundamento.
Para otros
representa una boya de salvación que genera puestos de trabajo de muy alta
calidad creativa y negocios por cientos de millones de dólares. También, debo
afirmarlo, el asunto tiene visos de genuina verdad.
La pregunta directa
es: ¿pueden los partidos populares o que aspiran a interpretar los anhelos de
pan y libertad, tierra y agua, justicia social y paz con igualdad, un fenómeno
que se presenta ante nuestras narices?
Ignorar lo que
ocurre puede ser peor que cualquier infantilismo.
De allí que la interrogante
que enmarca esta propuesta para el debate, se cuestione si la tecnología pueda
y debe ser revolucionaria.
Cuanto mayor
entrenamiento educativo a las nuevas generaciones latinoamericanas, tanto más
el adiestramiento para el juicio crítico, el ojo avizor, la defensa
antimperialista contra toda clase de amenaza de este jaez y con miras a la gestión
de softwares que tengan el mayor impacto social entre nuestras masas
empobrecidas a las cuales hay que sacar del horror que significa vivir en la
miseria oprobiosa cuando de lo que se trata es de volverlos más humanos y
hacerlos partícipes de la riqueza bien habida.
La tecnología debe
ser un elemento democratizador e inclusivo para los jóvenes latinoamericanos.
Para América Latina,
con un solo idioma fundamental, con historias comunes, con cientos de millones
de habitantes, con recursos naturales formidables, ecosistemas y hábitats de
rica biodiversidad, no hay más que un camino: la integración de pueblos. La
"integración" de los sindicatos empresariales que se rifan el
gobierno de nuestras naciones, sólo empobrece y degrada la vida humana. A los caraduras
que se han creído el cuento que pueden hacer lo que les viene en gana, hay que
ganarles la lucha política, tecnológica, educativa y social.
Esto es bueno
decirlo aquí en esta tierra revolucionaria que en 1910 diera a los gritos de
Tierra y Libertad, las páginas más bellas que una nación corajuda puede dar con
la revolución de reivindicaciones agraristas y sociales y que instalara en la
Constitución de Querétaro el inmortal lema de Sufragio Efectivo, No reelección.
La integración
latinoamericana, la constitución de Frentes Unicos de Trabajadores Manuales e
Intelectuales, la lucha contra todo clase de imperialismos y el adentramiento
de los partidos revolucionarios en las diferentes clases de actividad
tecnológica para conocerlas, dominarlas y acaso orientarlas hacia la licencia
social, es tarea contemporánea, ineludible, sagrada, formidable grito al
porvenir desde un presente que nos reclama actitud, fe, unión, disciplina y
acción.
..........................................
*Ponencia presentada en el XIX Seminario
Internacional Los Partidos y la Nueva Sociedad, Ciudad de México, México.
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