Informe
Señal de Alerta-Herbert
Mujica Rojas
9-10-2024
¡Inmorales nos han igualado!
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¿Cómo hicieron unos pata al suelo que luego de su paso por
Plaza Bolívar, alguno de los múltiples ministerios u oficinas del Estado, se
convirtieron en potentados, con decenas de diplomas honoris causa, bienes
inmuebles al por mayor, pero grosero y muy ordinario comportamiento público?
Apelemos al inmortal tango Cambalache:
Que el mundo
fue y será una porquería, ya lo sé, en el quinientos seis y en el dos mil
también; que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafáos, contentos y
amargaos, valores y dublé. Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldad
insolente ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un
mismo lodo todos manoseaos.
Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que
traidor, ignorante, sabio, chorro, generoso, estafador. ¡Todo es igual, nada es
mejor, lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón,
los inmorales nos han igualao... Si uno vive en la impostura y otro roba en su
ambición, da lo mismo que si es cura, colchonero, rey de bastos, caradura o
polizón.
¡Pero qué falta
de respeto, qué atropello a la razón!
¡Cualquiera es un señor, cualquiera es un
ladrón! Mezclaos con Stavisky van don Bosco y la Mignon, don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín. Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches
se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia
contra un calefón.
Siglo veinte, cambalache, problemático y
febril, el que no llora no mama y el que no afana es un gil.¡Dale nomás, dale
que va, que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a
un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche
y día como un buey que el que vive de los otros, que el que mata o el que cura o
está fuera de la ley. (Enrique Santos Discépolo, 1934)
Cuando uno observa cómo “discuten” los políticos peruanos
tan plenos en recursos intelectuales, apeladores al sentido ideológico o
programático que nutre sus vidas, recuerda casi de inmediato el viejo aforismo:
la sartén le dice a la olla, no me tiznes.
Entre otras monedas comunes los políticos nativos carecen,
por completo, de un plan integral que contemple y active la movilización
popular en los planes de gobierno por los próximos 50 años. Todo es
inmediatismo, demagogia barata para “ganar” votos con ofertas debilonas y
puramente mañosas.
Si los postulantes no tienen idea del Perú en su multidimensionalidad:
Costa, Sierra, Selva, Mar de Grau y Cielo de Quiñones, la proyección atlántica
con miras al Asia, y la investigación científica en la Antártida, ¿cómo les
pedimos que sean gobernantes de algo que no conocen?
¡Ni uno de los aspirantes con algún respaldo relativo ha
mostrado el más mínimo interés en resolver las profundas asimetrías del Perú
con Chile en torno al uso de los cielos, la definición de la soberanía y los
miles de millones de dólares que ha dejado de recibir, desde el gobierno de
Alan García 2011, Perú! Cómo si los cielos no pertenecieran al destino soberano
de la Patria.
¿Ha escuchado usted interés siquiera remoto de nuestros
políticos en resolver la absurda inequidad que significa que tengamos casi 3
mil kilómetros de litoral y que la ingesta de pescado en Perú sea menor que en
otros países que carecen del mismo?
¿Explicaron la literalidad del Memorándum de Entendimiento
entre las guardias costeras de Perú y China, los dos altos oficiales de la
Marina que se presentaron ante una comisión del Congreso, días atrás?
Pero ¡por supuesto que no!. Si los legiferantes tienen por
costumbre no leer, no investigar, no escudriñar el detalle de posibles sacadas
de vuelta a la Constitución, sus fronteras y su soberanía.
Por casualidad ¿ha oído los planes enérgicos y nacionales de
algún candidato para renegociar radicalmente cómo se distribuirá en todo el
país Internet barato, potente y en cada villorrio, aldea o conjunto humano en
Perú y con eso solucionar el tema de la educación remota?
Una gran campaña de salud mental, debiera pasar por el
saneamiento de la cosa pública. ¡Todos los rateros, los que tienen el aura que
delata el origen sucio de sus fortunas, debieran ser enjuiciados, de oficio y
sin poder salir del país, por lo menos 2 años!
Cuando en el Teatro Maipo de Buenos Aires aquel lejanísimo
1934, Enrique Santos Discépolo, autor de Cambalache, anticipaba con luces
potentes lo que habría de ser una constante en la política latinoamericana:
ceguera absoluta y reprobable.
¡Lo mismo un burro que un gran profesor! ¡Bah!
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